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Manual del Perfecto Gay - Fanfiction Harry Potter
Perlita loves Quino's work
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PerlaNegra -Harry Potter Slash Fanfiction

El Tutor

 

 

Capítulo 3
Libro Abierto

 

Primero se le ocurrió despedir a Potter sin más.

 

Pero luego creyó que esa no era muy buena idea. Seguramente Scorpius le reprocharía toda la vida y más allá por no haberle permitido tomar la tutoría. Merlín lo amparara donde, más adelante, Scorpius necesitara del TIMO de Defensa para algún trabajo o estudio y él fuera el responsable de que no lo hubiese aprobado por unas sospechas que, tal vez, Draco ansiaba, fueran sólo infundadas.

 

Así que siguió pensando, y, con el transcurso de las horas, llegó a la conclusión de que estar enamoriscado del profesor no era un mal demasiado particular y que no demostraba a ciencia cierta que su Scorpius fuera gay. Después de todo, podía ser algo pasajero, una etapa de experimentación. Tal vez, en cuanto probara el sexo con una chica, se daría cuenta de que aquello no había sido más que una confusión ocasionada por el aura de heroísmo que Potter siempre se había cargado.

 

Draco hizo gestos al pensar en tener sexo con mujeres. A él nunca le había apasionado, ni antes ni después de haberse casado. Las primeras veces habían sido por curiosidad, y después, por la necesidad de procrear. Pero en cuanto Astoria había quedado embarazada, Draco pudo dejar ese deber a un lado, gracias a Merlín. Aunque eso no quería decir que no sintiera cariño por su mujer, sino todo lo contrario. Sabía que jamás podría amar a una mujer como la amaba a ella aunque fuera sólo de manera platónica, porque en el fondo sabía muy bien que no cualquier bruja de sangre limpia habría aceptado casarse en las condiciones en las que la chica Greengrass y él lo habían establecido.

 

Y por lo mismo, si al final resultaba que Scorpius también era homosexual, lo podía comprender perfectamente. De la misma manera que podía comprender por qué Potter le gustaba.

 

Frustrado, tuvo que reconocer que comprender a Scorpius era, justamente, lo que más le molestaba. Por más que lo intentaba, no podía dejar de recrear en su mente el nuevo aspecto de Potter. Se le veía tan bien que Draco no podía creerlo. Había esperado encontrarse con un hombre acabado y derrotado, deprimido por la muerte de su mujer, y, en cambio, se había topado frente a frente con un hombre todavía de aspecto joven y cuya forma se podía adivinar atlética a pesar de las capas de ropa que cubrían su cuerpo. Un hombre con ojos tan brillantes y llenos de vida como los de un veinteañero, con una actitud igual de altanera y arrogante a la que tenía cuando era sólo un adolescente.

 

Potter no había cambiado para mal. Lo peor, para el gusto de Draco, había mejorado. Porque él prefería los hombres así; fornidos, varoniles, medio brutos y bruscos. “Cavernícolas”, se burlaba Astoria de él al hacer recuento de los hombres con los que Draco se había enredado con el paso de los años.

 

Y cuando los recuerdos de la apariencia de Potter acudían a su mente durante el transcurso de aquella tarde, Draco intentaba evitarlo y gemía de pura angustia. ¿Por qué a él? ¿Por qué después de tantos años tenía que volver a enfrentarse a eso, precisamente?

 

La vida era injusta y el destino, muy cruel.

Durante la cena de esa noche, Draco le pidió a Scorpius que, al terminar, subiera con él a su despacho. El chico se alteró visiblemente ante su petición, dato que sólo puso más en alerta a su preocupado padre.

 

Los dos subieron a su oficina y Draco cerró con llave, amén de aplicar un hechizo silenciador para evitar que, por casualidad, Astoria pasara por ahí afuera y pudiera escucharlos. El conjuro ejecutado por Draco puso aún más nervioso a Scorpius, quien se sentó enfrente del escritorio de su padre y, al parecer, estaba a punto de sufrir un soponcio.

 

Draco suspiró y también se sentó.

 

—Voy al grano, Scorpius —comenzó—, porque creo que no tiene caso que tú continúes fingiendo que no sabes que lo sé, y que yo finja que no lo sé. ¿No crees? —Scorpius clavó la vista en el suelo y asintió con gesto abatido—. Bien. Porque te conozco como a mí mismo, puedo apostar mi vida a que fallaste a propósito en tu examen de Defensa, y que lo hiciste para tener a Potter como tutor durante todo el verano.

