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Manual del Perfecto Gay - Fanfiction Harry Potter
Perlita loves Quino's work
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PerlaNegra - Harry Potter Slash Fanfiction

El Costo de Aprender lo que Cuestan las Cosas

Parte 2

 

Del día que Harry supo lo que costaba tener un novio gay en la Academia

(aunque fuera sólo de renta)

 

 

Todo resultó tan fácil que Harry no pudo evitar preguntarse si Higgs no le había dejado el camino libre a propósito.

 

Mientras colocaba el pensadero (el que Malfoy le había comprado el día anterior) en la repisa del despacho de Higgs, Harry analizaba el hecho de que la situación se mostraba demasiado ridícula como para ser verdad. ¿Cómo era posible que el profesor no tuviera su oficina y sus pertenencias bajo algún poderoso hechizo que las mantuviera a buen resguardo?

 

El encantamiento de cerradura que Higgs había tenido en su puerta había sido tan sencillo de romper, que el moreno estaba seguro que probablemente el profesor le había tendido una trampa. Sin duda eso era, e incluso Harry sospechaba que se encontraría coludido con Malfoy para lograr que él se comprometiera a ese pacto ridículo al que el rubio lo había acorralado. Aunque claro, más ridículo resultaba que en verdad Harry estuviese pensando que las cosas habían sucedido así.

 

Después de todo, si algo era bien conocido por todos en la Academia, era el hecho de que Higgs no era precisamente famoso por ser un gran mago y por poseer fabulosos hechizos contra las Artes Oscuras. Su especialidad eran la legeremancia y la oclumencia, no los encantamientos de protección ni los hechizos de defensa.

 

Pensando en eso, Harry colocó la pieza de reemplazo en su lugar, y luego dio un paso atrás para tener una mejor vista del pensadero. Le pareció que era casi completamente idéntico al anterior y suspiró satisfecho. Al menos que Higgs le hubiera puesto algún encantamiento de identidad o algo parecido, Harry estaba seguro de que el profesor no se daría cuenta de la sustitución.

 

Después de salir de esa oficina y recolocar el inservible encantamiento que Higgs había tenido en la puerta, Harry caminó lentamente hacia el aula donde tenía su primera clase del día.

 

Aún era temprano (por primera vez en dos años había llegado al plantel antes que los profesores) y desde la noche anterior había permanecido en estado semi catatónico, implorándoles a los dioses que por favor Malfoy hubiese contraído un virus, quebrado un pie o quedado sin calcetines limpios. Lo que fuera con tal de que no pudiese asistir a clases durante todo el supuesto mes en el que Harry tendría que fingirse su novio.

 

————————————

 

Fue un deseo vano.

 

Harry no había dejado de mirar la puerta del aula, y fue por eso que no se perdió detalle de la triunfal entrada de Malfoy a ella. Y mucho menos se perdió de la espectacular sonrisa radiante que el rubio le dedicó.

 

Harry casi se cayó de su silla al notar que TODOS en el aula se habían dado cuenta de que aquella inusual y dulce sonrisa del estoico Malfoy estaba dedicada, ni más ni menos, que para él. Absolutamente todas las cabezas de sus compañeros se giraron hacia Harry, ansiosos como estaban de corroborar que, de una vez por todas, Malfoy había perdido la chaveta.

 

Parkinson y Zabini hubieran podido pasar por dos buenas gárgolas de granito puro: estaban petrificados de la impresión. Y fue peor cuando Malfoy pasó a su lado —ignorándolos cabalmente a los dos y a la silla donde acostumbraba sentarse— caminando directa y decididamente hacia Harry.

 

Quien gimió y se encogió en su asiento, preguntándose si existía algún giratiempo que pudiese adelantar la vida un mes, más o menos, evitando que los magos con tareas tan abochornantes como la que le esperaba a él pudieran sobrevivir a la experiencia.

 

—Buen día, Harry —lo saludó Malfoy cuando llegó hasta él, con la voz más amable que Harry jamás le había escuchado. Abrió mucho los ojos, sorprendido de notar lo normal y bonito que se escuchaba su primer nombre en la sofisticada voz de su rival—. Gracias por guardarme un sitio a tu lado.

 

Harry estaba seguro que, de haber sido una Hufflepuff o algo así, a Pansy ya le estaría dando un soponcio. La expresión de su cara decía mucho más que mil palabras y tanto su comportamiento, como el de todos los demás en el aula, decía a grito pelado: ¿Qué coño está pasando???

 

Harry estuvo a punto de abrir la boca para replicar que ese lugar vacío a su lado era el de Terry, que todavía no había llegado. Pero en vez de eso, esperó a que Malfoy terminara de sentarse para cuchichearle furiosamente:

 

—¿Qué haces aquí conmigo? ¿Por qué no te vas con tus amigos?

 

Malfoy abrió mucho los ojos, mirándolo con fingido y dolorido asombro.

 

—Pero, Harry —dijo en voz tan alta que todos en el aula escucharon—, después de lo que pasamos anoche, ¿no me confesaste que deseabas tenerme siempre a tu lado? —Arqueó una ceja diabólicamente (un gesto que sólo Harry pudo ver) antes de concluir—: ¿Mmm, recuerdas, dulzura?

 

Hubo más de un silbido de burla y un enorme número de jadeos de asombro, los cuales Harry no pudo ignorar por más que lo hubiese deseado. Y sabía que, si hubiera sido de cera o mantequilla, en ese momento no hubiera sido más que un charco del líquido en el piso; el calor que sintió en las mejillas y ver que las miradas de todos estaban clavadas en ellos fue suficiente como para hacer que flaqueara su legendario valor Gryffindor.

