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Manual del Perfecto Gay - Fanfiction Harry Potter
Perlita loves Quino's work
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PerlaNegra - Harry Potter Slash Fanfiction

Magic Works

 

Capítulo 7

Crookshanks

 

 

Después de varios meses de filmar en el estudio de Londres, Tom partió junto con el equipo a cierto pueblito de Escocia, el más cercano a las imponentes cañadas de Coe. Ése era el paisaje elegido en el que se llevarían a cabo varias de las escenas ocurridas fuera del castillo.

 

No era que la intervención de Tom en ellas fuera grandiosa. De hecho, él solo participaba en una sola, aquella donde Draco era golpeado por Hermione al burlarse de la muerte del hipogrifo. Terminando de rodar esa parte, él tendría que regresar de nuevo al estudio citadino, dejando a los del elenco principal atrás.

 

Se suponía que el equipo estaba aprovechando el verano para trabajar en exteriores, aunque en realidad parecía que en esa hermosa pero agreste región no dejaba de hacer frío nunca. Al director se le había metido en la cabeza que quería un enorme reloj de sol a la salida del castillo, y justo en ese escenario era donde se desarrollaban las pocas tomas de las que Tom era parte activa.

 

Pasaron un par de días filmando, pero Cuarón no parecía obtener lo que quería. Entonces, una pertinaz llovizna sorprendió a todos, teniendo que suspender por varios días más. El tiempo de descanso obligado fue aceptado con bastante agrado por todos los jóvenes actores, quienes se dedicaron a vagar, a comer y jugar en las instalaciones de la antigua posada en la que se estaban quedando. Al menos, fue divertido los primeros días.

 

Al final, aquel chico o chica que había tenido la dicha de llevar con él algún aparato o juego electrónico, vio de repente invadida su habitación con más de un aburrido compañero que deseaba compartir. Estar encerrados en un viejo hostal  no era tan entretenido después de todo.

 

Tom agradecía haber llevado consigo su guitarra y su nuevo iPod. Pero, al segundo día de lluvia incesante, hasta él se aburrió de estar sin hacer más. La tercera noche de aquel infierno lluvioso, sintió que se volvería loco encerrado en su habitación.

 

Esa noche, su hermano mayor —el mismo que solía acompañarlo a todos sus viajes—, estaba viendo la TV. Tom, para no molestarlo con su música, decidió dar un último paseo nocturno por las instalaciones de la posada. Con suerte, si ya estaba lo suficientemente oscuro, tal vez hasta lograría ver un fantasma.

 

Apenas estaba saliendo de su cuarto cuando escuchó risitas a unos metros de distancia. Se giró hacia donde provenía el ruido y alcanzó a ver a alguien pasar rápidamente por el corredor. Reconoció la ropa que llevaba puesta la escurridiza paseante noctámbula. Era Emma; Tom se había fijado muy  bien en ella y en su atuendo a la hora de la cena.

 

Sonriendo, Tom caminó hacia el corredor donde Emma había desaparecido, con la esperanza de descubrir qué hacía y porqué parecía tan divertida.

 

El chico llevaba un par de meses tonteando tras ella, pero Emma no le hacía ningún caso; simplemente no parecía interesada en mantener un noviazgo. En parte, creía Tom, podía deberse a su corta edad. A pesar de tener cuerpo de mujer, la chica no demostraba suficiente madurez. Tom había concluido que todavía era caso perdido. Tal vez, era cuestión de esperar.

 

Las risas se escucharon más estridentes conforme Tom se acercaba a la puerta tras la cual parecía haberse metido Emma y cualquier otra persona que la estuviese acompañando. Tom la abrió de golpe, intuyendo que allí se fraguaba algo y queriendo formar parte.

 

No se sorprendió cuando descubrió que sólo eran Emma y Dan. Ambos se congelaron durante una fracción de segundo cuando Tom irrumpió, pero entonces, comenzaron a reírse como tontos. Tom terminó de entrar y cerró la puerta tras de sí, sin estar seguro de saber de qué se burlaba aquel par.

 

—¿Qué…? —comenzó a preguntar, pero sólo tuvo que echar un vistazo alrededor para darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.

 

El cuarto apestaba a cerveza. De alguna manera, aquellos dos insufribles se habían hecho de algún par de botellas y aprovechando la evidente ausencia de la madre de Dan –quien se hospedaba en el hostal con él- estaban pegándose la que seguramente era la primera borrachera de sus vidas.

 

Tom no supo si sonreír o preocuparse. No quería ni pensar en las consecuencias de ese comportamiento, si la madre de Dan volvía y los descubría en eso. O algún empleado del hotel, o alguien del equipo…

 

—Ustedes dos, están locos… —dijo, y eso sólo provocó que Dan y Emma rieran más.

