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Manual del Perfecto Gay - Fanfiction Harry Potter
Perlita loves Quino's work
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PerlaNegra - Harry Potter Slash Fanfiction

Magic Works

Capítulo 4

Hogwarts

 

Aquella tibia tarde de primavera fue el turno de la Catedral de Durham de convertirse, momentánea y brevemente, en el castillo Hogwarts de Magia y Hechicería. Desde la primera película, la iglesia había sido uno de los tantos sitios de Bretaña usados para ese fin, a pesar de las enormes críticas que los feligreses emitían, alegando que era un sacrilegio rodar tal historia pagana dentro de los muros de un lugar de Dios.

 

Lugar de Dios o no, historia pagana o no; así fue exactamente como Tom se sintió ese día en el que terminaron de filmar cierta escena en el interior de la enorme y antigua catedral.

 

Sacrílego.

 

Y todo porque Dan no pudo quedarse quieto y tranquilo en su lugar, como se supone que el director —y Dios— mandan.

 

~

 

Escena 23, toma 17. Aula de Transformaciones con la profesora McGonagall explicando a los alumnos lo que hay en la Cámara de los Secretos. Todos los actores que hacían de alumnos tenían un animal en su escritorio, el que supuestamente convertirían en copa de vidrio. A Tom le había tocado una lagartija y, justamente antes de que ocurriera todo el desastre, el reptil había sido de su total agrado.

 

Pero entonces, ya casi para terminar con la toma, el maldito animalejo tuvo la ocurrencia de escapar, escabulléndose con rapidez hasta el suelo. Y como siempre, el buen samaritano de Dan —que estaba sentado precisamente enfrente de Tom— se giró, notó el problema y, agachándose, atrapó la lagartija en el acto.

 

Hasta ese momento todo había ido bien. Típico y normal. En serio que sí.

 

Pero entonces y de repente, Tom tuvo la cara de Dan —sonrojada, de enormes ojos brillantes— apareciendo por debajo de su mesa y justamente entre sus rodillas, con esa sonrisa tan de él y tan endiabladamente cerca de ya-sabes-qué; usando una de sus manos para pasarle la lagartija y la otra, posándola suavemente sobre la pierna de Tom.

 

—Tu lagartija, Tom.

 

Tom no respondió nada. Agarró la lagartija y asintió rápidamente, preguntándose por qué la mano de Dan sobre su pierna se sentía como si quemara. Y por qué, de repente, todo su cuerpo ardía en llamas.

 

Dan volvió a su sitio; Tom quiso morirse ahí mismo.

 

La escena terminó; Chris gritó ¡Corte y se queda! y lo primero que hizo Tom fue salir como tromba del plató.

 

Corrió como alma que lleva el diablo y muy a pesar de su peculiar situación; llegó hasta los baños instalados a un lado de la catedral y, aliviado al ver que no había nadie más, se encerró en el cubículo más alejado. Jadeando y con calor.

 

Maldita sea. Con ese tipo de calor.

 

De pie e intentando controlar su incipiente erección, avergonzado hasta el tuétano de los huesos y sin lograr comprender qué era lo que le había sucedido, apoyó la frente contra la puerta. La cabeza le dolía y el corazón le palpitaba con tanta fuerza que juraba podía escuchar sus propios latidos en el higienizado silencio del baño.

 

Silencio que no duró mucho más.

 

Escuchó la puerta abrirse y gente entrando, voces y pasos inundando los servicios. Era obvio que el baño se llenase de pronto; la escena que habían estado filmando había requerido de muchos actores y técnicos que, después del par de horas de trabajo, requerían un desahogo físico. Pero Tom estaba seguro que nadie más necesitaba el tipo de desahogo que su cuerpo le exigía en ese momento y que de ninguna maldita manera le iba a otorgar.

 

Meneando la cabeza y lastimándose la frente contra el plástico de la puerta, Tom gimió quedo, usando las manos para echarse aire a la cara y evitando con toda, toda su fuerza de voluntad, tocarse la región sur de su cuerpo.

 

—¡… son de mis escenas favoritas, cómo me he divertido! —decía una alegre y cantarina voz.

 

Joder, pensó Tom.

 

Era Dan.

 

Alguien le respondió algo, pero Tom se lo perdió completamente. Entre aquel océano de voces y ruido escuchaba también el sonido del agua, que igual podía provenir de los lavamanos o de gente que estaba utilizando los orinales.

