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Manual del Perfecto Gay - Fanfiction Harry Potter
Perlita loves Quino's work
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PerlaNegra - Harry Potter Slash Fanfiction

Manual del Perfecto Gay

 

Regla 3
La vida se vive a placer y con una gran medida de elegante egoísmo. Haz sólo lo que te contente y nunca sientas remordimientos por pasar encima de los demás. Tú eres lo más importante para ti mismo.

 

Excepción:
Esta regla no aplica -¡y no porque no quiera, coño, sino porque no puedo!- con mi mejor amigo.
He descubierto que “Hazle una puteada a Potter” y “Draco siente remordimientos” son lo mismo.

________________________________________




Cualquier enfado que Harry podía haber sentido contra Draco por su anterior comportamiento, quedó sepultado en el momento que pusieron un pie en la estación Tottenham Court Road, la cual era la más cercana a su domicilio. El gesto de asombrada incredulidad mezclada con repugnancia que Draco hizo al ver los murales de mosaicos que adornaban el interior de la estación del tren y que él denominó “como la mayor muestra del pésimo gusto de los muggles por la decoración”, bastó para que Harry recuperara el buen humor con el que se había levantado esa mañana.

-No me sorprende que seas un maníaco-depresivo, Potter –murmuró Draco mientras fruncía el ceño ante aquel despliegue de color y formas extrañas en las paredes. –Si yo tuviera que mirar esto todos los días apenas al despertar, también me volvería loco…

A pesar de que Draco no parecía estar de acuerdo con que alguien se hubiera atrevido a llamar a ese mazacote de azulejos de colores “una obra de arte”, no dejó de admirarla; y Harry sabía muy bien que en fondo se estaba preguntando cómo diablos le habría hecho el artista para colocar sin magia todos esos pedacitos de baldosas de manera que cubrieran los muros formando figuras y diseños enormes.

Y aunque Harry y Cliff tuvieron que tragarse enteritos y sin agua todas las críticas y protestas que Draco hizo durante el trayecto, ya nada pudo hacer enojar a Harry de nuevo. De cualquier forma, todo el que conociera un poco a Draco sabía que quejarse formaba parte de su estado natural, así que Harry no tenía mucho problema con eso… Que si las escaleras daban vértigo, que si los trenes eran pequeños y les faltaban asientos, que si volvía a mirar un solo cartel de publicidad más perdería su capacidad de raciocinio, que si no había un carrito de golosinas como en el expreso de Hogwarts… total, que cuarenta minutos y dos transbordos después, Harry bajó del vagón con un raro zumbido dentro de su cabeza que estaba seguro nada tenía que ver con el ruido que hacía el tren.

-Sí, a mí me pasa constantemente… -respondió Cliff cuando Harry le preguntó si él también tenía ese sonido dentro de su cabeza. –Son las consecuencias de una exposición prolongada a Draco Malfoy. Mi doctor la llama draconitis aguda y dice que no tiene cura.

Afortunadamente para ambos chicos, Draco pareció perder el aliento cuando empezaron a caminar a paso veloz por las ancestrales calles de Richmond, lo que lo obligó a cambiar su interminable sarta de quejas por resoplidos de cansancio. Harry juró que Draco casi los cruciaba a los dos cuando Cliff le informó que aún les restaban por caminar al menos diez manzanas más.

-Deberías estar agradecido, Draco –se burló Cliff mirando hacia el rubio por encima de su hombro. –Los turistas pagan para que los paseen a pie por estas calles, y mira que yo lo estoy haciendo sin cobrarte ni un centavo…

Cliff tuvo que agacharse cuando Draco le lanzó el vaso de café que recién se había comprado en la estación y se rió de buena gana de su mal tino y peor humor. Harry lo secundó con un poco de timidez, pues no estaba muy seguro de que mofarse de Draco en aquellas circunstancias fuera muy seguro para su integridad física y mental.

Si dejar de reír, Cliff rodeó los hombros de Harry con un brazo, atrayéndolo hacia él mientras seguían su recorrido y dejaban al furibundo rubio detrás de ellos.

-Oye, Harry… -empezó a decirle Cliff y el moreno lo miró de reojo sin sorprenderse por su característica efusividad. –El otro día le pregunté a Draco por Colin, ya que no lo había visto rondando por el apartamento como era su odiosa costumbre, y me ha dicho que el gilipollas por fin ha tenido la decencia de dejarte libre cual paloma. ¿Por qué no me lo habías dicho? Caramba, ¡eso se merecía una fiesta por todo lo alto!

-No seas pesado, Cliff -dijo Harry en un falso tono regañón. Volteó hacia atrás tanto como el abrazo de Cliff se lo permitió, y casi podía jurar que Draco estaba prestando total atención a su conversación a pesar de que venía caminando un par de metros atrás de ellos y llevaba la vista fija en el suelo. –No te lo había comentado yo mismo porque en realidad no se había presenta…

-Lo que me preocupa es… -lo interrumpió Cliff con su habitual aire de sabiondo, -que estando en sacrosanta libertad no te estés divirtiendo como todo buen gay soltero… Casi puedo jurar que en toda tu vida jamás has pisado un club en Soho aunque vives en el barrio, ¿verdad? ¿Qué te parece si para celebrar tu gloriosa emancipación te invito a bailar esta noche?

-¿Bailar? –Harry hizo una mueca pero antes de que pudiera responder nada, Cliff dejó de abrazarlo con tanta brusquedad que se sorprendió.

La cálida y agradable presencia de Draco justo a su otro costado explicó lo sucedido. Arrojando el brazo de Cliff hacia atrás con algo de rudeza mientras lo miraba divertido, Draco se acercó tanto a Harry que de pronto éste se vio literalmente atrapado entre Cliff y él. Draco intervino, dirigiéndose a Cliff pero sin despegar la mirada de Harry:

-Momentito, Collier. Si existe alguien en esta ciudad con derecho a desvirgar a Harry, ése soy yo. Me lo he ganado a pulso por haber esperado pacientemente durante tres años a que Creevey reconociera que no tengo competencia.

-Era de suponerse que dirías eso –renegó Cliff poniendo cara de fastidio mientras que la mandíbula de Harry caía hasta el piso y empezaba a sudar copiosamente a pesar del frío matutino.

Sintiendo la penetrante y sardónica mirada de Draco clavada en él, Harry se sonrojó con rapidez y comenzó a tartamudear muerto del pánico:

-Yo-yo, yo no… ¡¿De qué demonios estás hablando, Malfoy?!

–Tranquilo, tigre… -le sonrió Draco de oreja a oreja. -Hablo de tu primera vez en un club. De tener el honor de introducirte de la mano a tu inaugural experiencia en el milenario arte del baile. –Harry resopló y lo miró furioso, sin comprender porqué Draco estaba enredándolo de aquel modo. Hasta donde él recordara, jamás había utilizado con él esos artilugios de sugestiones sexuales dentro de frases inocentes... Siempre los reservaba para sus conquistas, no para sus amigos. –Esta noche, quieras o no, vas a salir conmigo. Te llevaré a cenar y por supuesto, a bailar. Cliff se puede unir a nosotros en el club, si quiere… pero la cena será sólo entre tú y yo.

Mientras Cliff mascullaba algo que sonaba a “claro, siempre soy el plato de segunda mesa y después me pregunta porqué me enojo y además así agradece mi…”, Harry por fin pudo pensar algo coherente qué decir. Codeó a Draco para mantenerlo a una distancia prudente de su cuerpo antes de hablar.

-¡Sí, claro! Como si el gran Malfoy fuera a desperdiciar su noche de sábado con una cita sin sexo con su feo compañero de apartamento.

Cliff y Draco se rieron como si Harry hubiera dicho un buen chiste.

-¿Feo? ¿Tú? –replicó Cliff. Intentó quitarle las gafas al tiempo que le decía: -Cariño, creo que necesitas que te limpie un poco los anteojos. O mejor aún, tal vez te consiga el espejo mágico de Blanca Nieves para que te diga lo guapo que realmente eres.

Quitándose las manos de Cliff de encima, Harry ahogó una exclamación de sorpresa cuando sintió el brazo de Draco rodearle la cintura. Sin ser capaz de mirarlo a la cara, escuchó que el rubio le susurraba al oído:

-Tendrás que buscarte una mejor excusa para no salir conmigo, Potter. Te demostraré cuan atractivo puedes ser… verás que al final de la noche todos en el club habrán intentado meterse dentro de tus pantalones.

Para finalizar, le dio un leve y cariñoso beso en la mejilla antes de liberarlo. Harry no pudo hacer más que mirar fijamente a sus zapatos conforme caminaba, como si alrededor no hubiera hermosos paisajes dignos de observarse y casas centenarias deslumbrando con su imponente apariencia… pero sobre todo, como si no tuviera a su lado y casi caminando pegado a él al bello e inalcanzable Draco Malfoy, quien realmente y contra todo pronóstico (¿Has oído, Pansy?) acababa de invitar a Harry a salir con él.

Probablemente lo estaba haciendo debido a los cargos de conciencia y era su manera de pedirle perdón por lo ocurrido el día anterior en la Mansión Malfoy. Pero por la razón que fuera, Harry no podía dejar de sentir una burbuja de dicha creciendo en su interior. En medio de su bochorno y sonrojo, no pudo reprimir una sonrisa boba.

Tal vez Draco tenía razón y aquellos azulejos de la estación de Tottenham de verdad volvían loca a la gente. Por primera vez en su vida Harry se alegró de que existieran y sobre todo, de que Draco los conociera.

La dichosa propiedad de Draco por fin apareció ante sus ojos, mostrando todo su esplendor victoriano con su techo de pizarra y enormes ventanales en toda la extensión del frente. Pintada de blanco, enorme, restaurada y acogedora, nadie sospecharía que en su jardín posterior se escondía una amenaza mágica lista para arruinar cualquier esperanza de venta. Draco suspiró, confiando en estar haciendo lo correcto al haber traído a Harry con él.

-Aquí es –dijo, atravesando la pequeña verja y vadeando la residencia con rumbo a la parte trasera. Harry y Cliff lo siguieron con reserva.