 

En el aula, todos estaban congelados. Harry ardía en vergüenza, pero intentó reponerse y empezó a murmurar:

 

—¡El trato no incluía las horas de clase! Que yo recuerde, quedamos solamente en…

 

—Buenos días a todos —saludó el profesor y Harry tuvo que guardarse su reclamo para después, y aunque consideró levantarse y buscarse otro asiento, en ese momento creyó que era más soportable quedarse junto a Malfoy en vez de tener que ir y darles explicaciones inverosímiles a sus compañeros, los cuales no dejaron de echarle miradas furtivas todo el tiempo que duró la clase.

 

————————————

 

Al terminar, Harry se las ingenió para quedarse rezagado, dándoles tiempo a sus compañeros para que se retiraran del aula sin él. Y justo como lo había estado temiendo, Malfoy sí se quedó a esperarlo.

 

Con una estúpida sonrisa que demostraba lo mucho que la situación y la mortificación de Harry lo estaban divirtiendo, el rubio se levantó de su asiento dejando sus cosas atrás.

 

Harry lo vio caminar hacia la puerta, mirando alternadamente entre él y la bolsa llena de libros y pergaminos que había dejado en su pupitre. Harry se negaba siquiera a pensarlo. ¿No estaría Malfoy esperando que Harry…?

 

Malfoy llegó a la puerta y se giró hacia atrás.

 

—Mis cosas, Potter —dijo en el tono brusco y gélido que acostumbraba usar con Harry anteriormente—. No vayas a dejarlas olvidadas. Llévamelas al aula de Sigilo. Y pronto.

 

Sin darle tiempo de responder nada, Malfoy salió.

 

Menos mal que lo hizo a tiempo para no mirar con qué disfrute Harry bombardó todos y cada uno de los libros pertenecientes a Malfoy. Y que, después de eso, Harry, haciendo caso de la fabulosa terapia muggle de desahogar energías negativas con las cosas en vez de con las personas, rasgó todos sus pergaminos con sus propias manos hasta reducirlos a casi nada.

 

Claro que al final de su berrinche de desahogo, Harry tuvo que aplicar más de veinte reparos para dejar otra vez todo como nuevo. Pero al salir de aula era definitivo que se sentía mucho mejor.

 

Harry estaba plenamente convencido de que el haber imaginado la cara de Malfoy en la tapa de cada libro antes de destruirlo, tenía mucho que ver con eso.

 

————————————

 

Al terminar la clase de Sigilo sonó la campana que anunciaba la hora del almuerzo. A esas horas, la Academia por completo ya parecía estar enterada del asunto concerniente a Harry y a Malfoy, pues a Harry no le pasó desapercibido que, al caminar por los pasillos, todo el mundo lo miraba con distintas y extrañas expresiones que iban desde el miedo hasta la gracia. Incluyendo al profesorado.

 

Caminando junto a Malfoy con rumbo hacia la cafetería —y cargándole sus cosas, por supuesto— Harry sabía que ahora sí no había escapatoria posible. Tendría que enfrentar la situación y confesarles a todos sus compañeros de mesa que de pronto, el mundo se había vuelto de cabeza y que Malfoy y él eran…

 

Gimiendo, iba maldiciendo a todos los que tenían la culpa de su actual situación: Malfoy —en primerísimo lugar—, seguido de cerca por el señor Mendford que no le quiso dejar fiado el pensadero, pasando por Higgs y sus malditas ganas de expulsarlo de la Academia… Por supuesto, sin dejar de lado a los imbéciles de Anthony y Morag por quebrarle el pensadero y a los no menos estúpidos de Terry y Michael que lo arrastraron al bar. Ah, pero no te olvides del querido fotógrafo de El Profeta, ése que trucó la foto y, finalmente, de Ginny Weasley. Porque por mucho que a Harry le doliera admitirlo y por mucho que la quisiera, era una verdad innegable que la desconfianza que la pelirroja le tenía a Harry había sido el detonante de todo aquello.

 

Frustrado, Harry se dio cuenta que lo peor en él, eran los demás.

 

Harry miró al rubio que caminaba altivo a su lado. De todos los causantes de su desdicha, Malfoy era el peor. Con esas malditas ganas de joderle la vida o ridiculizarlo o… cualquiera que fuera la razón por la que le hacía eso. Harry no entendía cuál podía ser. Le parecía que nadie —ni siquiera Malfoy, por más estúpido que fuera— gastaría mil galeones sólo para ridiculizar a un enemigo. Tenía que existir un motivo oculto y Harry, como el buen curioso que era, se moría por averiguarlo.

 

Pasando por ese momento junto a un baño, Harry obedeció un impulso y arrastró a Malfoy hasta dentro. Le encrespó los nervios el hecho de que Malfoy no se quejara ni dejara de sonreír.

 

Rápidamente, Harry se aseguró que no hubiera nadie más en los baños aparte de ellos. Confirmándolo, procedió a cerrar la puerta con magia y, acto seguido, tomó al rubio por las solapas de su túnica, acorralando bruscamente contra una pared. Si esperaba que Malfoy se asustara, se enojara o por lo menos frunciera el ceño, no podía estar más decepcionado.

 

Todavía más sonriente que un momento antes, Malfoy arqueó las cejas y murmuró:

 

—Por Merlín, Potter. Jamás me hubiera imaginado que serías del tipo apasionado… ¿Tan ansioso estás por besarme que no puedes esperar a que terminen las clases?