 

—No —respondió Scorpius, levantando la cabeza hacia su padre, pero enrojeciendo visiblemente—. Eso no es verdad, yo no tenía manera de saber que él sería el tutor que me asignarían.

 

Draco sonrió al darse cuenta que, al menos, Scorpius había admitido la primera parte.

 

—Bien, reconoces que fallaste alevosamente —comentó casi con diversión y notó que Scorpius fruncía el ceño al darse cuenta de su metida de pata—. Y respecto a lo segundo, casi podría jurar que, si te hubieran asignado a otro profesor, tú hubieras renunciado al TIMO alegando cualquier tontería. ¿Me equivoco? No puedes negarme que te entusiasma que sea Potter tu tutor. Simplemente, no puedes negarlo… Te lo advierto —avisó con voz severa cuando Scorpius abrió la boca para replicar, levantando una mano y señalando a su hijo con un dedo—, deja ya de mentir o me verás realmente enojado, Scorpius.

 

Con eso, Scorpius agachó la cabeza en un gesto de derrota. Después de unos largos segundos, asintió, otorgándole a su padre la razón.

 

Draco volvió a suspirar con inquietud; había tenido la pequeña esperanza de que su hijo desmintiera sus sospechas, pero ahora veía que no.

 

—Me gustaría saber, Scorpius, si eres homosexual. Y créeme, no voy a escandalizarme por eso.

 

Scorpius se sonrojó tanto que parecía a punto de arder en combustión espontánea.

 

—Yo… —balbuceó—. Yo… no lo sé.

 

Se quedó callado y Draco le preguntó:

 

—¿Sabes que yo lo soy, cierto?

 

Scorpius asintió.

 

—Sí —dijo en voz baja—. Lo sé. —A Draco no le sorprendió. Después de todo, su arreglo matrimonial con Astoria nunca había sido un secreto para el chico, quien estaba acostumbrado a ver a sus progenitores vivir juntos, pero cada quien por su lado—. Y… bueno… no sé si yo también lo soy. Encuentro atractivos a otros chicos, pero… no lo sé —repitió—. No estoy muy seguro.

 

—Y a Potter, ¿lo encuentras atractivo? —soltó Draco a bocajarro. Scorpius casi se cayó de la silla por el respingo que pegó, pero no respondió. Draco lo tomó como una contestación afirmativa y se mordió los labios con rabia—. Yo espero, realmente espero, que seas lo suficientemente listo como para no tener yo que enumerarte todas las desventajas que implica que tú gustes de un profesor. —El chico no dijo nada y Draco, después de resoplar, continuó—: Supongo que sabes que Potter y yo fuimos compañeros en el colegio. Y lo conozco, hijo. Lo suficiente como para asegurarte de que él no es gay. Su matrimonio con Ginny Weasley no fue un montaje como lo ha sido el de tu madre y el mío, y no dudo que pronto se consiga una nueva esposa que llene el hueco que seguramente dejó la otra al morir —recitó de forma ausente, intentando desprenderse de la amargura que sentía al hablar así de Harry Potter.

 

¿Por qué le daba tanta rabia imaginar a Potter casado de nuevo? ¿No había ya sufrido lo suficiente al enterarse de su primer matrimonio?

 

Para su asombro, Scorpius negó con la cabeza. Draco se asustó al descubrir auténtica esperanza brillando en los azules ojos de su hijo, casi como si gritara “Voy a conseguirlo”. Aquella terquedad lo inquietó sobremanera.

 

—No, no creo —dijo el chico—. En el colegio corren todo tipo de rumores, que por cierto, tienen a sus tres hijos vueltos locos —agregó, sonriendo al decir lo último. Draco también sonrió al imaginarse a Scorpius incordiando a los tres jóvenes Potter a causa de chismes acerca de su padre. Era completamente propio de un Slytherin aprovecharse de la desgracia ajena para burlarse de un Gryffindor—. Dicen que si renunció a su puesto en la jefatura de los aurores, no fue por la muerte de su esposa, si no por culpa del escándalo en el que se vio implicado al acostarse con uno de sus subalternos, el más joven de todos. Dicen que se enredó con él cuando apenas llevaba unos pocos meses trabajando bajo su mando, y que cuando se supo, le dio tanta vergüenza que prefirió renunciar. ¿A que no adivinas de quién se trata?