El descomunal terreno colindaba con el río Támesis, por lo que contaba con su pequeño puerto privado donde los dueños podían dejar botes a resguardo. Con pasos sigilosos, Draco atravesó el vasto y ornamentado jardín dirigiéndose al borde de las pacificas y oscuras aguas y deteniéndose justo a la orilla del atracadero de piedra. Viró la cabeza hacia atrás para observar a sus amigos acercarse a él.

Cliff, a la retaguardia, iba a todas luces muerto de miedo y mirando inquieto hacia las plantas mecidas por el viento. Harry, al contrario, manifestaba una actitud serena y alerta, dando pasos lentos y prestando total atención al suelo de su derredor. Con la mano derecha lista para tomar la varita, parecía un felino al asecho, un gran gato en plena cacería. Sin poder evitarlo, Draco sonrió y volteó de nuevo hacia el río para que Harry no lo descubriera. El león está de vuelta a la sabana, pensó con satisfacción.

-Demasiado tranquilo… no me gusta –susurró la voz de Harry tan cerca de su oído que Draco creyó que caería al río de la impresión. En ningún momento se había percatado de que Harry se hubiera parado justo a su lado en el muelle.

Tragando saliva e intentando eliminar el cosquilleo que le produjo el tono ronco empleado por su amigo, le respondió:

-Es muy ilustrativo escuchar tu opinión, Potter, pero me parece que no te pago para que me des tu punto de vista acerca del lugar sino para que elimines a los imps que pululan por aquí…

Sin prestarle atención, Harry se giró sobre sus talones y de nuevo se internó en el jardín. Draco liberó un suspiro y se embutió las manos en los bolsillos del abrigo. Apretando los labios, deseó poder recordar alguna ocasión en que alguien lo hubiera puesto tan nervioso y alterado como Harry lograba hacerlo tan sólo con acercarse un poco. Por supuesto que Draco sabía que era una búsqueda vana.

-¿Pensando en saltar, cariño? –preguntó la burlona voz de Cliff en su oreja. –Creo que para poder suicidarte, te conviene mejor el Puente de la Torre… ya sabes, por aquello de la altura. Puede ser que te duela más, pero creo que sólo así conseguirás el efecto deseado.

Draco se giró para encararlo.

-¿Qué demonios haces aquí? –le masculló con irritación. -¿No te dijo Potter que no te acercaras al agua?

-Bueno –respondió Cliff mirando hacia atrás, donde Harry estaba husmeando bajo unos arbustos que formaban un escondite perfecto para cualquier criatura, -a Harry y a mí nos parece que tu plaga de lo que sea se ha esfumado ya. Yo no veo nada anormal en este jardín. De hecho, creo que la huerta de pepinillos de mi tía abuela Marcia tiene más plagas que esto. Mira… –dijo, señalando hacia el agua que ondulaba tranquila bajo el comando de la brisa. –Aquí ni siquiera hay patos… y eso que río arriba había toda una conglomeración.

-¿Patos? –repitió Harry congelándose de repente y como si una alarma hubiese estallado en su cabeza, corrió hacia ellos exclamando: -¡Mierda, eso es! ¡ALEJENSE DEL AGUA!

Draco apenas había abierto la boca para cuestionar el irracional comportamiento del moreno, cuando un destemplado chillido de Cliff le impidió decir nada.

-¡MIREN! ¿Qué demonios es eso? –decía señalando hacia la superficie de río.

Harry llegó hasta ellos justo cuando Draco miraba hacia donde Cliff les indicaba. Draco soltó un bufido de alivio.

–Es sólo un imp, Cliff... ¡Diablos, qué escándalo armas! -le indicó.

-Ah... ¿Así que eso son? –preguntó Cliff sonando bastante decepcionado. Se agachó hasta quedar en cuclillas para poder admirar más de cerca a una pequeña cabeza que asomaba del agua, tan oscura y llena de barro que era difícil de apreciar. El duendecillo los miraba con sus negros ojos brillando maliciosamente mientras flotaba cerca de la orilla. Cliff estiró su mano hacia él. – ¡Qué feo y poca cosa! Y parece tan indefenso, además. ¿Puedo tomarlo...?

Aquello pasó tan rápido que Draco apenas sí pudo creer que realmente estuviera sucediendo. Harry gritó algo que sonó como “¡NO CLIFF, NO ES UN IMP!” al tiempo que jalaba a Cliff hacia atrás para alejarlo de la orilla. Draco pensó ¡Claro que es un imp!, pero antes de que pudiera formular su comentario en voz alta, la cosa que estaba dentro del río aumentó de tamaño con velocidad pasmosa. La cabecita color marrón de orejas puntiagudas se transformó en la cabeza de una persona… en un hombre de piel ceniza y con mucho, mucho cabello al que le escurría agua lodosa.

Horrorizado y tratando de recordar si los imps estaban capacitados para hacer aquello, Draco se quedó congelado observando a -Merlín-me-ampare- esa cosa sin nombre, cuyos ojos repentinamente humanos lo miraban con algo que parecía avidez. La cosa le sonrió y Draco se estremeció al notar que en lugar de dientes, aquello tenía hileras de puntiagudos colmillos. Como una piraña, fue el primer pensamiento que acudió al desorientado cerebro del rubio.

Y antes de que se diera cuenta, ese hombre o lo que fuera estaba saltando del agua justo frente a él. Usando unas manos de piel opaca y llenas de barro y algas, aferró a Draco por las solapas de su abrigo y le dijo con voz suave y aterciopelada, completamente en contraste con su asquerosa apariencia:

-¿Te apetece un baño, amigo?

Asco. Terror e incredulidad, y Draco estaba cayendo. Borrones de algo oscuro ante sus ojos y de pronto agua helada a todo su alrededor. Intentó que ese monstruo lo soltara, le aferró los brazos para empujarlo y tratar de que liberara su abrigo, pero sus manos resbalaban… La piel de ese demonio era tan escurridiza como roca cubierta de musgo.

¡Quítate el abrigo! le gritó su sentido común. Lo intentó, se sacudió, bramó un alarido que sólo fueron burbujas perdidas en la profundidad del río. Aquello lo estaba jalando, lo estaba hundiendo rápidamente y lo ahogaría… Recordó su varita oculta en un bolsillo interior del abrigo. Trató pero no podía alcanzarla; se aterrorizó al descubrir que ya no le quedaban fuerzas para pelear. Al final, se atrevió a abrir los ojos y a través de las turbias aguas, lo miró. Nadie jamás lo había observado con tanto deseo como esa cosa… El maldito le estaba sonriendo y se relamía los labios mortecinos. Y entonces Draco supo como terminaría.

Moriría devorado y el simple pensamiento lo hizo estremecerse de repugnancia.

La falta de aire le estaba quemando y la urgente necesidad de respirar cada vez era más difícil de contener. Era consciente que al momento de aspirar agua, estaría irremediablemente perdido. Date por muerto. Abrió la boca, dándose por vencido. Prefería ahogarse antes de ser comido vivo.

Un destello rojo pasó ante sus ojos y de inmediato, la fuerza que lo jalaba al fondo cesó. Sin pensarlo y ya casi al borde del agotamiento, por puro instinto nadó hacia arriba, allá donde había luz… donde había oxígeno. Las manos lo atraparon otra vez y si hubiera podido, hubiera gemido de desespero. Pero ahora era diferente, se sintió tirado hacia arriba, rápido. Se esforzó por vislumbrar a quien estaba a su lado. Una cara familiar, ojos verdes grandes y asustados. Cabellos negros danzando por todos lados. El alivio de saber que ya no estaba solo ahí lo sacudió de tal manera que podía haber estallado en llanto.

A través de la penumbra de las oscuras aguas, notó que Harry le apuntaba con su varita y decía algo que se perdió entre burbujas y sonido a presión submarina. Y de pronto, el moreno desapareció de su campo visual y el agua le impidió abrir más los ojos: el hechizo de Harry lo impulsaba con la velocidad de una sirena hacia la superficie. Salió del río, dejó de sentir el peso de líquido aplastándolo y con suma violencia, aterrizó sobre pasto y tierra.

Alguien lo volteó de lado y le gritó palabras que Draco no comprendía. Tosiendo y arrojando agua sucia por la boca, Draco no podía escuchar. Sus pensamientos estaban centrados en la persona que lo había salvado y que había tomado su lugar en el fondo del río frente aquel terrorífico demonio.

Trataba de abrir los ojos y recuperar el control de sus miembros, necesitaba fuerzas para tomar su varita y volver al agua. Su cuerpo se estaba moviendo vehementemente y tardó algunos segundos en darse cuenta que no era por él mismo, sino porque alguien lo estaba sacudiendo tomándolo por la camisa. Pesadamente abrió los párpados; los ojos le escocían y le llevó un doloroso instante enfocar la vista.

Ante él, descubrió a un lloroso y espantado Cliff aferrado de sus ropas, casi tan mojado como él mismo. Gritándole cosas que no conseguía entender… Tosió otra vez, arrojando más agua nauseabunda. Entonces, su mente asimiló el entorno y la voz de su amigo le llegó tan diáfana que lo sobresaltó.

-¡Dios bendito y sacrosanto, Draco! ¡Pensé que no te volvía a ver con vida! ¡Un kelpie, Draco! ¡Harry dijo que era un kelpie! ¡Creí que no conseguiría sacarte del río de una pieza!

Cliff no dejaba de gritar y Draco deseó haber tenido fuerza suficiente para asestarle una bofetada y silenciarlo… tenía que pensar. Girando la cabeza, miró hacia el río… el agua apenas sí se ondulaba un poco en el punto donde él debía haber salido disparado un minuto antes, sin revelar nada de lo que podía estar ocurriendo en las profundidades. Se estremeció, quizá de frío, quizá de terror. ¿Un kelpie? Demonio que adora comer humanos. Merlín bendito.

-Se-se comerá a Harry, Cliff –consiguió decir. Los dientes le castañeaban. -¡Tenemos que ayudarlo!