 

Dan estaba sentado en la que seguramente era su cama, y Emma en una silla frente a él. Por un breve instante, al encontrarlos a ellos dos ahí solos, Tom se preguntó si era Dan el motivo por el que Emma había estado ignorando sus flirteos, pero lo descartó en un dos por tres. No estaba muy convencido del porqué, pero algo le decía que entre ésos dos, sólo había un tipo de relación fraternal.

 

Emma iba un poco despeinada y Dan estaba sumamente ruborizado. Y se veían tan despreocupados y felices que Tom deseó unirse a la fiesta.

 

—¡Qué susto nos has dado, Tom! —gritó Dan—. Pensé que era mamá y casi me cago…

 

Emma se rió ante eso como si hubiera sido el gran chiste, y Tom casi pudo verle las amígdalas.

 

—¿Dónde está tu ma…? —comenzó a preguntar Tom, pero Emma lo interrumpió. A veces Tom no estaba seguro cuál de ésos dos hablaba más.

 

—Fue a tomarse una copa con el padre de Dan, que está de visita —dijo con una gran sonrisa—. Nos permitieron quedarnos juntos aquí, viendo la tele…

 

Tom giró la cabeza hacia el aparato y lo vio encendido pero sin volumen y puesto en el mismo canal aburrido que había estado viendo su hermano. Meneó la cabeza y les cuestionó:

 

—Par de cabezotas, ¿cuántas se han tomado? Mejor ni les pregunto cómo las han conseguido…

 

Estaba seguro que no las habían comprado, así que mejor no enterarse. No quería ser cómplice del robo y meterse en un lío si los descubrían. Su hermano seguramente lo mataría.

 

—Puess… no sé, ¿dos? —respondió Dan, mirando a Emma con expresión interrogativa—. Yo llevo dos… creo. ¿Y tú?

 

Emma sólo se encogió de hombros y se hundió en su silla. Tom se acercó a ella, comenzando a preocuparse. La chica tenía un raro tono verdoso en la piel.

 

Tom miró la hora en su reloj de pulsera.

 

—Me parece que el restaurante todavía está abierto. Voy a traerles algo de comer…  creo haber escuchado que eso sirve para sentirse mejor. —Emma y Dan sólo lo miraron esperanzados; parecía que la idea de comer no les resultaba del todo mal—. De acuerdo, esperen aquí. Ahora vuelvo.

 

~

 

Regresó lo más rápido que pudo con los dos platillos de bistec, papas al horno y cebolla frita que les había comprado. Se veían apetitosos y olían aún mejor. Tom, aunque ya había cenado, no podía dejar de salivar ante el delicioso aroma.

 

Se paró ante la puerta del cuarto de Dan y dudó. ¿Y si su madre ya estaba ahí? Titubeando para sostener los dos platos con una sola mano, tocó suavemente la puerta. Dan, más pálido que un momento antes y mucho más serio, le abrió.

 

—Hola —le dijo con voz ronca y una repentina sonrisa—. Pensé que no volverías.

 

Tom le sonrió y le hizo una seña para que le ayudara con uno de los platos.

 

—¿Y por qué no?

 

Dan cogió el plato que Tom le ofrecía y los dos caminaron hacia la mesa que estaba junto a la ventana principal de la habitación.

 

—No lo sé —admitió Dan—. Ya es tarde y Emma se fue.

 

Fue entonces que Tom reparó en eso. La chica ya no estaba a la vista.

 

—¿Se fue? ¿A dormir, espero?

 

—Eso creo —respondió Dan con un encogimiento de hombros. Destapó uno de los platos y abrió mucho los ojos—. ¡Qué rico! ¡Qué bien huele!

 

A Tom se le hizo la boca agua de mirarlo comer. Decidió que, en vistas de que Emma no comería la otra porción, se la despacharía él mismo. Se sentó junto a Dan, y estaba por comenzar a cenar (por segunda vez) cuando echó un vistazo al televisor, al cual Dan, evidentemente, le había cambiado de canal.

 

Casi se ahoga con un bocado de papa cuando descubrió que Dan estaba mirando una película bastante subida de tono. No, eso era demasiado explícito para ser sólo una escena erótica. ¡Joder, Dan estaba mirando un canal porno!

 

Tom tosió y tuvo que beber agua antes de poder hablar de nuevo. Dan, con gesto levemente preocupado, le dio un par de palmadas en la espalda antes de continuar cenando.

 

—¡Mierda, Dan! —exclamó Tom en cuanto pudo hacerlo—. ¿Qué es eso que estás mirando?

 

Dan, con gesto inexpresivo, giró sus ojos a la tele, donde un hombre muy bien dotado y una escandalosa chica estaban en plena acción.

 

—Pues —respondió Dan con la boca llena de algo—. ¿Porno?