 

Draco lo miró con los ojos muy abiertos. Tenía la boca seca ante el relato de su hijo, pero no por falsa admiración hacia los pecados de San Potter, sino porque… Si eso que Scorpius le estaba contando era verdad, quería decir que Potter era gay. Y ellos dos, él y Potter, habrían podido…

 

¿Cómo no se había dado cuenta antes?

 

Pero no. Claro que no. Draco de inmediato se dio una patada mental para obligarse a reaccionar. Se estaba comportando demasiado iluso al pensar que él y Potter habrían podido ser algo. Aún si Potter era marica, había mil cosas que los habrían separado. Cosas que los continuaban separando aún en ese momento.

 

Y ese joven del que Scorpius le hablaba, no podía ser otro que…

 

—¿Ted Lupin? —preguntó Draco y Scorpius sonrió. Draco soltó un bufido de incredulidad. Había visto a ese sobrino (el hijo de su demente prima Tonks) demasiadas pocas veces en su vida, pero sí las suficientes como para descubrir sus obvias tendencias maricas. Además, era la más reciente adquisición del departamento de aurores, apenas con un par de años laborando—. Pero, espera un momento… —le pidió a Scorpius mientras recordaba algo—, ¿Qué Potter no es su padrino?

 

—Sí, lo es —respondió Scorpius, emocionado de poder contarle a su padre algo que él ignoraba—. Lo que sólo vuelve el asunto más sórdido de lo que ya es, ¿no crees?

 

Draco estaba anonadado a toda regla. Potter, el honorable San Potter, ¿acostándose con su ahijado? Jamás lo hubiera pensado ni siquiera por un momento. Aunque claro, igual todo podía ser invento de la gente. De la misma manera que durante años se aseguró que el trío dorado era un “verdadero trío” con todo el sentido sexual de la palabra.

 

Sin embargo, si el rumor era verdad, eso quería decir que Potter era un pervertido a quien le gustaba involucrarse con jovencitos inocentes como el mismo Scorpius...

 

Su alarma interior comenzó a sonar con desesperación. Intentó conservar la calma delante de Scorpius, esforzándose por hacerlo razonar:

 

—Y con esos antecedentes en su récord, ¿crees tú que Potter se arriesgará a involucrarse con un estudiante menor de edad como tú, Scorp? —le preguntó a su hijo con tono mordaz—. Yo no lo creo. Podrá ser todo lo marica que quieras, pero no deja de ser tu profesor.

 

La sonrisa de Scorpius desapareció rápidamente al darse cuenta de que su padre no avalaba su intento de seducción, ni que tampoco había logrado desviar su atención de ese tema. De nuevo, Scorpius pareció desinflarse y bajó la cara, mirando hacia el suelo. Draco no cejó en su empeño de hacerle entender.

 

—Sé que Potter es tonto —continuó Draco—, pero no creo que esté interesado en armar un escándalo en el colegio donde sus hijos también asisten a clases. Porque una cosa es tener un lío en el Ministerio con un subalterno, pero, ¿en una escuela? ¿Y con un alumno? No, Scorp. No es lo mismo, las cosas cambian radicalmente. Le podría costar el empleo y la libertad, ¿sabes? Incluso, el Ministerio podría quitarle la custodia de sus hijos.

 

Las últimas frases llevaban implícito mucho más que el solo aviso de lo que podía sucederle a Potter, porque no era que Draco estuviese defendiendo o preocupándose por el bienestar del cretino cuatro ojos, si no que usaba ese recurso para dirigir amenazas implícitas en contra del mismo Scorpius. Éste, se dio perfecta cuenta, porque así como Draco lo conocía a él como a la palma de su mano, estaba seguro de que Scorpius también comprendía a su viejo padre. Y así, en ese “Le podría costar el empleo y la libertad, ¿sabes?”, también le anunció que, si él se atrevía a intentar seducir a su profesor, toda la furia de Draco caería sin piedad sobre su cabeza. Draco le estaba dejando muy en claro que, para acostarse con Potter tendría que pasar “sobre su cadáver”, ni más ni menos.