Quiso arrastrarse hacia el río y sacar la varita de su empapado abrigo al mismo tiempo, tratando de recordar cuál hechizo funcionaba con esos demonios del agua… Pero su mente estaba completamente en blanco, sólo aterradoras imágenes de Harry siendo devorado por ese monstruo destellaban por su cerebro haciéndolo perder el poco control sobre su cuerpo. ¡Harry moriría y sería culpa suya por completo!

Cliff lo detuvo y le gritó:

-¡Una brida!

Draco volteó a mirarlo directamente a la cara.

-¿Qué?

-¡Una brida, Draco! –chillaba el chico frenético por hacerse entender. -¡Antes de saltar, Harry me dijo que necesita una brida, que es lo único que podrá detenerlo!

Draco no comprendió de qué mierda estaba hablando su amigo. Pero si Harry lo había dicho, tal vez fuera cierto... Y entonces, lo recordó. En una clase de Defensa contra las Artes Oscuras, tercer año. El licántropo hablando de demonios de agua y de las ridículas maneras que eran vencidos hasta los más peligrosos… “Para someter a un kelpie basta y sobra con una brida”. Draco recordaba haberse reído de lo lindo por lo absurdo de la lección. “El kelpie tiene la capacidad de transformarse en cualquier cosa, pero su forma preferida es la de un caballo. Quizá es por eso que al colocarle una brida se tranquiliza de inmediato”. “Sí, claro”, les había dicho Draco a Crabbe y Goyle en tono burlón, “y de seguro un hombre lobo se vuelve mansito al ponerle una correa de perrito”.

Giró la cabeza en todas direcciones, buscando. No había establos a lo cerca, ninguna señal de caballos o cosa que se le pareciera. Al final, volvió a fijar la mirada en las turbias aguas del río. Ni un signo de vida. Impotente y temiendo ahora sí haber traído a su amigo derechito a su cita con la muerte, cerró los puños y le gritó en dirección al agua:

-¡¿De dónde diablos voy a sacar yo una brida, maldito Potter hijo de puta?!

Y como si esa hubiera sido la indicación que Harry estaba esperando, de pronto salió del río con tanta velocidad que Cliff casi se desmaya del susto. Cayendo de pie sobre la húmeda tierra, con la varita en mano y escurriendo agua por todos lados, Harry corrió hacia ellos con gesto determinado y mirada fiera. Draco se quedó de una pieza.

-Por Dios… -escuchó que Cliff susurraba a sus espaldas, tan impresionado de Harry como el mismo Draco.

Y no era que estuviera impactado por su espectacular salida del agua. Ni tampoco porque, a pesar de haber estado incontables minutos bajo la superficie, Harry no pareciera haber sufrido escasez de oxígeno. Lo que dejó a Draco sin habla y completamente admirado, fue el modo en que Harry parecía resplandecer, la manera en que sus ojos brillaban de nuevo con la más pura chispa vital. La magia se sentía en su aura. Poder y coraje vibraban a su alrededor. El peligro había despertado al león dormido que Harry llevaba dentro de él.

-¿Estás bien? –le preguntó Harry a Draco al llegar ante él, agachándose y colocando una mano sobre el pecho del rubio como para cerciorarse que continuaba respirando. Su voz preocupada sonaba tan discordante con su apariencia majestuosa que resultaba extraño. Atónito y mojándose de nuevo por el agua que goteaba de la ropa de Harry, Draco sólo atinó a asentir con un movimiento de cabeza. Harry le sonrió, parecía genuinamente aliviado. –Me alegro mucho –susurró.

Cliff le pasó a Harry sus anteojos y el moreno se los puso rápidamente.

-¡Harry, no tenemos ninguna jodida brida y…! –Un fuerte ruido proveniente del agua y la visión de un enorme caballo blanco saliendo de ella interrumpió a Cliff. -¡MIERDA SANTA!

A pesar de que a primera vista lucía como un caballo normal y hasta cierto punto hermoso, el kelpie tenía notorias señales de que no era el cuadrúpedo habitual que alguien utilizaría para pasear a sus hijos una tarde de domingo por el campo. Entre el pelaje de su crin, ramas de junco colgaban mezclándose con su pardo pelo; pero lo más terrorífico eran sus dientes, los cuales le daban más parentesco a un tiburón que a un equino normal. Además, la extraña apariencia humanoide de sus ojos era realmente perturbadora.

Harry se puso de pie lentamente, encarando al monstruo. Éste bufó agua por sus narices y pelando los puntiagudos dientes, se acercó hacia donde ellos estaban. Desde atrás, Draco sintió a Cliff abrazarlo y comenzar a tirar de él sobre el mojado pasto. Irracionalmente, Draco pensó en lo agradable que sería montar al kelpie, en darse una vuelta encima de tan singular animal… cerró los ojos y meneó la cabeza para sacudirse ese pensamiento, pues sabía que eso era producto de la magia persuasiva que utilizaba el demonio para incautar a la gente y así llevarlos al agua donde precedía a comérselos.

Abrió los ojos justo a tiempo para ver que Harry, parado entre ellos y el kelpie, extendía la mano izquierda hacia Draco, como esperando que le diera algo. Pero, ¡¿qué Cliff no le acaba de decir que no tenían ninguna puta brida?! Sin despegar la vista del demonio, Harry cerró y abrió rápidamente los dedos de su mano y Draco sintió un jalón en su cintura. Jadeando de asombro, vio a su costoso cinturón de piel desabrocharse por sí solo y salir de las presillas de su pantalón, elevándose presto hasta llegar a la mano de su amigo.

Y antes de que pudiera pensar siquiera en cuál era la intención de Harry para desnudarlo, Draco lo vio tocar a su cinturón con la punta de su varita y transformarlo en una brida. Y justo cuando la horripilante criatura estaba frente a él, Harry le arrojó las correas y con un enérgico movimiento de mano, las colocó mágicamente en el hocico del kelpie.

Al instante, el demonio se detuvo en seco apenas a un metro de ellos, tranquilizándose y agachando la cabeza ante Harry, sometiéndose totalmente a él. Draco le agradeció a todo lo que era sagrado que Harry no hubiera seguido siendo todavía un inepto para las Transformaciones como recordaba había sido en la escuela.

Cliff, quien aún tenía a Draco entre sus brazos y seguía apretándolo fuertemente, sólo balbuceó:

-Vaya… ¿y eso era todo lo que se necesitaba? –se rió nerviosamente antes de agregar: -Menudo monstruo debilucho.

-No dirías lo mismo si hubiera estado a punto de degollarte en el fondo del río –masculló Draco quitándose sus manos de encima. Harry tomó la correa del ahora dócil demonio y se giró hacia sus amigos que todavía yacían en el piso. El moreno ostentaba una sonrisa tan amplia en el rostro que Draco no pudo evitar correspondérsela. El rubio resopló y le dijo a Harry: -¿Qué? ¿Ahora resulta que toda tu vida quisiste tener un pony y por fin tu sueño se ha hecho realidad?

Sin dejar de sonreír, Harry le tendió la mano y lo ayudó a incorporarse. Quedando justo frente a frente y haciendo gala de una valentía inusitada, el moreno le murmuró viéndolo directo a los ojos:

–Digamos que lo que quise tener toda mi vida estaba hace un momento sumergido en el Támesis… y no es precisamente del kelpie de quien hablo.

Todo el frío y entumecimiento que Draco sentía fue increíblemente opacado por el calor que lo invadió ante las palabras de su amigo. Abrió la boca pensando en algo inocente qué decir en respuesta.

–Ah, ahora entiendo… Encontraste algún tesoro enterrado en el fango y no piensas compartirlo con nosotros, ¿eh? Entonces supongo que me podré ahorrar tu paga por el trabajo de hoy.

Harry sólo lo observó con una sonrisa indulgente sin decirle nada más. Draco no pudo sostenerle la mirada y fingió que estaba muy ocupado ayudando a Cliff a levantarse. Entonces, el moreno suspiró y procedió a aplicar tergeos en los tres para secar sus ropas. Cliff, quien guardaba una distancia más que prudencial del kelpie, parecía tan asombrado de la magia de Harry que apenas podía decir algo más que sólo “vaya”. A Draco no le sorprendió que Cliff no hiciera fastidiosas preguntas sobre lo que era un kelpie tal como lo había hecho con los imps, pues cualquiera en Gran Bretaña que supiera un poco de folklore celta conocía las leyendas acerca de esos famosos demonios del agua.

Draco se sacó del bolsillo una pequeña jaula de apenas unos centímetros de altura y se la dio a Harry.

–Se aumenta de tamaño y sirve para cualquier tipo de criatura mágica –le explicó. -Después, ya con el monstruo dentro, recupera su tamaño compacto. Así es cómo los exterminadores trasportan lo que atrapan.

-¿Y después? –preguntó Harry, colocando la jaulita en el suelo y convocando un engorgio para que quedara de tamaño suficiente. -¿Qué suelen hacer con ellos? No los sacrificarán, ¿verdad?

-¿Sacrificar? Bueno… -Harry dejó de hacer lo que estaba haciendo para mirar a Draco con reprobación. -¡Por amor a Merlín, Potter! No lo sé, supongo que sí, al fin y al cabo son sólo monstruos y plagas que nadie quiere. Aunque eso es problema y decisión de cada exterminador. Creo que Marion, por ejemplo, suele abandonarlos en bosques remotos donde no hay muggles.

Harry se acercó al kelpie para tomarlo de la brida pero no dejó de observar a Draco con recelo como si no confiara plenamente en lo que le decía.

-¿Y tú? ¿Qué harás con él?

Draco abrió la boca con incredulidad.

-¿Cómo puedes preocuparte por esa cosa después de que estuvo a punto de comerse a tu mejor amigo? ¡No, no me respondas, por favor…! -agregó rápidamente antes de que Harry le soltara su sobado discurso sobre los derechos de todas las criaturas mágicas y que seguramente Granger le había metido en la cabeza. Suspirando y poniendo cara de picardía, le dijo: -Te doy mi palabra que no le haré daño, que lo reubicaré en un magnífico lugar y en completa libertad. Después de todo, no quiero perder el cinturón que se te ocurrió usar de brida para cogerlo.