 

Malfoy se humedeció los labios y Harry sintió que el corazón le daba un vuelco ante semejante imagen mental. La cual había llegado sola, antes de que pudiera evitarlo.

 

Él besando a Malfoy.

 

En cierta forma, se aterrorizó al darse cuenta de que la idea ya no le pareciera tan repugnante y casi pudo verse a él mismo inclinando la cabeza y probando esa boca sonrosada y con aliento a menta que se le estaba ofreciendo. Reaccionando en el último segundo, Harry se ruborizó violentamente y soltando a Malfoy, se alejó un paso de él.

 

—Eres el imbécil más grande del mundo, Malfoy —le espetó, intentando recuperar el control que con tanta facilidad Malfoy le había quitado—. ¡Prefiero besarle el trasero a Higgs antes que acercar mi boca a cualquier parte de ti! Sólo quería… —Arqueó una ceja, intentando recordar por qué o para qué se había metido con Malfoy ahí. Qué gracioso, lo había olvidado. ¿Para qué había sido?—. Sólo quería… preguntarte… Aclarar un par de puntos contigo antes de…

 

—¿Besarme?

 

A Malfoy le brillaban los ojos y su enorme sonrisa caldeaba los ánimos del moreno a niveles realmente exasperantes. Harry sólo pudo mirarlo con enorme furia.

 

—¿Puedes dejar de mencionar esa palabra, por favor? —le ordenó—. Si mal no recuerdo, el trato no incluía besos. Era sólo fingir, ¿recuerdas? —Malfoy no dijo ni bueno ni malo, y Harry lo tomó como buena señal para continuar—. Bien, vamos a almorzar a mi mesa con mis amigos, pero antes quiero aclarar un par de cosas contigo.

 

—Soy todo oídos, amorcito.

 

—¡No me llames así, Malfoy!

 

—Mi nombre es Draco, querubín.

 

Harry podía haberlo ahorcado ahí mismo sin ningún remordimiento.

 

—¡Ya lo sé, pero…! ¡Mierda, mierda, MIERDA! —Harry caminó por el baño como león enjaulado, desesperado y causando un enorme regocijo en aquel cretino. Después de unos segundos de frenético paseo, Harry se detuvo frente a Malfoy y, respirando hondo para contenerse de asesinarlo, le masculló furiosamente: —No se puede dialogar contigo, eres un imbécil egoísta. ¿No te das cuenta de que estás echando toda mi reputación por la borda y que, a causa de eso, mi relación con Ginny va a terminar de arruinarse?

 

La sonrisa de Malfoy desapareció tan rápido que pareció como si Harry hubiera aplicado un evanesco sobre ella. El brillo en sus ojos cambió a uno que gritaba “Peligro, estoy a punto de convertirte en un gusarajo” y con el cual Harry se sentía mucho más cómodo, a decir verdad.

 

Casi pudo suspirar de alivio al tener al verdadero Malfoy de vuelta con él.

 

—¿Así que lo único que te preocupa es tu reputación? —siseó Malfoy amargamente—. ¿Así de pésimo es el concepto en el que me tienes, Potter? ¿No es suficiente que casi la totalidad de la sociedad mágica rechace el nombre de los Malfoy para que encima, tú, el grandioso y piadoso Gryffindor, también tenga esos prejuicios?

 

Harry lo miró boquiabierto durante un momento. Parpadeó y, negando con la cabeza, comenzó a decir:

 

—No sé de qué me estás hablando. Yo me refiero a mi reputación como heterosexual. O qué, ¿no se te ha ocurrido pensar que, al decir que eres mi novio, automáticamente todos creerán que soy gay?

 

El asombro destelló durante una milésima de segundo por los ojos de Malfoy, pero antes de que pudiera decir nada, Harry continuó:

 

—Yo no rechazo tu nombre por lo que tu familia haya hecho en el pasado. Después de todo, si no fuera por ti y por tu madre… yo no hubiera sobrevivido la guerra. Y Voldemort habría ganado.

 

Un incómodo silencio se extendió por todo el baño, entre ellos y encima de sus cabezas, aplastándolos con su realidad. Los dos sabían que se debían la vida el uno al otro, pero jamás, hasta ese momento, el tema había salido a relucir. Malfoy parecía tan asombrado que hubiera sido Harry el primero en reconocerlo que se había quedado completamente mudo. Y si, por un momento, Harry confió en que Malfoy aprovecharía la ocasión para agradecerle que lo hubiera sacado del Salón de los Menesteres en llamas, pudo darse cuenta que se había equivocado.

 

—Como sea, Potter —dijo Malfoy, evidentemente luchando por recuperar su tono mordaz de siempre—. Hicimos un trato. Fueron mil galeones a cambio de un mes de ti. —Lo miró entrecerrando los ojos—. No puedo creer que te estés acobardando, sobre todo ahora que no hay marcha atrás, pues es obvio que Higgs ya ha visto el pensadero en su despacho.

 

Harry se pasó la mano por el cabello, ansioso y desesperado. La verdad era que sí tenía miedo. Miedo de terminar de perder a Ginny, miedo de la reacción del mundo mágico ante su nueva y supuesta inclinación sexual. Miedo a lo que dirían y pensarían Ron y Hermione. Sabía que el pelirrojo lo mataría por haber hecho ese trato con Malfoy y no haber recurrido a ellos para intentar reunir el dinero que necesitaba para adquirir el pensadero.