 

—Así que déjate de idioteces y olvida eso —concluyó Draco—. Si quieres experimentar, adelante. Hazlo. Pero con un chico de tu misma edad, no con un hombre que podría ser tu padre.

 

Scorpius no dijo más y pidió permiso para retirarse, dejando a Draco con la duda si sería capaz de obedecer o no.

 

Antes de que su hijo saliera, Draco añadió:

 

— Sólo una cosa más para dar este asunto por finalizado, Scorpius. —El chico se giró hacia él y esperó—. Si estás tomando estas tutorías, es vital que tu interés primordial sea aprobar el TIMO y nada más. Si yo descubro que tu intención es otra diferente a esa, pediré la cancelación de las clases. ¿Has entendido?

 

Scorpius asintió sin decir palabra. Draco lo miró salir; el joven iba arrastrando los pies, pero parecía dispuesto a someterse. De todas formas, Draco no podría estar tranquilo hasta haberse asegurarse personalmente de ello, no era tan tonto como para dejarlo todo a la suerte, no mientras estuviesen jugándose cosas tan importantes como el bienestar de su propio hijo.

 

Y ya sabía cómo iba a conseguir cerciorarse de que el cretino de Potter se portara bien.

 

Al menos, mientras estuviese en la Mansión.

Al otro día, después de una noche de pésimo sueño y llena de ciertas pesadillas que prefería no recordar, Draco se encerró en su despacho poco antes de las nueve en punto, dispuesto a no verle la cara a Potter más de lo necesario. Porque, después de todo, para llevar a cabo su plan de espionaje, no requería estar viendo frente a frente al grandísimo zoquete.

 

Dejó órdenes a Mandy para que fuera ella quien recibiera al profesor en el salón y se asegurara de que se orientara directo a la biblioteca sin desviarse en el camino.

 

Con todo, al llegar la hora del arribo del profesor, Draco no pudo dejar de pensar en que Potter se encontraba en ese momento bajo el mismo techo que él y lo inquietante que eso comenzaba a ponerse.

 

Prestamente, abrió un libro que tenía sobre el escritorio. Suspiró con nerviosismo, pero, al mismo tiempo, sintiéndose bastante satisfecho con él mismo. Aquel método sería todo lo que él necesitaría para darse cuenta si entre Potter y su hijo sucedía alguna situación comprometedora que le brindaría la excusa perfecta para denunciar al degenerado.

 

Con los ojos clavados en las letras borrosas de aquel viejo libro, Draco se percató de que nada parecía ir mal en la tutoría que se estaba llevando a cabo en ese preciso momento.

 

Se dio cuenta del instante en el que Potter llegó a la biblioteca, seguido inmediatamente por un serio y callado Scorpius. Se dio cuenta de que Potter se comportaba de manera bastante normal, como lo haría cualquier otro profesor, y que Scorpius respondía educadamente a las preguntas formuladas por él. Incluso, Draco se dio cuenta de cuál lección estudiarían ese día, y cuáles deberes tendría que hacer su hijo antes de que finalizaran las tres horas de clase.

 

Finalmente, Draco tuvo que reconocer que sus temores parecían infundados y exagerados, pues Potter no parecía tener ninguna intención malévola ni indecente hacia su vástago. Draco volvió a suspirar, pero ahora con más tranquilidad. Sin embargo, no iba a confiarse todavía, así que decidió dejar el libro abierto para continuar su espionaje hasta el final de la clase. Movió el tomo hacia un lado de su escritorio e intentó concentrarse en el trabajo del día.

 

Pero no pudo hacerlo. No podía dejar de prestar atención a lo que sucedía en la biblioteca, y sobre todo, no podía dejar de pensar en Potter, en la impresión que le había causado verlo de vuelta y… en lo bueno que estaba, el maldito.

 

Además, el rumor que Scorpius le había contado no dejaba de darle vueltas por la cabeza. ¿De verdad Potter se habría atrevido a involucrarse sexualmente con aquel jovencito, el sobrino de Draco? Éste no pudo evitar una punzada de amargura al recordar el atractivo hombre en el que Ted Lupin se había convertido; no era difícil creer que Potter hubiera podido ser seducido por él. Además, su parentesco les daría el marco ideal para lograr cualquier tipo de intimidad y…

 

Draco se levantó de improviso, dirigiéndose hacia la puerta. Tenía que salir del despacho. Necesitaba aire, necesitaba dejar de pensar. Le estaba dando mucha importancia al asunto “Potter” —demasiada— y sentía que perdería la chaveta de un momento a otro. No podía desviarse de lo principal por estar pensando si Potter era o no gay, si Potter estaba bueno o no.