-Si no hubieras afirmado con tanta convicción que sólo se trataba de una colonia de imps, tal vez yo hubiera venido preparado para enfrentar otro tipo de criaturas –le dijo Harry sin poder ocultar una sonrisa altanera. –Desde mi punto de vista, me parece que me has traído deliberadamente engañado y eso requerirá una penalización monetaria como indemnización.

-Así se habla, mi vida –lo apoyó Cliff, quien oculto detrás de Draco, evitaba todo contacto visual con Harry y el kelpie.

-¿Indemnización? –bramó Draco mientras Harry maniobraba con el kelpie tratando de conseguir que entrara a la jaula. -¡Esto no fue mi culpa, yo no tenía idea de que aquí había un puto kelpie aficionado a transformarse en imp! Cuando compré la casa, los dueños anteriores sólo me comentaron de extraños ahogamientos en el río y de que alguien había jurado ver un duendecillo de color marrón…

-¿Extraños ahogamientos? –exclamó Harry, boquiabierto. –Exactamente, ¿de cuántas personas estamos hablando?

-Mmm… -Draco se pasó una mano por el cabello todavía húmedo. Lo sentía tan sucio que no pudo evitar arrugar la nariz mientras miraba a Harry con fingida vergüenza. –Cinco. Por lo menos, desde este jardín. Pero por lo que estuve investigando, en la zona ya han desaparecido alrededor de una docena de personas.

Harry bufó y meneó la cabeza.

–Me sorprende que el Ministerio no hubiera sospechado que aquí hubiera algo mágico devorando muggles. Son unos ineptos buenos para nada.

-Tú lo has dicho –ratificó Draco, quitándole a Harry de las manos la ahora pequeña jaula con el también miniaturizado kelpie encerrado en ella. Se la guardó en el bolsillo del abrigo mientras le guiñaba un ojo a Harry. –Espera a que los demás corredores de bienes raíces se enteren de lo que has hecho aquí, y verás que dejarás a Marion sin trabajo.

-Sí, claro. Como si me interesara andar jugando al Steve Irwin y terminar igual que él –masculló Harry guardándose al fin la varita. Pero a pesar de la negatividad de sus palabras, tenía en el rostro tal gesto de complacencia que Draco podía intuir que aquella experiencia bien había valido la pena. Ahora sólo tenía que convencerlo de renunciar al Ministerio y hacerle notar lo bien renumerado y satisfactorio que era el trabajo de exterminador. Se giró hacia Cliff arqueándole una ceja y de inmediato, su amigo entró en acción.

En menos de dos zancadas, Cliff estaba a un lado de Harry y le envolvió un brazo entre los suyos.

-Oh, Harry, ¡te has convertido en mi nuevo héroe! Los X-Men han pasado a la historia, te lo juro. Jamás me imaginé que fueras tan increíblemente… eh, mm… ¿Mágico? –Draco rodó los ojos y Harry miró a Cliff con suspicacia. –Deberías dedicarte profesionalmente a esto, a defender mucles indefensos como yo y liberar a la humanidad de estas alimañas. Además, ¡eres tan listo! Desde que llegamos estabas seguro que no se trataban de imps… ¿cómo supiste?

-Cierto, Potter –intervino Draco, cruzándose de brazos. –Ésa es una buena pregunta. ¿Cómo te diste cuenta?

-Bueno… -Harry se rascó la nuca y puso cara de niño atrapado en medio de una travesura. El moreno parecía tan sencillo y humilde en ese momento que Draco se preguntó si acaso era el mismo poderoso hechicero que hacía un par de minutos le había salvado la vida, otra vez. –Pues la verdad –explicó Harry, -las señales eran bastante obvias. Desde que entramos al jardín tanta calma me pareció extraña. Si realmente hubiera existido una plaga de imps, los hubiéramos notado escondidos entre las plantas casi desde el primer momento. Los imps no están en el agua, a ellos no les gusta; por eso les divierte arrojar a las personas a ella. Gracias a ese dato supe que el imp dentro del río no era un imp en realidad. Y que no hubiera patos ni ningún ser vivo en las cercanías, era claro indicio de un monstruo carnívoro en el sitio.

Draco levantó una ceja, impresionado.

–Vaya. Y yo que creía que eras lento de entendimiento y por eso habías terminado de burócrata.

Repentinamente, la sonrisa de Harry desapareció.

–Tú sabes cómo sucedieron las cosas, Draco. No tuve alternativa, era eso o morirme de hambre.

-Pues me parece que ahora sí tienes otra opción, guapo –intervino Cliff. –Y una muy buena. –Levantó una mano como si recorriera un letrero imaginario y exclamó: -¡Harry Potter, el mejor exterminador profesional del mundo! ¿Verdad que sí, Draco?

Harry miró hacia Draco con tal expresión anhelante en sus ojos que al rubio se le encogió el corazón. Incapaz de sostener la frágil mirada verde, Draco agachó la cara.

–Es raro tratándose de Cliff, Potter, pero ahora tiene toda la razón. Estarías más ciego de lo que yo creía si no ves la magnifica oportunidad que esto representa para ti.

Harry se quedó en silencio un par de segundos y luego suspiró.

–Les prometo que lo pensaré, ¿de acuerdo? –Draco y Cliff intercambiaron una mirada cómplice cuando Harry se distrajo acomodándose las gafas. –Bueno, me parece que este jardín ya es seguro de nuevo. ¿Nos vamos a casa?

-Por supuesto –respondió Draco. –Pero esta vez nos desapareceremos. No voy a volverme a subir jamás en la vida a ese trasto muggle, créemelo. Antes, prefiero arrastrarme hasta el apartamento.

Cliff miró a Draco tristemente.

–Entonces, ¿yo tendré que volver solito en el metro?

-No seas estúpido, Cliff. Si yo te sostengo, puedes irte conmigo. –La cara que puso Cliff ante eso no tenía nada que rivalizarle a la de un niño que le han dicho que es libre para escaparse con el circo.

-Draco… -empezó a decir Harry con voz tensa. –Yo no… no quiero.

Draco lo enfrentó, repentinamente disgustado.

-¿A qué te refieres con que no quieres? ¿Acabas de atrapar a un temible kelpie con una mano en la cintura y tienes miedo de aparecerte? –Harry se quedó sosteniendo su mirada sin responder nada y Draco sabía muy bien que no le diría ni una palabra más. Frustrado al creer que Harry no confiaba en él, meneó la cabeza y soltó sin pensárselo: –Eres increíblemente patético, Potter.

Dio un paso hacia Cliff y lo aferró firmemente del brazo. Ignorando los ojos de Harry fijos en él, cerró los suyos concentrándose en su apartamento. Se apareció ahí, arrastrando a Cliff consigo y llevando ya la conciencia cargada con esa estúpida y desagradable sensación que lo hacía arrepentirse dolorosamente de lo que había hecho.

-Los seres humanos normales lo llamamos remordimiento, Draco –Cliff le había dicho alguna vez hacía tiempo. Lo curioso era que en toda su jodida vida, sólo por Harry había experimentado tal sentimiento.

Harry se quedó estupefacto al ver a sus dos amigos desaparecer, a pesar de que la cara que puso Cliff antes de desvanecerse lo hubiera hecho reír con ganas en otras circunstancias. Parpadeó un par de veces, convenciéndose de que realmente Draco se había marchado dejándolo atrás… aunque la realidad era que no podía culparlo. El viaje de ida no había sido placentero ni tampoco corto, mucho menos para el gusto de un mago criado en la aristocracia. Era imposible e injusto pedirle a Draco que lo repitiera, ya bastante había hecho al acceder a llegar de ese modo.

Suspirando con resignación, decidió ir tomando camino. Ya casi era mediodía, y si se daba prisa tal vez alcanzaría a llegar al apartamento a tiempo para almorzar. Esperaba que Draco estuviera de humor para cocinar algo, a veces los emparedados de tocino no le quedaban tan mal…

Había dado unos pocos pasos con rumbo al jardín del frente para salir de la propiedad, cuando un conocido “crack” le advirtió que Draco había vuelto. Sonriendo, se detuvo y giró el cuerpo hacia su amigo, pero casi brinca de sorpresa al ver que, con cara de furia, el rubio se abalanzaba sobre él.

Draco se detuvo hasta que quedó a un palmo de su nariz, tan cerca de Harry que éste tuvo que inclinar la cabeza hacia atrás para poder verlo a los ojos. Draco cerró ambas manos sobre los brazos de Harry, oprimiéndolo tan duro que casi lo hizo emitir un quejido.

-¡Draco! –exclamó Harry empezando a molestarse. -¿Qué coño te sucede?

Por unos segundos, Draco no respondió. Sus ojos recorrían el rostro de Harry como explorándolo, como si quisiera averiguar algo oculto debajo de cada ceja, cada mejilla, la nariz, los anteojos… la boca. Harry se estremeció y apretó los labios en un gesto inconsciente, jamás en la vida se había sentido tan desnudo y vulnerable ante el escrutinio de alguien. Al final, los grises ojos de su amigo se fijaron en los suyos y Draco por fin habló:

-Me sucede que tu extraño e incongruente comportamiento me sobrepasa, Potter. No logro entenderte, y quiero que sepas que no nos vamos a ir de aquí hasta que me expliques qué demonios te está pasando.

Harry sintió que el alma se le caía a los pies y que el pecho se le congelaba de repente. Draco quiere saber. Draco necesita saber. Y lo peor era que Harry sí tenía respuestas. Pero si Draco se enteraba… ¿qué pasaría con su amistad? Harry temía lo peor. Evasivo, murmuró:

-No entiendo de qué me estás hablando, Malfoy.

Draco sonrió sarcástico, apretujando más los brazos de Harry hasta que logró que hiciera una mueca de dolor.

–Hablo de tu actitud ante los abusos de los demás. De miedos e inseguridades irracionales. De tu valor, de tu dignidad como mago… como ser humano, Potter. –Draco lo liberó pero no se retiró de su posición. Le golpeteó el pecho con una mano. -¡Diablos, Potter! ¡Es que es de no creerse! ¡Eres el que venció al mago oscuro que aterrorizaba a todo mundo, al que nadie más pudo enfrentar! ¡Eres más poderoso que toda la sarta de aurores inútiles que no permitieron que te unieras a ellos! ¡Si quisieras, con un solo movimiento de mano podrías dejar sin polla a todos esos bastardos que se burlan de ti en la oficina! –Hizo una pausa, meneando la cabeza con incredulidad. –Pero no lo haces. Permitiste que el Ministerio te volviera un pelele y ahora tienes tan poca confianza en ti mismo que hasta temes usar la aparición.