 

Pero un trato era un trato. Suspirando, Harry se dio cuenta que su actitud era infantil y que ahora, tenía que cumplir con su palabra. Costara lo que costara.

 

—No me estoy acobardando, Malfoy —mintió—. Sólo desearía saber por qué. Es lo único que te pido. Sólo dime por qué necesitas que el mundo mágico nos vea como una pareja. ¿Es algún tipo de retorcida venganza contra mí?

 

Malfoy parecía no poder creer lo que Harry le acababa de preguntar. Abrió la boca durante un momento, antes de reírse despectivamente.

 

—¿Realmente crees que yo pagaría mil galeones sólo para divertirme a tu costa, Potter? —Resopló burlonamente antes de agregar: —Tu petulancia no tiene límites; como siempre, sigues pensando que eres el sol alrededor del cual gira el mundo de los demás. No lo hago por fastidiarte, así que no te otorgues tanto crédito. Creo haber explicado que esto no es más que un negocio para mí.

 

—¿Qué significa eso? —exclamó Harry, molesto ante los insultos—. ¿Qué tipo de negocio puede ser esto?

 

—¡Me parece que no es de tu incumbencia, Potter! —gritó Malfoy, aparentemente mucho más enojado de lo que el mismo Harry se sentía. Arrugó la boca despectivamente antes de agregar—: Pero sólo para hacerte feliz y para que puedas superar la prueba con más ligereza, te diré que mi plan es utilizar tu buen nombre, tu popularidad y la fama que tienes de “hacer siempre lo correcto”… en beneficio de mis propios intereses. Sólo eso.

 

¿Sólo eso? —increpó Harry indignadamente—. ¿Te parece poco?

 

Malfoy sonrió de nuevo, aparentemente recuperando su aplomo y sus ganas de burlarse de Harry.

 

—No te estoy quitando nada, Potter. Nada más allá que un mes de tu vida a mi lado. Terminado el plazo, fingiremos una pelea de enamorados, de la cual tú tendrás toda la culpa, por supuesto. Porque es muy importante que yo salga bien parado de esto. Comprenderás que a la sociedad le será más fácil perdonarte a ti que a mí, así que seré yo el del corazón roto, no tú. Y después de eso, podrás continuar con tu perfecta vida del perfecto mago hetero y yo proseguiré con la imperfecta vida de mago gay que soy.

 

Y con eso, Malfoy sacó su varita y la usó para abrir la puerta del baño. Salió de ahí, dejando a Harry hecho un manojo de pensamientos y suposiciones.

 

Jamás, jamás se había detenido a analizar lo que sería la posguerra para la gente que había estado del lado de Voldemort pero que de alguna manera, se habían librado de los cargos al haber ayudado a vencerlo o porque habían actuado bajo coerción.

 

Desde su postura del mago más querido y mimado del mundo mágico, había sido muy fácil para Harry perder toda percepción de los magos condenados a ser escoria social, como los Malfoy, los Parkinson, los Zabini, o todos los Slytherins en general. El simple hecho de que a Draco –y a los demás- les hubiesen negado el regreso a Hogwarts para terminar el séptimo año, le daba una leve idea de lo que podía estar siendo su vida actual.

 

Recordó lo solitarios que eran todos los ex Slytherin que estudiaban en la Academia y un sentimiento de culpa lo envolvió.

 

¿Qué tan responsable de todo eso era él mismo?

 

Demonios. Eso era lo único que le faltaba para coronar el día: sentirse culpable por algo. Pero, curiosa e incomprensiblemente, la discusión con Malfoy lo había relajado bastante; por lo menos ya no se sentía como un resorte a punto de brincar.

 

Una sonrisa ligera se dibujó en sus labios al darse cuenta de golpe y porrazo que, si había algo que realmente extrañaba de Hogwarts, aparte de a Ron y a Hermione, eran las peleas con Malfoy. Había sido un poco decepcionante que ahí en la Academia el rubio no le plantara la cara como lo había hecho en el colegio. Y la verdad, era algo bueno que, para variar, alguien le diera la contraria a Harry y le buscara un poco de pelea, pues estaba hasta la coronilla de que, por lambisconería, todo el mundo siempre le diera la razón.

 

————————————

 

Se encontró a Malfoy afuera de la cafetería, y no estaba solo. Parkinson y Zabini lo estaban enfrentando y, al juzgar por sus rostros, no parecían muy felices con Malfoy. Harry llegó hasta ellos y automáticamente guardaron silencio, brindándole a Harry la más dura de las miradas antes de alejarse de ahí.

 

Harry los miró irse, entrecerrando los ojos. Ahora que comenzaba a comprender los motivos de Malfoy para fingir que eran novios, le parecía que la actitud de desacuerdo de parte de ellos era reprobatoria.

 

—¿Listo? —le preguntó Malfoy, sacándolo de sus cavilaciones.

 

Harry volteó hacia él, incrédulo de lo que había estado pensando un momento antes. No era posible que estuviese empezando a sentir simpatía por Malfoy, ¿o, sí?

 

—Listo. Vamos.

 

Para su horrorosa sorpresa, Malfoy se acomodó una dulce sonrisa en la cara y colocó su mano dentro de la de Harry. Sin sujetarlo, simplemente metiéndola entre el hueco natural que formaban sus dedos y su palma.