 

Tenía que cuidar a su familia, cuidar que…

 

En las escaleras, se topó frente a frente con Astoria y ambos detuvieron su marcha. Su esposa lo miró con el ceño fruncido, característica muy poco usual en ella, pues por lo general siempre estaba de muy buen humor.

 

—Draco, cariño, justo iba a buscarte —le informó y se cruzó de brazos. Draco suspiró con resignación; seguro que ella le iba a pedir que le comprase algo o…—. No puedo creer que hayas tenido la grosería de no acudir a recibir a Harry Potter al salón. Pasé por ahí un poco antes de su arribo y sólo me encontré a Mandy esperándolo.

 

Draco cerró los ojos un momento, armándose de paciencia. Luego los abrió y comenzó a explicarse:

 

—Astoria, querida… En primer lugar, este hombre es solamente el tutor de Scorpius. Olvídate si se llama Harry Potter, Gandalf el Gris o el Capitán Garfio. Es sólo el tutor. Un empleado nuestro, alguien a quien le pago por sus servicios, y no un invitado al que hay que ir a recibir cada mañana haciéndole fiesta con bombos y platillos —finalizó con enorme sarcasmo.

 

Astoria puso los ojos en blanco.

 

—Lo que pasa es que no te cae bien.

 

—¡Exacto! —afirmó Draco, tomando a su esposa de los brazos y dándole un cariñoso apretón antes de soltarla—. Me alegra que hayas captado el meollo del asunto, dulzura.

 

—Pero —prosiguió ella, comenzando a bajar las escaleras acompañada de su marido—, no entiendo por qué no te agrada. Sé que en el colegio y en la guerra ustedes tuvieron sus bemoles, pero ya deberías haber dejado eso atrás. ¡Ahora me parece tan simpático! Y es todo un caballero, además —agregó con ojos soñadores y una sonrisa traviesa.

 

Draco se detuvo de nuevo a media escalera, mirando fijamente hacia Astoria.

 

—¿Lo has visto? —preguntó con un gruñido.

 

Astoria también se detuvo y lo miró con gesto culpable.

 

—¡Por supuesto que lo he visto! Cuando Mandy me informó que no estarías presente para recibirlo, opté por hacerlo yo misma. —La mujer negó con la cabeza, como si no pudiera creer la indelicadeza de Draco, y luego se encogió de hombros—. Alguien debe dar la cara por la familia y demostrar la buena casta de nuestro apellido, ¿no crees? Si tú no puedes o no quieres, yo estaré más que encantada de atender a Harry Potter en tu nombre y el mío.

 

Draco meneó con la cabeza, no pudiendo evitar una sonrisa al imaginarse a Astoria brindándole a Potter lo que seguramente se trataría de “descarados coqueteos” y que ella, inocentemente, llamaría “atención amable y educada”. Se giró hacia el frente y continuó bajando las escaleras.

 

—Sólo espero que no lo recibas cada mañana como recibes a Denny, el jardinero, porque si no, Potter acusará a la familia completa de acoso sexual —masculló entre dientes para él mismo, sintiéndose demasiado agotado emocionalmente como para enojarse por lo que hiciese su esposa.

 

—¿Dijiste algo? —le preguntó Astoria, alcanzándolo y colgándose de su brazo.

 

Draco negó con un movimiento de cabeza, dándose cuenta lo mucho que Potter siempre parecía estar presente en su vida, irrumpiendo en ella veinticinco años después de la batalla final y resultando que, de pronto, toda su familia completa estaba vuelta loca por él.

 

Incluyéndolo a él.

 

“Ohh, no, por favor. Por favor, que alguien me diga que no acabo de pensar eso”, gimió en su fuero interno.

 

—Lo he invitado a quedarse a almorzar con nosotros —comentó Astoria como quien no quiere la cosa, interrumpiendo los pensamientos de Draco—. Le rogué que nos hiciera el honor de acompañarnos cuando él y Scorpius finalizaran con la clase del día.