Harry percibió la manera en que sus propias facciones se endurecían, pero era debido a los nervios más que nada. Y cuando habló de nuevo lo hizo con voz tirante sin importarle lo que Draco pensara.

–Esas son muchas dudas, ¿no? ¿Qué tópico quiere su majestad que charlemos primero?

Draco frunció los labios y entrecerró los ojos, aparentemente desconcertado ante el sarcasmo de Harry.

–Bien. Me agrada tu disposición –siseó. -¿Qué tal si primero me cuentas por qué rechazas utilizar la aparición? Que yo sepa, aprobaste tu examen. Y sé que te apareciste multitud de veces mientras duró la guerra.

Harry suspiró y ablandó un poco el gesto. Sabía que revelarle a Draco aquello era ya sólo su decisión, pues Narcisa lo había liberado de su juramento. Resignado, respondió:

–Está bien, te lo diré. Pero con una condición. –Draco se cruzó de brazos, impaciente. –No ahora, pero sí pronto. Tal vez mañana… -lo pensó por un momento y asintió con la cabeza. -Sí, creo que mañana será perfecto.

Draco soltó un bufido de burla y comenzó a caminar hacia un lado y luego de regreso, mientras decía sarcástico:

-¿Y cuál es el jodido gran misterio que no me puedes decir ahora?... ¿Que tienes algún tipo de fobia? ¿Que hiciste alguna ridícula promesa? ¿O es que acaso crees que voy a quererte menos cuando me cuentes que el Ministerio te retiró la licencia?

Harry arqueó una ceja ante eso. Decirle a Draco que el Ministerio le había quitado la licencia sería una estupenda excusa para evitar la verdad; y de hecho, Harry creía que así debía haber sido después de lo que pasó, pero…

Un momentito.

Repasando lo recién dicho por Draco, Harry cayó en la cuenta de algo y casi se muere de la impresión. Tenía que ser una broma y no pudo evitar aprovecharse de eso para molestarlo.

-¿Quererme menos? –se rió Harry y Draco lo miró horrorizado al percatarse de la palabra que se le había escapado. -¿Acaso el arrogante y nada romántico Malfoy acaba de admitir que siente cariño por mí?

Draco se había quedado como petrificado, mirándolo fijamente a los ojos y respirando con agitación. Harry lo vio apretar las mandíbulas y fruncir el gesto, pero en cuestión de segundos, la cara de Draco cambió tanto que Harry se asustó. Los ojos de su amigo parecieron apagarse y fue como si su cara se derrumbase y abandonara toda pose y falsedad por primera vez en años.

Harry lo observaba sin poder dar crédito a lo que sus ojos veían. Era como si ese hombre frente a él fuera otro Draco completamente desconocido: un Malfoy sin pretensiones ni fingimientos. Pero al mismo tiempo era como si en su interior hubiese intuido que sí existía y toda su vida hubiera esperado para conocerlo.

Con pasmosa lentitud, Draco se dirigió hacia él hasta quedar de nuevo frente a frente y separados por apenas unos centímetros. Harry se avergonzó de su comentario anterior y abrió la boca para disculparse, pero Draco le ganó la palabra.

-¿Ahora el de las preguntas eres tú, Potter? Vaya, y yo que había creído que era mi turno. –A pesar de sus ironías, la voz de Draco tenía un cierto dejo de melancolía que inquietó al moreno. -¿Así que quieres que admita que te… que admita lo que siento por ti? -Las últimas palabras las había escupido más que pronunciado, como si le costara la vida hacerlo.

-No, Draco. No… -dijo Harry, realmente apenado y arrepentido por haber ridiculizado el desliz de su amigo. –Déjalo así. Yo sé que sólo fue una manera de hablar, que en realidad tú no…

-Ah, no –rugió el rubio justo frente el rostro de Harry. – ¡Tú lo preguntaste y ahora me vas a escuchar! –Draco puso gesto de exasperación y levantó los brazos para dejarlos caer de nuevo casi inmediatamente, como si lo que iba a decir a continuación fuera algo tan obvio que no necesitaba ni ser mencionado. -¡Por supuesto que siento algo por ti! ¡Sería un estúpido malagradecido si fuera de otro modo! –Miró a Harry con enojo y concluyó, picándole insistentemente el pecho con un dedo: -Tú eres mi mejor amigo, Potter, me has salvado la vida ya en dos ocasiones, me brindaste tu casa y tu confianza y yo… escúchame bien porque jamás lo repetiré… Yo haría lo que fuera por ti.

En un impulso que Harry no pudo evitar, levantó su propia mano y atrapó la que Draco estaba utilizando para picotearle el tórax. Quizá su intención inicial había sido quitárselo de encima y arrojarle la mano lejos, pero una vez que sus dedos tuvieron aferrada la mano de Draco entre ellos y Harry percibió calidez y suavidad por tanto tiempo anheladas, no pudo dejarla ir tan rápido. La apretó aún más sin siquiera pensar en ello.

Draco lo miró con gesto de enorme sorpresa. Dos segundos habían pasado y Harry no lo soltaba. Observó su propia mano apresada dentro de la de él y arrugó en entrecejo. Tres segundos. Draco jaló su mano un poco con intención de retirarla y Harry la estrujó con más fuerza, no estaba dispuesto a dejarlo ir. Draco levantó de nuevo sus ojos hacia Harry y pareció preguntarle con la mirada qué diablos estaba tratando de hacer. Cuatro segundos y Harry le respondió con hechos: comenzó a acariciar el dorso de su mano con el pulgar.

En ese punto, Draco definitivamente estaba atónito y boquiabierto. Cinco segundos y Harry seguía acariciándolo. El moreno no quería ni pensar, sabía que si analizaba su comportamiento se aterrorizaría de su atrevimiento y ese momento lleno de magia se diluiría sin poderlo evitar. Seis segundos. Y él no quería que terminara, se sentía tan bien tener a Draco tan cerca y sostener su mano dentro de la suya y…

Cuando Harry se decidió a hablar, sintió como si la lengua se le hubiera pegado al paladar. Siete segundos. La boca pastosa y seca, la voz enronquecida.

-Así que… ¿harías lo que fuera por mí, Draco? ¿Estás seguro?

Ocho segundos y la caricia de su dedo se hacía cada vez más insinuante, recorriendo con oprimida lentitud el suave y pálido dorso de la mano de Draco. Nueve segundos y Draco asintió rápidamente con un gesto inseguro bastante inhabitual en él.

–Por supuesto. Si está a mi alcance, sí –masculló, tragando saliva. –Para eso precisamente están los amigos, ¿no?

Diez segundos y el dedo de Harry se detuvo, pero él no soltó la mano de Draco. Sabía que se arrepentiría de lo que iba a hacer a continuación, sabía que no debía, que no tenía ningún derecho, pero… el momento era perfecto, era… Además, estaban las palabras de Narcisa danzando en su mente, ¿qué tal si ella tenía razón y él le gustaba a Draco? ¿Qué tal si lo podía ver como algo más que un amigo? ¿No valía la pena comprobarlo?

Y después de haberlo visto caer al río con ese demonio y haber creído que no lo volvería a ver con vida, sentía que cada segundo sin él era tiempo desperdiciado. Se sentía fortalecido, valiente. Como si cualquier cosa pudiera ser posible. ¿Por qué no intentarlo?

-Ya que hablamos de eso, en realidad necesito dos cosas de ti, Draco –susurró y Draco lo miró expectante, sus ojos grises lo observaban con temor, casi con reverencia. Harry era consciente de que su actitud era extraña hasta para él mismo, pero Draco había abierto la caja de Pandora y ahora que se jodiera. –Primero, quiero que dejes de llamarme por mi apellido. Para mis amigos soy Harry, ¿de acuerdo? –Draco entrecerró los ojos levemente, pero al parecer no se atrevió a discutir. Asintió a duras penas. –Bien. Y en segundo lugar… -Jaló vigorosamente la mano de su amigo provocando que su cuerpo se pegara al suyo. Escuchó a Draco emitir un jadeo de asombro y antes de que pudiera reaccionar, Harry levantó su mano libre y aferró la nuca del rubio. -… Quiero esto.

Los segundos dejaron de contar. Acercó su rostro al de Draco con tanta velocidad que temió hacer chocar sus dientes, sobre todo porque su amigo tenía la boca abierta por la conmoción. Así que Harry pudo asaltarlo con facilidad, besándolo con una furia que jamás había experimentado con nadie más.

Draco y Harry, por Maranwe
Draco y Harry, por Maranwe

Al principio del beso, ambos sostuvieron los ojos abiertos. Uno de pasmo, el otro por precaución en espera de una reacción. Y sí la hubo, pues Draco intentó liberarse sin lograrlo. Pero cuando después de un momento se rindió completamente ante Harry y cerró con suavidad sus párpados mientras gemía quedo, Harry también se dejó perder. Se concentró en el movimiento de su lengua, en la manera que parecía mandarse sola y lamía gustosa los aterciopelados y deliciosos labios de Draco. La sintió entrar y salir, toqueteando dientes, paladar y al fin, otra lengua que ansiosa correspondió con idéntico impulso. Harry sintió toda su boca vibrar cuando Draco gimió otra vez, y aquello fue demasiado. Era oh, merlín bendito, algo que nunca se imaginó pasaría más allá de sus sueños: él besando a Draco.

Y lo mejor, lo infinitamente mejor, era el modo en que él le correspondía… como si al igual que Harry, Draco llevara años anhelándolo. La mano con la que le sostenía la nuca aflojó su agarre y se deslizó hacia arriba, enredándose en el ahora enmarañado pelo del rubio. Se sobresaltó un poco cuando percibió algo helado introduciéndose bajo su camisa, tocando la tibia piel de su estómago: era la mano libre de Draco.