 

Harry bajó la mirada. La mano de Malfoy era un poco más pequeña que la suya, aunque sus dedos parecían ser mucho más largos y bonitos. Su color de piel lucía mucho más pálido en contraste con el color bronceado de la de él. Harry tragó saliva y sujetó la mano que se le ofrecía, sorprendiéndose al descubrir que la sensación de suavidad de la cuidada piel del rubio no le era  desagradable en absoluto.

 

Intentando no pensar en eso, caminó junto con Malfoy hacia la barra de alimentos. Y después, ya ambos con una charola en mano, directo a la mesa donde sus compañeros de siempre esperaban ansiosos por él.

 

Si Malfoy se alteró ante la mirada de desagradable asombro que tenían todos mientras ellos dos se sentaron, no lo demostró en lo más mínimo. Harry les brindó una sonrisa boba antes de clavarse por completo en su cereal con leche, el cual procedió a devorar con tal determinación que parecía que al fondo del plato encontraría la solución a cualquier problema existencial.

 

Malfoy no pudo suprimir un gesto de asco al verlo comer de aquella forma, pero se repuso rápidamente y comenzó a engullir su propio almuerzo de manera mucho más elegante que el moreno. Echándole furtivas miradas a Harry, quien sabía tenía la obligación de presentarlo ante sus amigos como su novio… pero quien no lograba encontrar las palabras adecuadas para hacer semejante declaración.

 

A su alrededor, los compañeros y admiradores de Harry parecían haber olvidado su comida y sólo atinaban a mirarlos, boquiabiertos y sin atreverse a preguntar en qué momento todos ellos habían saltado a la dimensión desconocida.

 

Pero al fin, fue el bocanazas de Michael el que no resistió más. Carraspeó para llamar la atención de todos y luego soltó, dirigiéndose a Malfoy:

 

—No estoy completamente seguro adónde tendría que mandar la lechuza para informar que te hemos encontrado, Malfoy. —Harry levantó la mirada hacia Michael; Malfoy, también mirándolo, sólo entrecerró los ojos—. Si al zoo para averiguar si se les extravió una serpiente, a San Mungo para reportar que hemos hallado a un loco, o al basurero para decirles que las escorias andan sueltas y sentándose en mesas que no les corresponden.

 

Algunas risitas burlescas se dejaron oír a lo largo de la mesa, pero antes de que nadie pudiera decir más, Harry se adelantó y dijo, presa de un inexplicable arranque de molestia:

 

—Y yo no logro entender qué demonios vio el Sombrero Seleccionador en ti para enviarte a Ravenclaw, Corner. Eres realmente idiota hasta para insultar. Mejor cállate y come.

 

No se podía haber dicho quién fue el más sorprendido ante la inesperada defensa que Harry acaba de hacer de su anteriormente odiado rival: si sus amigos, Malfoy o él mismo. Luchando con todas sus fuerzas por no sonrojarse, Harry se concentró de nuevo en su plato de almuerzo sintiendo la mirada de todos clavarse en él, pero entre todas, la intensamente gris e indescifrable de Malfoy.

 

—Harry… —escuchó que Parvati le hablaba y, sin mucho ánimo, Harry levantó sus ojos  hacia ella—. ¿Algo que quieras decirnos? —preguntó su amiga señalando hacia Malfoy con un movimiento de cejas.

 

Harry echó un vistazo alrededor y supo que no había salida. Tragó el último bocado de cereal no sin muchos trabajos y en voz apenas audible, masculló entre dientes:

 

—Chicos, quiero presentarles a mi novio, Draco. Draco, todos estos imbéciles de aquí, son mis amigos... de los que tanto te he hablado —añadió de último momento para darle más naturalidad a la presentación.

 

Fue una suerte que Padma supiera algo de respiración de boca a boca y de primeros auxilios, porque de otra forma, Terry no hubiera salido con vida de aquel desayuno.

 

Y con tal suerte de que aquel alboroto causado por Terry le sirvió a Harry de marco para poder tomar a Malfoy de la mano —otra vez— y escapar del comedor a toda velocidad antes de que alguien se preguntara si el loco fugitivo de San Mungo era él y no Malfoy.

 

————————————

 

Pero por más que corrió, al final no pudo esconderse para siempre: Terry, Michael, Anthony y Morag lo atraparon a solas en el baño una hora antes de salir de clases.

 

Los cuatro lo rodearon mientras Harry se lavaba las manos y supo que no tenía escapatoria posible. Para su mala suerte, el edificio de la Academia tenía encantamiento anti desaparición.

 

Carraspeó y enfrentó las miradas de sus amigos en el espejo que estaba frente a él.

 

—¿Sucede algo, chicos?

 

Terry bufó, y enseguida, las preguntas se sucedieron una encima de la otra y Harry deseó poder escabullirse por el desagüe del lavamanos.

 

—¿En qué demonios estás pensando, Harry?

 

—¿Se te adelantó el calendario? Que yo sepa hoy no es el día de los inocentes, ¿cierto?

 

—Caray, Harry… ¿por qué no nos dijiste que eras gay?

 

—Del viernes a hoy… ¿nos perdimos de algo?

 

—¿No te dijo nunca nadie que no aceptaras bebidas de los extraños y menos de los ENEMIGOS, Harry?

 

—¿Malfoy besa tan bien como dicen?

 

—¿Aceptan hacer un trío?

 

—¿O qué tal mejor un cuarteto?

 

—Ya en serio, Harry. ¿Qué diablos te hizo Malfoy para que aceptaras salir con él?

 

—¿Y GINNY?

 

Harry se giró y los cuatro se silenciaron de inmediato.

 

—¿Qué pasa con ella? —preguntó él cruzándose de brazos y empezando a molestarse en verdad.