 

La imagen de Dan usándolos casi lo desmayó. Noooo, gimió en sus pensamientos, pellizcándose las mejillas fuertemente y queriendo golpearse la cabeza tal cual había leído lo hacía el elfo Dobby en esa misma película. La voz de Dan había sonado tan cerca, apenas a unos metros o menos de su cubículo. Y Tom no entendía, Tom no quería. No quería pensar, no quería escucharlo (se dejó la cara tranquila para taparse las orejas), no quería imaginarlo… no quería recordar lo que había pasado.

 

¿Qué mierda me está PASANDO?

 

La única conclusión a la que llegaba no le agradaba en absoluto. Las palabras pervertido, marica, corruptor de menores desfilaban en su cerebro haciéndolo enrojecer y desear poder tirarse por el inodoro y jalar la cadena detrás de él.

 

Eso no podía estar pasándole. No a él.

 

—¿Alguien ha visto a Felton?

 

La mención de su nombre lo distrajo durante un momento y lo congeló. Contuvo la respiración para poder escuchar qué más decían, rogando que nadie lo hubiese visto entrar ahí.

 

—Tal vez ya se retiró a su camión —escuchó que Joshua respondía. Él había estado sentado junto a él durante la filmación—. Lo noté un poco extraño. Como enfermo.

 

—Más bien, incómodo —añadió Dan e hizo una pausa. El corazón de Tom dio un vuelco de pura angustia. ¿Acaso Dan se había dado cuenta de…?—. Creo que los animales lo pusieron un poco nervioso, porque dejó que se le escapara la lagartija y cuando se la recuperé, lo vi que hasta estaba sudando.

 

Varios de los presentes se rieron, incrédulos de que a Tom se hubiera asustado de una simple e inofensiva lagartija. Pero Tom, en vez de preocuparse por eso, liberó un suspiro de alivio tan sonoro que, si no hubiera habido risas en el baño, todo el mundo afuera lo habría escuchado.

 

Dan no se había dado cuenta de nada.

 

Bien. Perfecto. Genial.

 

Porque de otro modo, si Dan hubiera visto… Tom no quería ni pensar. Seguramente hubiera tenido que renunciar a la filmación al ser incapaz de verlo de nuevo a los ojos sin morirse de la vergüenza.

 

Pero no. Afortunadamente nadie se había percatado de la extraña reacción en el cuerpo de Tom. Y ahora, lo único que tenía que hacer era olvidar para siempre jamás que eso le había sucedido justamente a él.

 

~

 

Poco a poco todos fueron saliendo del baño y de nuevo, Tom se quedó sumido en la blanca soledad de aquel lugar. Cubriéndose la cara con las manos, respiró profundamente y por fin, logró dominar por completo su erección.

 

Habría matado por hacerse una paja. Había estado tan excitado, tan caliente… que seguro unas cuantas caricias hubieran logrado su cometido. Pero de ninguna jodida manera iba a consentir pajearse después de que se le hubiera puesto dura de ese modo.

 

Gimiendo de frustración, se sentó pesadamente sobre la tapa del inodoro, intentando convencerse de que en algún momento de su vida —estaba seguro de haberlo leído por ahí— TODOS los chicos pasaban por ciertas experiencias con otros chicos. Y que, en absoluto, eso quería decir que fueran homosexuales ni nada por el estilo.

 

Perfectamente normal en el desarrollo de todo adolescente, se dijo. No era que fuera pervertido ni sacrílego.

 

Un chico común y corriente; normal y heterosexual, sí señor.

 

Sintiéndose un poco mejor, suspiró y se puso de pie. Miró hacia abajo para asegurarse de que hubiera desaparecido todo rastro de la erección más inoportuna que había tenido en toda su vida. Viendo que efectivamente así era, salió por fin del cubículo y fue a lavarse las manos y la cara, tratando de eliminar el asfixiante calor que lo agobiaba.

 

Se miró al espejo y decidió que, la siguiente vez que Dan acercara su maldita cara con sus malditos y sonrosados labios tan cerca de su entrepierna como lo había hecho ese día, le daría un rodillazo que le enseñaría a respetar su espacio personal. Sí, definitivamente eso sería lo que haría.

 

Salió del baño decidido también a ir y buscar al animalejo que había sido el responsable indirecto de todo aquello. Echando humo por las orejas, Tom caminó decidido a cometer lagarticidio y obligándose a dejar de pensar en esa escena.

 

Se dirigió a grandes zancadas hacia su camión y echó un vistazo al beatífico edificio que se extendía atrás él, preguntándose si se consideraba como pecado el tener erecciones dentro de una iglesia.

 

Menos mal que los feligreses quejosos de que la Catedral de Durham fuera Hogwarts, jamás tendrían ni puta idea.

 

Y mucho menos la tendría Dan.

 

 

 

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