Ahora el que jadeó fue Harry. Había deseado sólo un beso, el empuje loco de hacía un momento lo había llevado a buscar la boca de su amigo aún a riesgo de ser rechazado, de ser hechizado, de perder su amistad. Sin embargo, Draco no sólo le correspondía deseoso, sino que además lo estaba acariciando… Merlín, ¡la mano de Draco estaba subiendo por su torso!

Harry tuvo que interrumpir el beso para gemir cuando la mano de Draco cubrió uno de sus pectorales y los fríos dedos oprimieron su tetilla. Soltó la mano del rubio y utilizó las dos para abrazarlo por la espalda, jalándolo aún más cerca de él, reanudando el beso con desespero… Su miembro dolorosamente erecto bajo las ropas, aclamándole más presión, más…

Aplastó a Draco contra él mismo, usando su abrazo para restregar su cuerpo con el suyo. El calor y el bienestar que experimentaba ante ese acercamiento no tenían punto de comparación a nada que hubiera sentido antes con Colin. Como si su alma y su cuerpo le gritaran ¡Sí! Él es… Él es con quien debes estar. Todo el día, toda su vida. Abrazado a él, conociendo su sabor y alimentándose con su calor.

El rubio llevó sus manos hacia la espalda de Harry todavía bajo su camisa, acariciando con tanta fuerza que pareciera querer memorizar cada curva. La piel de todo el cuerpo se le erizó con ese contacto. Sin pensar en lo que hacía, sólo dejándose llevar por el impulso de querer más y más, Harry movió a Draco contra él y entonces lo notó… Abrió los ojos sorprendido.

Dios, Draco… Estás… –gimió con voz ronca. La erección de Draco contra su entrepierna, pulsante y ansiosa, demostrando su deseo por él. La boca de Harry buscando de nuevo la suya, sus dientes mordiendo, sus labios succionando.

Enloquecido y extraviado en un olvidado rincón de su ser donde solía ser impetuoso y valiente, Harry decidió no desperdiciar la oportunidad. Era dolorosamente consciente de que Draco sólo se tiraba a sus amantes una noche y jamás los volvía a ver, y aunque no era lo que Harry quería, decidió que por el momento lo tomaría. Al diablo lo demás. Acababa de darse cuenta que Draco lo deseaba… ¿Quién en su sano juicio hubiera creído posible que eso sucedería algún día?

Intentando llevar el beso a una insinuación mayor, Harry deslizó sus manos desde la espalda de Draco hacia abajo, buscando el borde del abrigo para meterlas por debajo. Lo logró y casi se corre en el mismo instante que aferró ambas nalgas del rubio con sus manos. Dios, eran tan firmes y perfectas, tal como las había imaginado. Draco le mordió la lengua mientras gemía largamente ante la audaz caricia, y Harry lo empujó hacia él restregando sus entrepiernas y provocando que las uñas de Draco rasguñaran su espalda.

-Harry… - musitó Draco y Harry no pudo evitar una sonrisa. Era la primera vez que le llamaba por su nombre. Oprimió su propia erección contra la de él y Draco volvió a jadear. –Ah-Harry –repitió el rubio encima de sus labios y abriendo un poco los ojos, empezó a preguntar con algo de timidez: -¿Quieres…?

-Dios, Draco sí –exclamó Harry casi lloriqueando, apretando más al rubio, restregando su recién descubierto miembro erecto contra su muslo. No podía creer que eso estuviera sucediendo así ya, tan pronto, tan… tantos años perdidos. –Por favor, Draco. Sí. Es lo que más quiero. eres lo que más quiero.

Sonriendo y sin decir una palabra más, Draco aferró ambos brazos de Harry con fuerza y éste supo lo que planeaba hacer apenas una milésima de segundo antes que ocurriera. Enterró su cabeza en el recoveco del cuello de Draco, apretando los labios para ahogar el gemido de terror que experimentó ante la expectativa… y de pronto, la sensación de aplastamiento, la falta de aire y un entorno nuevo.

Respirando entrecortado, levantó la cara y reconoció la recámara de Draco.

-¿Verdad que no fue tan terrible? –escuchó que le decía su amigo en un susurro justo junto a un oído.

-Bueno, si vas a dejar que te bese cada vez que quieras que me aparezca… -bromeó Harry, intentando no demostrar que casi desfallecía del miedo por lo recién sucedido. –Sobre todo, si el lugar de destino es…

-¿Mi cama? –masculló Draco con esa voz sensual que Harry sólo le había escuchado usar para con sus amantes en el proceso de seducción. -¿Mis brazos? ¿Mi…?

No pudo seguir hablando, nuevamente Harry invadió su boca. Pasional y febrilmente. Ahora que se sabía correspondido, ahora que sabía que Draco también lo deseaba… que el cielo los amparara. No veía modo de calmar su fuego y la excitación que en ese momento lo asfixiaba.

Un grito destemplado proveniente de su sala de estar hizo que ambos se detuvieran en seco y separaran sus rostros.

-¿Es Cliff? –le preguntó Harry a Draco. El rubio se limpió la boca con la manga de su camisa mientras asentía con una mirada culpable. Harry sintió que la decepción lo golpeaba en el estómago y que su erección comenzaba a decrecer. Demonios. -¿Qué hace todavía aquí?

-Bueno… lo dejé en la sala antes de desaparecerme de regreso a Richmond y le dije que esperara. –Harry le arqueó una ceja y Draco se encogió de hombros. – ¿Qué esperabas? Yo jamás pensé que nuestro regreso sería directo a mi cama.

-¡Dra-Draco! ¡HARRY! –gritó Cliff de nuevo. -¡Ayuda!

Suspirando y resignándose, ambos amigos se vieron a los ojos por una fracción de segundo. Harry intentó una sonrisa que esperaba dijera “Pero continuaremos dónde nos quedamos” y Draco le sonrió en respuesta. Harry caminó hacia la puerta de la recámara y salió con rumbo a la sala, seguido muy de cerca por Draco.

-¿Cliff?

El chico salió de detrás del sillón con gesto aterrorizado y muy pálido.

-¿Harry? –Se llevó una mano al pecho resoplando de alivio al ver a sus dos amigos. -¡Gracias al cielo! ¡MIREN! ¡Tienen fan-fantasmas en la chimenea! –exclamó apuntando hacia ella.

-¿Qué? –dijeron Draco y Harry al unísono y volteando hacia dónde Cliff les señalaba. Notaron el fuego verde característico de la red flu y entonces Harry se acercó, extrañado. Era bastante inusual que alguien del mundo mágico se quisiera comunicar con cualquiera de los dos.

Dos formas se distinguían claramente entre las llamas.

–Creo que tienes mal la dirección, Hermione… -decía una de las cabezas. –Aquí sólo hay un muggle que está histerizando.

-Estoy completamente segura que es aquí, Ronald –respondió con tono exasperado la otra cabeza de melena abultada. -Y por cierto, “histerizar” es un verbo que no existe, en todo caso debes emplear una palabra como…

-¡Oigan! –les gritó Harry incapaz de oculta su alegría, agachándose hasta quedar en cuclillas frente al fuego mágico. Ron y Hermione voltearon hacia él al mismo tiempo, sonriendo ampliamente. -¿Qué hacen en mi chimenea y asustando a mis amigos?

-¡Harry! –saludó Hermione. –Por Merlín, ¿cómo has estado? Nos ha tenido tan preocupados tu falta de cartas. Desde que Colin se… -Ron la miró con el ceño fruncido y Hermione se corrigió rápidamente. –Quiero decir, desde hace más de un mes no nos has escrito nada.

-Bueno… -Harry se rascó la nuca. Nervioso, masculló: -Últimamente no había… pero justo hoy… -Giró su cabeza hacia atrás, donde Draco y Cliff lo miraban, el primero con cara de hastío y el segundo con estupefacción. Distraídamente, Harry pensó que esas habían sido demasiadas emociones juntas para el pobre espíritu muggle de Cliff. -¡Oye, Draco! –dijo con alegría. -¡Mira, son Hermione y Ron!

-Júralo por favor –Draco puso cara de aburrido mientras se cruzaba de brazos y se recargaba en la pared. –Merlín, estoy en éxtasis por el consuelo. Por un momento creí que eran Timón y Pumba invadiendo nuestro apartamento.

-¡Timón y Pumba! –exclamó Cliff ahogando una carcajada. -¡Qué gracioso! ¡Apuesto a que logro adivinar quién es quién!

-Mejor no, Cliff, no vaya a ser que el Rey León nos destierre del reino por meternos con su séquito. -Draco le brindó a un indignado Harry una última mirada inexpresiva y tomando a Cliff de la mano, lo arrastró consigo hacia la cocina. -Ven, dejemos a Potter conferenciar con sus queridos amiguitos mientras preparamos algo de comer.

-¿O sea que ustedes usan la chimenea como un tipo de teléfo…? –iba preguntando Cliff en tono azorado mientras él y Draco desaparecían tras la puerta. Harry suspiró, preguntándose vagamente porque Draco lucía tan molesto, pero lo olvidó de inmediato y regresó su atención a su par de amigos en el fuego.

-Y… ¿No es muy costoso para ustedes contactar mi chimenea desde París? Yo suponía que sí, porque a nosotros nos sale un ojo de la cara…

-¡Harry! –lo interrumpió Hermione conteniendo la risa. –Es que estamos en la Madriguera. Venimos sólo por el fin de semana, un pequeño viaje relámpago.

-Oh, ¿sólo por el fin de semana?

-Ajá –confirmó Ron, -así que imaginarás que tenemos poco tiempo para charlar. Mamá ya puso en la mesa un lugar para ti, confía en que te convenzamos de venir a almorzar con nosotros… -miró a Hermione con gran orgullo y finalizó: -Hemos venido a contarles sobre nuestros planes de boda.

-¡Vaya! –Harry se sentía profundamente conmocionado: primero lo sucedido en Richmond, y ahora esta noticia de sus amigos. Todo parecía demasiado bueno para ser verdad. –Pues, ¡ya era hora! ¡Felicidades! Me alegro mucho y… -echó un vistazo hacia atrás, a la puerta cerrada de la cocina. –Draco no está aquí en este momento, pero estoy seguro que también se alegrará por ustedes cuando lo sepa.