 

—¿Cómo que qué pasa con ella? —escupió Michael como si la pregunta fuera muy estúpida—. ¿La semana pasada no te lo pasaste llorando por los rincones porque Ginny estaba enojada por lo de la foto? ¿Qué no te devanaste los sesos para encontrar cómo convencerla de la verdad? ¿Es que ya no la quieres? Y sobre todo, ¿DESDE CUANDO ERES GAY?

 

—¿QUÉ MIERDA TE IMPORTA ESO, CORNER? —le gritó Harry en respuesta, cada vez más enojado. No podía creer que Michael fuera tan intolerante, después de todo Anthony y Morag eran gays y jamás a nadie le había importado—.Creo que no es de tu maldita incumbencia… ¿Hace alguna diferencia para ustedes que yo sea homosexual? —les cuestionó mordazmente a todos.

 

Todos menearon la cabeza negativamente a excepción de Michael.

 

—Para mí sí marca una GRAN diferencia, Harry… —le dijo con voz ronca y mirándolo de arriba abajo—. No puedo creer que un mago como tú sea tan poco hombre. ¡Y más teniendo a Ginny Weasley como novia!

 

Harry rodó los ojos.

 

—Michael, por favor… —Respiró hondo y se pasó una mano por la cara, intentando otorgarles la mejor explicación posible—. Miren, lo que yo haga de mi vida privada no es asunto de nadie, pero como agradecimiento a su preocupación sólo les diré que… que, ah… —Se rascó la nuca y sus amigos lo miraron ansiosamente—. Bueno, para empezar, Ginny y yo ya no somos nada, ¿verdad? Ella me lo ha dejado muy en claro, que nuestra relación ha terminado… a mí y a toda la sociedad mágica en general.

 

Miró hacia la ventanita del baño e imaginó a su ex novia completamente entregada a su carrera como buscadora del equipo de las Arpías, tan lejana como la posibilidad de escapar de las garras del trato que había hecho con Malfoy.

 

—No ha querido escuchar ni una sola de mis explicaciones cuando todos ustedes saben que soy completamente inocente. Y siendo sincero, tengo que reconocer que su desconfianza me ha defraudado profundamente.

 

Eso último era cierto, y Harry no lo había pensado así hasta ese momento en que lo dijo en voz alta. Si Ginny lo creía capaz de magrearse de aquella forma con una nudista cuando tenía un compromiso con ella, entonces era que no lo conocía lo suficiente. Frunció el ceño al darse cuenta de que la situación le dolía mucho menos de lo que hubiera creído posible… tal vez el hecho de que no se hubieran visto muy frecuentemente en el último año había mermado de algún modo el cariño que sentía por la pelirroja.

 

Anthony asintió como si apoyara la explicación de Harry.

 

—Bien dicho, Harry. Las mujeres son imposibles de entender, ¿por qué crees que yo soy gay? —Resopló y le dio una cariñosa palmada en el hombro al moreno—. Entonces, ¿decidiste utilizar la antigua técnica de “un clavo saca a otro clavo” para olvidarla?

 

Michael arrugó la cara en un franco gesto de asco.

 

—Bueno, pero, ¿por qué con Malfoy, Harry? ¿De entre toda la gente? Francamente, ¿no pudiste considerar a alguien mejor? ¿Especialmente a una mujer?

 

Harry se enfureció de nuevo.

 

—¿Te refieres a una mujer como Cho, Corner?

 

Michael enrojeció súbitamente y no dijo más. Después de todo, no era un secreto para ninguno de ellos que, a pesar de ser su novia, Cho aún continuaba coladita por Harry. Éste suspiró, dándose cuenta que se había extralimitado.

 

—Lo siento, Michael, no debí decir eso. Tú sabes que yo considero a Cho solamente como una gran amiga. Y, en serio, chicos… lo único que necesito es que entiendan que si inicié una… ejem, relación con Ma-Draco es porque… eh, bueno es porque tengo mis buenas razones para hacerlo.

 

—Nadie te culpa, guapo —concedió Anthony. —El ingrato de Malfoy está para chuparse los dedos. Si no fuera tan arrogante, hace un par de años que yo le hubiera tirado el anzuelo.

 

Morag soltó un resoplido de burla.

 

—¡Ja! Claro, cómo si te hubiera hecho algún caso estando yo aquí…

 

—¡Cállate, baboso! ¿No te das cuenta de que ahora tenemos menos probabilidades de agarrar un buen partido siendo Harry también gay? ¡Imagina qué competencia!

 

Morag se quedó con la boca abierta.

 

—Mierda. ¡Eso es cierto! —Se giró para enfrentar a Harry y le dijo en tono dolido—: ¡Qué mal amigo eres, Harry!

 

Todos se rieron menos Michael, que meneó la cabeza en un gesto negativo de rechazo y sentenció:

 

—Es una completa idiotez lo que estás haciendo, Potter. Espera y verás que tengo la razón. Malfoy es semilla podrida y no se puede obtener nada bueno al acercarse a él.

 

Y con eso, salió del baño dejando a los demás en un incómodo silencio.

 

—No le hagas caso, Harry —dijo Terry—. Ya sabes que siempre ha sido un poco… pues, convencional. Pero tendrá que aceptarlo tarde o temprano. —Le cerró un ojo y salió también del baño en pos de su mejor amigo.

 

Apenas se quedaron a solas con Harry, Morag y Anthony lo tomaron cada uno de un brazo mientras se dirigían a la puerta de salida.