 

Por tercera vez, Draco se detuvo a medio camino y encaró a la mujer.

 

—¿Que has hecho, QUÉ? —exclamó.

 

Astoria frunció el ceño y se puso seria.

 

—Lo he invitado a almorzar. Pero él se negó. Muy amablemente, debo agregar.

 

—Menos mal —suspiró Draco—. Me alegra que el cretino sepa cuál es su lugar.

 

—No, Draco, te equivocas —le dijo su mujer, cada vez más molesta—. Se ha negado porque tú le dijiste que es sólo un empleado y que no tiene un lugar en nuestra mesa. Lo humillaste ayer, ¿cierto? Está herido y por eso no aceptó.

 

Draco jadeó.

 

—¿Él te contó que yo dije eso?

 

—¡Claro que no! —respondió ella—. ¿Qué tipo de caballero sería si me lo hubiera contado, Draco, por Dios?

 

Draco la miró con los ojos entrecerrados, abriendo mucho la boca.

 

—¿No me digas que usaste Legeremancia con él sin que se diera cuenta? —preguntó, cada vez más azorado.

 

Astoria se sonrojó un poco, confirmando las sospechas de Draco.

 

—Bueno… —admitió ella, todavía algo abochornada—. Sí, lo hice. No fue nada difícil. El pobre hombre parece un libro abierto, a decir verdad. Creo que podía haber adivinado lo que piensa aún sin usarla.

 

Astoria poseía un talento impresionante para leer la mente de los demás, y, en ocasiones, ni siquiera necesitaba formular el encantamiento para conseguirlo. Sin embargo, por razones de moral, jamás empleaba ese hechizo con Draco ni con su hijo. “Sería muy bajo y ruin de mi parte”, les decía. Pero con otras personas no parecía importarle ese ínfimo detalle.

 

Draco gimió de pura frustración.

 

—Pues si ya leíste todo en su cabeza de chorlito, creo que no tengo manera de negarlo. —Astoria lo miró enojada, y él agregó—: Sí, así es. Lo admito. Yo le dije a él que de ninguna manera pensaba invitarlo a almorzar nunca. Que quería que se largara de aquí a las doce en punto de cada día.

 

—¡Draco! —soltó Astoria—. Pero, ¡qué descortés! ¡Qué grosero! ¿Cómo has hecho eso? Ni siquiera a Denny lo tratamos así. Digo, no es que lo invitemos a convivir con nosotros, pero tampoco le negamos los alimentos. —Draco miró a Astoria intensamente y ella se sonrojó otra vez—. Bueno, admito que Denny es… algo especial para mí, pero… ¡Merlín, Draco! ¡Es Harry Potter, y es el tutor de Scorpius! Además, va a ser su profesor de Defensa durante los dos años que le restan de colegio. Lo mínimo que podemos hacer es tratarlo bien mientras esté en casa. No somos unos trogloditas y haríamos bien en demostrarlo.

 

—¿Cómo tú se lo demuestras a Denny? —se burló Draco, cruzándose de brazos—. Porque te informo que yo no pienso requerir ningún favor sexual de Potter. ¿O acaso tú sí? —Astoria se llevó una mano hasta la boca para ocultar una sonrisa pícara que pugnaba por salir. Draco negó con la cabeza y comenzó a bajar las escaleras—. ¡Ver para creer! Eres insaciable, mujer.

 

Astoria bajó rápidamente para unirse a un furibundo Draco.

 

—¿No me digas que no está buenísimo? —le preguntó ella mientras soltaba risitas nerviosas—. Aún con las túnicas puestas, se nota que tiene un cuerpo espectacular. Y yo estoy segura de que estás furioso porque Potter es heterosexual y tú no puedes echártelo al plato. ¡Me toca a mí hacer eso, darling! —bromeó alegremente—. Pero le daré saludos de tu parte, te lo prometo.

 

Draco rodó los ojos, pero no dijo más. Si Astoria supiera lo cerca que estaba de la verdad al decir que él también había notado lo bueno que estaba Potter, no podría creerlo y Draco jamás escucharía el final de todo eso.

 

Menos mal que la bendita mujer no usaba la Legeremancia con él.

 

 

 

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