 

—Pero… —Tom no podía creer que la madre de Dan le permitiese ver eso. No a sus tiernos trece años de edad. Jadeó de la impresión—. ¿Pediste el canal sin autorización de tu madre?

 

Dan lo miró como si se hubiera vuelto loco y luego sonrió.

 

—Bueno, sí, tonto. ¿Crees que mi mamá me daría permiso de ver eso?

 

—Pe-pero… ¡Serás idiota! —exclamó Tom entre risas—. ¿Qué no sabes que ver ese canal es un cargo extra al cuarto y que aparecerá cuando liquidemos la cuenta? ¡Tu madre y todo el mundo se dará cuenta de que lo estuviste viendo!

 

Dan se quedó lívido y por un momento Tom creyó que se desmayaría.

 

—¿En serio? —preguntó al fin con un hilo de voz.

 

Tom asintió sin poder dejar de sonreír ante la ingenuidad del otro. Dan se quedó pensativo, cogió el control remoto y apagó el televisor. Entonces, retomó su comida como si nada hubiese pasado. Pero Tom estaba seguro que había algo más. Algo que preocupaba a Dan mucho más que ser amonestado por su mamá, ya que tanta seriedad no era nada habitual en el chico.

 

—¿Pasó algo entre Emma y tú? —preguntó después de un par de minutos de pensarlo. Anhelando que la respuesta fuera un no.

 

Para su alivio, Dan negó con la cabeza. Pero siguió comiendo con gesto serio.

 

—¿Dan? —insistió Tom, descubriendo que ya no tenía apetito y dejando la suculenta cena a un lado—. Vamos —lo animó—, puedes confiar en mí. No se lo diré a na…

 

—No me excita.

 

La repentina respuesta de Dan lo cogió completamente desprevenido. ¿Se estaba refiriendo a Emma, o a qué diablos?

 

—¿Disculpa?

 

—El porno, Tom —dijo el chico sin levantar los ojos de su plato casi vacío—. No me excita. He escuchado cómo todos hablan de lo que se siente verlo, de cómo te dan ganas de correrte, de… Pero yo lo pongo, y lo veo, y no… No siento nada. Al contrario, me da… —Arrugo la nariz en un gesto de asco—. Bueno, simplemente no me gusta.

 

Al final levantó los ojos hacia Tom. Una mirada triste e interrogativa. Como si le preguntara a su amigo el porqué de su condición. Como si le dijera ¿Qué es lo que me pasa, Tom? ¿Por qué no soy como tú…? ¿Como los demás chicos de nuestra edad? Tom tragó saliva, sin saber qué decir. A él, al menos, el porno sí le ponía. Diablos, ¿a quién no? Dan era el primero del que tenía noticia. Tal vez…

 

—Quizá eres muy joven aún —se aventuró a decir, aunque eso ni él se lo creía.

 

Dan negó con la cabeza pero no dijo más. Cosa extraña en él, permaneció callado hasta que terminó de comer.

 

Tom echó un vistazo hacia el televisor apagado, imaginando a Dan mirando aquellas sucias escenas, buscando encontrar lo que todos le habían contado. Sintió la decepción del chico, su miedo, su preocupación. ¿Y si resultaba que Dan era gay como a veces se rumoreaba en el plató?

 

Levantó los ojos hacia su amigo y lo observó intensamente, recordando cómo todos decían que era demasiado simpático, demasiado lindo, demasiado perfecto… Dan era todo lo bueno que podía ser un chico de su edad, pero al mismo tiempo, tenía muchos rasgos de aquellos que en la escuela ya hubieran ocasionado que le comenzaran a llamar afeminado. Tom tragó saliva. Por el bien de Dan, por no verlo sufrir, esperaba que no fuera así.

 

—¿Quieres salir a merodear un rato? —le preguntó al final. Supuso que una caminata animaría a su joven compañero.

 

Dan le brindó una gran sonrisa y accedió.

 

Estuvieron los dos vagueando por los oscuros pasillos de la posada, bromeando acerca de las leyendas del lugar, de los incidentes ocurridos en la filmación y de lo duro que era compartir habitación con tu madre o tu hermano y no poder desahogar tus sueños húmedos de manera efectiva durante las noches.

 

—No sabes lo enfermo que estoy de actuar la escena donde Emma me “abofetea” —le confesó Tom a Dan—. Me he golpeado tantas veces la nuca contra la piedra que está detrás, que ya la tengo deforme. —Se pasó una mano por detrás del cuello, sintiendo varios de los chichones que le habían salido—. Se parece a las cañadas que están allá afuera.

 

Dan se rió fuertemente, tanto que Tom se preocupó de que alguno de los huéspedes lo fuera a escuchar y saliera de su habitación. Se acercó a Dan y le puso una mano sobre la boca.