 

—Y dinos, Harry… —empezó Anthony—. ¿Fue una alocada noche de borrachera y pasión al lado de Malfoy lo que te hizo decidirte a salir del armario?

 

—¿Nos confesarás que fue lo que te hizo Malfoy para lograrlo? ¿Nos contarás quién se tiró a quién?

 

Harry se rió de buena gana pensando que al final aquello no había sido tan duro como se imaginó que sería.

 

—Ni en sueños lograrán sacarme una palabra de eso, chicos. Ni en sueños.

 

————————————

 

Pero la prueba superada con los chicos no fue nada comparada con la de enfrentar a las chicas.

 

La última clase del día, y que por cierto Malfoy no tomaba porque la había acreditado con anterioridad, era Venenos y Antídotos. Las amigas de Harry aprovecharon un momento en que la profesora Reveller se distrajo revisando unos pergaminos, para rodear a Harry y empezar el asalto sin cuartel.

 

Como siempre, Parvati fue la que más se angustió.

 

—Harry —lo llamó de una manera que a Harry le recordó bastante a Hermione—, yo sé porqué estás haciendo esto.

 

Harry levantó la mirada de su caldero.

 

—¿En serio?

 

—Por supuesto —afirmó ella ante la mirada atónita de todos los demás—. Lo haces como revancha. Sabes bien que un romance con otro hombre atraerá la atención de los medios y que tarde o temprano, Ginny se enterará de esto. Y más porque no es cualquier hombre, sino nada más y nada menos que el mismísimo Malfoy… ¡enemigo tuyo y de la familia de Ginny por completo!

 

Harry arqueó las cejas. Eso era verdad y ya lo había pensado. Lo que no se había detenido a analizar era porqué ya no le importaba tanto lo que Ginny creyera de él.

 

—Bueno… —comenzó a decir, pero como era su sana costumbre, Parvati lo interrumpió.

 

—Todavía estás a tiempo, Harry —le dijo ella al borde de las lágrimas—. No seas tonto, verás que las cosas con Ginny se arreglarán. ¡Este método de darle celos no resultará más que en desgracias! Ahora sí la perderás para siempre.

 

—Ah, ¿qué no la perdió ya? —acotó Padma sin dejar de tomar notas en su pergamino.

 

Harry sonrió ante el sarcasmo de la hermana gemela de Parvati.

 

—Eso es exactamente lo que yo pienso también. Creo que lo que ha sucedido entre Ginny y yo no tiene mucho remedio ya. Sobre todo porque ella no ha querido escucharme ni confiar en mí.

 

Esas palabras parecieron dejar a Parvati sin más argumentos para discutir.

 

—Sí, pero, ¿con Malfoy, Harry? —dijo Michael por enésima vez.

 

—¿Quién podría culparlo? —preguntó Anthony también por enésima vez—. Tan guapo él. —Suspiró profundamente antes de agregar, dirigiéndose a Harry—: Supongo que lo llevaras al Cabeza de Puerco hoy, ¿no, Harry?

 

Semejante pregunta suscitó diferentes exclamaciones entre los presentes, y Harry soltó un gemido de terror que nadie escuchó. Había olvidado por completo que ese lunes era el primero del mes.

 

Los antiguos miembros del Ejército de Dumbledore tenían por costumbre reunirse el primer lunes de cada mes en el Cabeza de Puerco como una manera de mantener los lazos entre ellos y festejar su amistad y antigua sociedad. Reunión donde era probable que también Ron, Hermione, e incluso Ginny, estuvieran presentes.

 

—Diablos —fue lo único que atinó a decir.

 

————————————

 

Sabiendo que era mejor tomar al toro por los cuernos, en cuanto terminaron las clases Harry se transportó al Callejón Diagon para buscar a Ron. Esperaba que el rumor de su supuesto noviazgo con Malfoy no le hubiese ganado y que alguien ya hubiese ido de cotilla a informarle al pelirrojo que su mejor amigo estaba de novio ya, y con su peor enemigo.

 

Como siempre, encontró a Ron en el mostrador de la tienda de bromas. Era común que mientras él atendía al público, George estuviera en la trastienda inventando nuevos productos o fabricando los que ya existían en el catálogo. Afortunadamente, la tienda estaba casi desierta. Ron lo miró entrar y le sonrió ampliamente, lo que Harry tomó como señal de que aún no estaba enterado de nada.

 

—¡Harry! —exclamó el pelirrojo—. ¿Listo para el Cabeza de Puerco?

 

Aunque todavía restaban un par de horas para la acordada en la que todos se reunían en el mencionado pub, Harry supuso que Ron creía que había ido ahí a buscarlo para marcharse juntos a la reunión.

 

—Eh, sí, pero… no es por eso que estoy aquí.

 

Ron arqueó una ceja.

 

—Ah —dijo—. ¿Es algo relacionado con Ginny, no?

 

—Pues…

 

—Si lo que quieres es preguntarme si ella estará ahí, me temo que la respuesta es no, compañero —dijo Ron en un tono que daba a entender que consideraba que eso sería una mala noticia para Harry—. Ayer habló con Hermione vía chimenea y le comentó no sé que cosas acerca de un entrenamiento intenso con miras al próximo partido.

 

Qué conveniente, pensó Harry, que ya estaba más que acostumbrado a que Ginny mintiera de esa manera cuando no quería asistir a algún evento.

 

—Claro, lo entiendo. —Carraspeó y miró hacia otro lado. Lo que fuera, menos la cara de Ron—. Pero ese tampoco es el motivo por el que estoy aquí.