-Sí, claro –resopló Ron cambiando su expresión a una de total desagrado. –Como si a ese hurón ruin y vanidoso le importara alguien más aparte de él mismo.

-¡Ron! –lo regañó Hermione en voz baja. –Acordamos en que ese tema lo dejaríamos para después…

-Oigan –cuestionó Harry, frunciendo el ceño. -¿Qué les pasa a ustedes dos? ¿Por qué se refieren a Draco de esa manera?

Ron y Hermione se miraron el uno al otro y al final, Hermione encaró a Harry y le murmuró con su típico tono de preocupación:

-Verás, Harry… Ron y yo hemos conversado acerca de los últimos eventos de tu vida y creemos… bueno, de hecho estamos casi seguros de que el motivo por el cual Colin se ha ido de tu lado fue precisamente por… por causa de Malfoy.

-¿Qué? –Si no hubiera estado ya tan molesto, Harry se hubiera reído de lo absurdo de aquello. -¿De qué demonios están hablando?

-Piénsalo un momento, camarada –exclamó Ron en un tono mucho más exaltado que el de Hermione. -¿No nos has contado tú mismo que Malfoy es un tenorio empedernido y egoísta? ¿Qué se la vive follando a diestra y siniestra? ¿Qué tal si tú eres la próxima víctima en su lista de conquistas y de alguna manera logró que Colin se alejara como primer paso para lograr tu seducción?... ¡Puede ser que hasta lo haya amenazado o le haya aplicado algún hechizo de magia oscura! –finalizó Ron muy escandalizado.

Harry hizo una mueca de incredulidad.

–Ron… No pueden estar hablando en… ¡Es completamente absur…!

-Sabemos que confías en él, Harry –volvió a interrumpirlo Hermione, -pero la verdad es que Ron y yo pensamos que vivir con Malfoy no te está dejando ningún beneficio, sino todo lo contrario. ¿Ya olvidaste lo que ocurrió cuando lo rescataste? ¿Y ahora no ves que te has quedado sin tu pareja por culpa suya?

Ron asintió frenéticamente ante las palabras de su novia.

–Y también creemos que todavía no es demasiado tarde para que recuperes a Colin… -le dijo el pelirrojo con urgencia. –Ginny nos ha dicho que se tropezó con él en Nueva York y que le confesó que aún sigue enamorado de ti –terminó de contar muy satisfecho, como si creyera que aquello era una buena noticia para Harry.

El moreno miró a sus amigos en silencio, sopesando todo lo que acababa de escuchar. Ahora le quedaba claro que a diferencia de él, sus amigos no veían al verdadero ser humano que había en Draco y no tenían la más mínima idea de lo que su amistad había significado para Harry todos esos años (y lo que Colin en realidad no había significado). Así que decidió que era tiempo que charlar con ellos y poner algunas cosas en su justo lugar.

–Muévanse a un lado –les dijo en tono serio. -Voy para allá

Ron y Hermione intercambiaron una mirada secuaz y luego sus cabezas desaparecieron de la chimenea. Bastante contrariado, Harry tomó un puñado de polvos flu y los siguió.

Sin haber mirado atrás, no se dio cuenta que Draco y Cliff estaban de pie fuera de la cocina desde hacía un par de minutos. Draco llevaba una charola con emparedados y Cliff tres vasos con bebidas. Cuando Harry se esfumó dentro del fuego verde de la chimenea, Cliff giró lentamente su cabeza hacia su rubio amigo, sin saber a ciencia cierta qué decir. Ambos habían escuchado casi toda la conversación.

Draco tenía el gesto de piedra. Miraba fijamente hacia el lugar dónde Harry había estado agachado en cuclillas apenas un momento antes, con tanto enojo que sus ojos parecían echar chispas. Sin mover ni un músculo, le masculló a Cliff:

-Si dices una sola palabra… Lo que sea, te juro que te encierro en la jaula junto con el kelpie.

-Me he quedado mudo de repente, cariño. Te lo juro.

Después de media hora de comer en incómodo silencio, Cliff pareció decidir que ya era hora de dejar su forzada afonía a un lado.

-¿No te vas a comer tu emparedado, Draco? De verdad que ahora no te quedaron tan malos… -Tomó un pequeño pedacito del suyo y le dio vueltas entre sus dedos. –De hecho, están bastante comestibles si los comparas al pollo asado que hiciste…

Sentado frente a él y cruzado de brazos, Draco espetó: –Cliff, cállate… por amor a lo que más quieras.

-De acuerdo, ya me callo –dijo el chico de cabellos lacios. Procedió a terminar con su almuerzo y durante dos minutos más no dijo nada. Pero de pronto, soltó: -¿Sabes? No creo que debas preocuparte por lo que esos amigos de Harry piensen de ti…

-¿Y quién dice que me preocupa? –lo interrumpió Draco, frunciendo más el ceño.

-Tal vez son homofóbicos –continuó Cliff ignorando completamente a Draco, -y su plan es tratar de llevar a Harry por lo que ellos llaman “el buen camino”… Ya sabes cómo son los heterosexuales.

Draco negó con la cabeza mientras hacía un gesto de desprecio.

–Ésos imbéciles serán todo lo que quieras menos homofóbicos, va en contra de la naturaleza de su Casa. –Cliff puso cara de extrañeza ante eso y Draco añadió: -Les importa un pito si Potter es gay o lo que sea, lo único que quieren es que no esté cerca de mí. Cuando era novio de Creevey estaban que morían de la felicidad porque el gilipollas se la vivía lamiéndoles el culo a todos ellos. –Echándole una mirada furtiva a la chimenea (la trigésima en los últimos treinta minutos, aunque por supuesto que no tenía nada que ver con que estuviera esperando que Harry regresara de aquel cuchitril al que llamaban Madriguera), masculló entre dientes: -Y por lo visto, estarían encantados de lograr que regrese con él, ¡cómo si ese estúpido chantajista se lo mereciera y Potter no pudiera tener a alguien mejor!

Cliff lo observó con suspicacia antes de preguntar:

-¿Quieres decir, alguien... cómo tú?

Disimulando grandiosamente el calor que invadió su cuerpo y la sorpresa ante el cuestionamiento de Cliff, Draco arremetió sin perder compostura:

-Por favor, Collier. Sabes bien que yo no soy alguien mejor. De hecho, yo sería lo peor que podría pasarle al pobre Potter.

-En eso tienes toda la razón –admitió Cliff con un tonito extraño. Draco se preguntó alarmado si acaso era más transparente de lo que había pensado con relación a lo que sentía por Harry y no se había percatado. Cliff suspiró teatralmente antes de decir: –Bueno, pues dejemos que los amigos de Harry te odien todo lo que les venga en gana y prefieran a Creevey, que al cabo sólo están de paso. Harry es el que vive aquí, el que te conoce bien y el que te tiene cariño, así que no creo que tome en serio esas ridículas acusaciones en tu contra. En realidad, yo lo noté bastante dispuesto a defenderte, ¿tú no? –Al ver que Draco no respondía nada, Cliff continuó: -Tampoco pienso que Harry tenga la más mínima intención de volver con Creevey. Ni siquiera parece extrañarlo.

Por primera vez en todo ese tiempo, Draco volteó y miró a Cliff a los ojos. Estaba a un paso de ceder ante la ansiedad que lo carcomía y preguntarle a Cliff ¿De verdad crees eso? ¿En serio piensas que Harry ya no siente nada por Creevey? ¿Qué a pesar de lo que le digan sus amigos, continuará confiando en mí? Y durante un breve instante su expresión flaqueó; mantener la máscara de indiferencia y arrogancia le estaba costando más trabajo en ese momento que nunca antes. Pero de inmediato se recompuso y recuperando su autocontrol, volvió a su gesto altivo de siempre.

–Pues a mi me importa bien poco lo que Potter haga o con quién se junte. ¡Allá él si quiere joderse la vida y su futuro al lado de ese perdedor! ¡Y tampoco me interesa si cree lo que sus amigos dicen de mí! –Cliff abrió la boca para objetar eso, pero Draco lo interrumpió: -Déjalo así, Cliff. En serio que me importa una soberana mierda lo que piense todo el mundo, Harry incluido. –Se puso de pie bruscamente y recogió su plato con el emparedado intacto.

-Ajá –exclamó Cliff incrédulo. –Eso es tan cierto como que a Bush realmente le importa la gente de Irak.

Sin contestar, Draco le dirigió una mirada furiosa y se encaminó a la cocina. Al regresar, volvió a mirar disimuladamente hacia la chimenea con gesto decepcionado.

-Ya regresará, Draco. Todavía es temprano –dijo Cliff paternalmente. -Apenas deben estar almorzando.

-¿De quién estás hablando? –preguntó Draco desviando rápidamente la vista. –Ah, sí, ya lo recuerdo. Del tipo despeinado de anteojos que vive conmigo, ¿verdad? Cómo si lo estuviera esperando –concluyó con sarcasmo. Cliff arqueó las cejas y soltó una risita mal disimulada. -¿Qué? –largó Draco de muy mal humor. -¿Se puede saber qué te resulta tan gracioso, Collier?

-¿Aparte de verlos a ti y a Harry revolotear el uno con el otro todo el jodido tiempo igual que dos tortolitos sin que ninguno reconozca nada? –respondió Cliff mientras se incorporaba de la mesa y levantaba el resto de los platos. -¿O que ustedes crean que no me di cuenta que al regresar de Richmond aterrizaron justo en tu recámara y al salir ambos traían los labios tan rojos e hinchados como remolachas?

Hacía mucho tiempo que Draco juraba haber perdido la capacidad de sonrojarse, pero en ese justo momento se percató que no era así. Saberse descubierto y sentir la cara caliente y ruborizada no lo hacía sentirse mejor. Ya tenía suficiente con todo ese asunto de ayudar a Harry y lidiar con los confusos sentimientos que el moreno sacudía en él. Eran demasiados problemas ya.

–Lo de mi recámara fue un accidente, no planee aparecernos ahí… A veces así sucede -dijo sin sonar muy convincente y Cliff lo miró con gesto benévolo. Para justificar lo de los labios delatores no se le ocurrió ninguna buena excusa y decidió mejor quedarse callado.