 

—¡Cállate! —le dijo, riéndose él también. Se imaginó que Dan todavía estaría un poco ebrio para celebrar así un chiste que no merecía tanto en realidad.

 

Dan sacó la lengua y juguetonamente le lamió la palma de la mano. Haciendo ruidos y gestos de asco, Tom tuvo que soltarlo, limpiándose la saliva en el pantalón. Dan se rió más y ahora él fue quien levantó una mano hacia Tom, directo a su nuca.

 

Pasó los dedos a través del cabello que Tom tenía ahí y éste tuvo que reprimir un escalofrío.

 

—A ver… ¿Así que tu nuca se ha convertido en un mapa a relieve de la cañada Coe? —le preguntó Dan con una enorme sonrisa.

 

Lo que al principio fue un simple toque en búsqueda de chichones, repentinamente se convirtió en algo más. Dan mudó su sonrisa en un gesto serio y, sin quitar su mano de ahí, simplemente se quedó acariciando la nuca de Tom, pasando suavemente los dedos entre su cabello.

 

El tiempo pareció alargarse indefinidamente, o al menos, eso fue lo que le pareció a Tom. Dan no lo soltaba, ni siquiera cuando las buenas costumbres dictaban que ya estaba bien. Pero lo más horroroso de todo, era que a Tom no le estaba molestando.

 

No supo cómo, pero de pronto Dan parecía estar mucho más cerca de él. Justo frente a él, apenas a unos centímetros. Tan cerca, que podía mirar sus brillantes ojos azules a pesar de la tenue luz del pasillo. Tan cerca, que podía admirar sus rasgos afilados y bonitos. Su piel clara y limpia.

 

Sin pensar en lo que hacía, Tom levantó una mano directo a la cara de Dan. Le pasó un dedo entre las cejas y le susurró:

 

—Te depilan, ¿verdad? ¿Tanto vello tienes? —Dan sólo sonrió, y Tom sintió un escalofrío cuando la otra mano de Dan se posó en su cintura.

 

La sensación fue electrizante, tóxica, cálida y reconfortante, y Tom quería más. Tragando fuerte y sin dejar de mirarlo a los ojos, dejó que sus dedos resbalaran por la nariz y la mejilla de Dan, sintiendo envidia de su piel tan lozana y bonita, que no tenía que sufrir de barros y espinillas como él. Y de pronto, aquella nariz estaba muy cerca de la suya, tanto que podía saborear el aliento con aroma a cerveza y bistec, y…

 

Algo pesado y peludo los golpeó en las piernas e hizo un ruido tan espantoso que Dan y Tom brincaron en su lugar, soltándose y alejándose más de un metro el uno del otro. Ambos, casi infartados, miraron hacia abajo justo a tiempo para ver a un enorme gato naranja cruzar corriendo entre los dos a toda velocidad.

 

—¿Crookshanks? —preguntó Dan, observando incrédulo al felino dar la vuelta en el siguiente pasillo.

 

Y justo detrás del gato, aparecieron un par de mujeres corriendo a toda prisa en su persecución.

 

—En realidad —jadeó una de ellas al pasar junto a ellos—, se llama Crackerjack. ¡CRACKERJACK, gato del demonio! ¡VUELVE AQUÍ!

 

Y así, tan repentino como había empezado, aquel escándalo se terminó. Las locas y su gato desaparecieron, y antes de que Tom se diera cuenta, levantó los ojos y descubrió que Dan ya no estaba.

 

Miró a lo largo del pasillo, pero era demasiado tarde. El chico, cual Harry Potter cualquiera, se había desvanecido en la maldita nada, dejando a Tom solo y completamente confundido.

 

¿Qué diablos era lo que había pasado? O mejor dicho, ¿qué era lo que hubiera pasado si no los hubieran interrumpido? El chico rubio sintió que se moría de la vergüenza tan sólo de pensarlo. Se dio la vuelta y corrió hasta llegar a su habitación.

 

Se acostó sin responder a las preguntas de su hermano acerca de dónde había estado. Se cubrió con las mantas y rezó porque al otro día, ni él ni Dan recordaran nada de lo acontecido. Porque sino, él no podría volver a verlo a la cara, y tendría que ir y arrojarse de cabeza desde lo alto de una de las cañadas.

 

Se durmió ignorando con todas sus fuerzas la erección que el encuentro con Dan le había dejado, asegurándose a él mismo que sólo se trababa de una muy lamentable confusión.

 

~

 

Al otro día, el sol salió y pudieron continuar la filmación. Y Dan y Tom, en sus respectivos papeles y con Hermione entre los dos, jamás volvieron a tocar el tema. Al menos no ante el bello paisaje de la cañada de Coe.

 

 

 

 

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