 

—¿No?

 

—No. Quería… es decir, quiero hablar contigo acerca de algo. Ponerte sobre aviso.

 

Ron abrió mucho los ojos.

 

—¿Sobre aviso? ¿Qué ha pasado, Harry? ¿Ha escapado algún Mortífago de prisión?

 

Harry negó rápidamente la cabeza.

 

—¡No, no! Nada tan serio como eso. Ehh… sólo que, en la reunión de hoy en la noche —hizo una pausa mientras respiraba profundamente para armarse de valor—, les presentaré a ti y a Hermione a la persona con quien estoy saliendo desde ayer.

 

La cara de Ron no pudo demostrar mejor su decepción.

 

—¿Saliendo? —Apretó los labios fuertemente mientras se quedaba en silencio durante un momento. Harry esperó, sabiendo que al final Ron comprendería—. Ya veo. ¿Es alguien que conozca?

 

Harry comenzó a sudar frío.

 

—Sip —dijo asintiendo con la cabeza—. Yo diría que conoces a esta persona muy bien.

 

Ron lo miró cada vez más intrigado.

 

—¿Está en la Academia contigo? —Ante el asentimiento de Harry, Ron jadeó—. ¡Por favor, Harry! ¡No me digas que de nuevo estás saliendo con Cho!

 

Harry negó con la cabeza.

 

—Nop. No es Cho.

 

Ron suspiró con alivio.

 

—Uf, menos mal. Es un arpía y además, Michael te mataría si Cho lo deja por culpa tuya… ¿Entonces? ¿Alguna de las Patil? ¿Parvati o Pad…?

 

—Ron —interrumpió Harry casi al borde de las lágrimas—. ¿Qué harías si te dijera que… que… yo soy gay?

 

Ron se puso tan rojo que parecía caldera a punto de explotar.

 

—Bu-bueno —tartamudeó después de unos momentos—, supongo que lo entendería y que lo comprendería, aunque no voy a negarte que yo estaba ilusionado con la idea de que seríamos cuñados… —De repente, hizo una pausa y empalideció—. Entonces, si crees que eres gay, eso quiere decir que la persona con quien estás saliendo es…

 

Harry asintió, teniendo que apoyarse del mostrador para sostener su peso.

 

—Sí, Ron. Es un chico. Estoy saliendo con un chico.

 

—¿Anthony? —preguntó Ron con un hilo de voz y un gesto de franco desagrado en la cara—. ¿O Morag?

 

Harry negó de nuevo, sumergiendo la cabeza entre sus brazos porque de repente se encontró con que era incapaz de mirar a su amigo a los ojos.

 

—Estoy saliendo con Malfoy —dijo en un susurro.

 

Escuchó a Ron reírse fuertemente, en lo que claramente era una manera de distraer su nerviosismo.

 

—Harry, vas a matarme, pero creo haberte escuchado decir que es con Malfoy con quien estás saliendo.

 

Harry suspiró y levantó la cabeza, mirando a Ron directamente sin decir más. Y Ron comprendió.

 

—Oh, por Merlín —fue todo lo que dijo antes de caer desmayado tras el mostrador.

 

————————————

 

Harry había huido de Sortilegios Weasley antes de que George pudiera preguntarle qué era lo que había ocurrido entre él y Ron, y ya una vez en casa, se sentó a escribirle una lechuza a Malfoy.

 

A la hora en que salió de la Academia no lo había visto, e ignoraba si el rubio estaría enojado en ese momento porque Harry no lo había acompañado a su casa o algo así. Le sudaban las manos mientras escribía, furioso y nervioso por no saber a ciencia cierta qué era lo que Malfoy esperaba de él como supuesto novio.

 

Pero al menos, intuía Harry, Malfoy esperaría que lo llevara consigo a las reuniones con sus amigos, como lo hacían todos los que tenían una verdadera pareja.

 

Así que, antes de que otra cosa sucediera, Harry le mandó una lechuza donde le informaba acerca de la reunión mensual que tenían los ex miembros del ED en el pub de Hogsmeade, agregando también que comprendía que tal vez ese lugar era de demasiada baja categoría para alguien de su alcurnia. Tenía la secreta esperanza de que el centro de reunión desanimara a Malfoy y por lo mismo, rechazara su invitación.

 

Pero no. Antes de media hora, la respuesta de Malfoy ya había llegado hasta su casa.

 

Pocas y duras palabras, pero suficientes para que Harry deseara sufrir un accidente en el camino y así, tener una excusa para no asistir.

 

Te veo afuera de Las Tres Escobas. Así entraremos juntos al Cabeza de Puerco y todos creerán que me recogiste en casa o lo que sea.

 

Espero que al menos tengas la decencia de lavarte los dientes, porque dudo mucho que tus amigos se traguen el cuento de nuestro noviazgo al menos de que me beses delante de ellos.

 

Echando humo por las orejas, Harry decidió que en cuanto tuviera oportunidad aclararía un par de puntos con Malfoy. Y tal vez, si todo salía como él deseaba, el que jamás podría cepillarse los dientes de nuevo sería el arrogante rubio, pues Harry se los tumbaría de un puñetazo si osaba atreverse a pedirle otro beso.

 

Pero aún así, sin pensar mucho en lo que hacía, fue y se bañó. Buscó sus mejores ropas y terminó lavándose la boca a consciencia. Convenciéndose de que los nervios que sentía se debían a lo desagradable de la situación y no a otra cosa.

 

 

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