Pero Cliff era todo menos tonto -por algo era amigo de Draco- y no estaba dispuesto a darse por vencido.

-Lo besaste y te lo llevaste a tu recámara –afirmó, y el silencio y la evasiva mirada de Draco no hizo más que confirmar su aseveración. Cliff parecía muy preocupado y Draco casi podía adivinar porqué. Yo soy lo peor que podría pasarle a Potter, se repitió interiormente dándose cuenta de su craso error.

Con la mirada clavada en la chimenea sin fuego, Draco empezó a sentirse culpable por primera vez en su vida de haber estado a punto de follarse a alguien. Harry le gustaba, mucho más que nadie que Draco recordara, pero… era su mejor amigo y alguien especial en su vida. Y por todo eso mismo, hacía mucho que había decidido que su relación sería siempre platónica. Entonces…

-¿Qué sucedió? –preguntó Cliff como si le estuviera leyendo el pensamiento.

Draco encorvó la postura y se metió las manos en los bolsillos del pantalón.

–No lo sé, Cliff. Perdí el control.

Cliff soltó una risa amarga.

-¿Perdiste el control? ¿, el gran conquistador Draco Malfoy, quien siempre escoge a su amante cada noche y jamás sucede al revés? ¿Quien siempre tiene la cabeza despejada y la sangre fría?

Furioso, Draco se giró y le gritó:

-¡Deja eso ya, Collier! No soy ni la mitad de lo grandioso que tú crees… -Bajando la voz, continuó: -Por lo menos, no con Potter. No tengo ni idea de cómo pasaron las cosas, sólo recuerdo que estábamos discutiendo y de pronto él me estaba tomando de la mano y…

-¿Te tomó de la mano? –se burló Cliff, interrumpiendo a Draco. –Pensé que a nuestra edad eso ya no se usaba. En todo el tiempo que tengo de conocerte, creo que nunca he visto que nadie te agarre la mano…

-Bueno, precisamente ése es el punto, ¿sabes? –lo cortó Draco a su vez, todavía con voz tensa. –Que yo tampoco recuerdo que nadie me hubiera retenido la mano ni ninguna parte de mi cuerpo de esa manera… -El tono de voz se le suavizó hasta convertirse en un susurro cargado de añoranza. –Que con una sola puta caricia… un dedo sobre mi mano y una jodida mirada, y yo me hubiera puesto… -Inclinó la cabeza y se cubrió la cara con las manos. -¡Merlín, esos ojos! ¡Me estaba follando con la puta mirada! Aún antes de que me besara yo ya estaba más duro que una roca.

-¿Qué-qué? –Cliff lucía como si su ídolo se le hubiera caído del pedestal.

Draco se destapó la cara y continuó su angustioso relato.

–Y entonces, me besó, Cliff. Duro y casi a fuerzas. ¿Y sabes qué? Nadie en toda mi vida me había besado así. Fue como si… como si él supiera lo que yo he… como si me estuviera reclamando algo… Exigiendo, tomando lo que le correspondiera. Como si… -Draco meneó la cabeza y empezó a caminar de un lado a otro. –No sé qué diablos estaba pensando Potter. ¡Ni tampoco sé que estaba pensando yo! Me dejé llevar y le correspondí el beso como una colegiala inexperta. Era una sensación increíble, como si pudiera explotar de placer si no lo besaba yo también. ¡Y lo peor fue cuando me abrazó…! No, mejor dicho, se fundió conmigo. Y por supuesto que se dio cuenta que yo ya tenía la erección más grande de mi historia.

-Diablos –murmuró Cliff, quien estaba completamente aturdido. Meneó la cabeza antes de decir: –Puedo entender que no te hayas resistido, pues Harry es todo un bizcochito y más si dices que besa así… -Draco lo miró con rabia mal disimulada. -¡Pero es tu amigo! Si yo no hubiera gritado, ¿qué habría pasado entre Harry y tú? ¿Cuántas reglas de tu propio manual hubieras roto al hacer eso con él?

Draco le dio la espalda, respirando con agitación. Mierda. En medio de todo aquel remolino de situaciones y sentimientos, se había olvidado hasta de sus reglas básicas de supervivencia.

–Unas cuantas, la verdad. Pero no volverá a ocurrir. Jamás. No debo dejarme llevar por el instinto, no puedo caer en eso. No debo.

-Pues más te vale que así sea, Draco Malfoy –le advirtió Cliff con voz dura. –No quiero ver a Harry sufrir por ti… ¡Se supone que nuestro plan era aumentarle su amor propio, no disminuirlo! –Hizo una breve pausa y concluyó: -Él te quiere, Draco, y mucho. Por favor, no juegues con él.

Draco lo encaró de nuevo.

-¿Qué has dicho?

-Te pedí que no jugaras con él…

-No, no –lo interrumpió intentando no sonar tan desesperado como se sentía en realidad. –Antes. Algo sobre Harry… que me quiere.

Cliff se encogió de hombros, sonriendo.

–Bueno, ¿qué no es obvio? Yo lo he visto babear por ti desde mucho antes de que terminara con Parker. Lo he visto como se pone cuando te ve con alguien, y créeme que son celos en su más puro estado. Uf, y debiste ver su reacción cuando el kelpie te atrapó allá en el río –Cliff miró hacia otro lado, como perdiéndose en el recuerdo. –Creí que se volvía loco… no dejó de gritar tu nombre y no se la pensó ni una sola vez para arrojarme sus gafas y sumergirse detrás de ti. Quiero decir, yo también me angustié mucho al pensar en tu suerte, pero Harry… -miró a Draco a los ojos con expresión seria y Draco casi se sintió nervioso por su escrutinio. –Estoy seguro que Harry no hubiera podido vivir sin ti.

Draco estaba boquiabierto. ¿Harry también lo quería? Ni siquiera se había dado cuenta de que su amigo se sentía atraído por él.

-¡Mierda! –se lamentó. –Eso no hace más que empeorar las cosas.

-Así es –afirmó Cliff. –Para él tú no serás polvo de una noche, él se enamorará de ti y querrá un compromiso y tú… Tú no le podrás dar eso. –Cliff escaneó la cara de Draco antes de concluir: -Al menos que tú también… estés…

Aterrorizado, Draco frunció el gesto y habló socarronamente.

-¿Qué? ¿Enamorado? ¿Y de Potter? –fingió su mejor risa antes de terminar de decir: -Por favor, Cliff. Tú sabes bien lo que opino del amor y todas esas ridiculeces... Te consta que no creo en la fidelidad ni en los compromisos. Sólo son mierdas que te atan con alguien al que pronto no soportas y arruinan lo bueno que tenías con él.

-Por eso mismo lo tuyo con Harry jamás funcionará, él piensa diametralmente diferente a ti. ¿Qué no duró tres años con Creevey? –preguntó Cliff escandalizado, como si fuera un gran delito imaginar siquiera tal cantidad de tiempo con la misma persona. -Métete a la cama con él y lo perderás. ¿Recuerdas lo que casi nos pasó a nosotros?

-Cómo olvidarlo –musitó Draco agachando la mirada. Una noche de parranda, mala suerte para ligar y al final, Cliff y Draco completamente borrachos dándose mutuo consuelo en el baño del club. Al otro día no se podían ni mirar a la cara de la vergüenza, aquel desliz casi les costó su amistad. No, no podía permitirse ese lujo con Harry, por más que lo deseara. Por más que anhelara saber qué se sentía entrar en su cuerpo tibio…

No podía permitirse perderlo sólo por saber qué era llegar al cielo con él. Prefería una eternidad de amistad platónica a un instante de enfermiza pasión.

Su amistad le importaba demasiado como para arriesgarla. Ahora se daba cuenta de lo extraño que resultaba no querer hacerle daño al que antes fuera su enemigo en la escuela, sobre todo cuando por regla general no se la pensaba dos veces para follar sin importarle los sentimientos de los demás.

Harry regresó al apartamento justo cuando empezaba a oscurecer, mucho más ofuscado de lo que se sentía aún antes de acudir a la Madriguera. Pero por lo menos llevaba la satisfacción de haber dejado las cosas bien en claro con su par de amigos y con la familia Weasley que había estado presente, así que esperaba que el tiempo fuera su aliado para que todos ellos pudieran aceptar la situación y para que se convencieran de que si Harry iba a la boda de Ron y Hermione con alguna pareja, ésa sería Draco y no Colin.

Pero antes de hacer planes, Harry era consciente que tendría que averiguar si Draco también lo deseaba, y sobre todas las cosas, saber si aún seguía sintiendo lo mismo por él después de que averiguara lo que realmente había sucedido el día que Harry lo llevó casi muerto al hospital.

Sacudiéndose el hollín, Harry echó un vistazo a su hogar. Estaba en penumbras, salvo una luz proveniente de la recámara de Draco. El sonido de la regadera le indicó a Harry que el rubio estaba tomando un baño y el simple pensamiento le causó una erección.

–Ah, no. Eso sí que no –se dijo a sí mismo en tono reprobatorio, tratando de controlarse y encaminándose a su propio cuarto para también meterse a la ducha a buscar un correcto desahogo.

Lo que necesitaba en ese momento era una liberación indefensa de todo ese deseo y pasión acumulada, pues debía tener la mente bien clara esa noche para no volver a caer en la tentación. No podía –ni debía- hacer el amor con Draco sin que él estuviera al tanto de toda la verdad. Harry sabía que no sería honesto de su parte, pues cabía la dolorosa posibilidad que Draco lo odiara con todas sus fuerzas después de enterarse.

Draco tenía en su habitación un aparato reproductor de discos compactos y cuando Harry pasó por el corredor llegó hasta sus oídos a través de la puerta, el sonido de una conocida canción.

“I feel my wings have broken in your hands. I feel the words unspoken inside… and they pull you under.”

No pudo evitar sonreírse… Así que al fin Draco se había conseguido el disco de Remy Zero con el tema de una de sus series favoritas de televisión. El rubio era fanático de Smallville y le fascinaba porque juraba que entre Clark y Lex se estaba cociendo una deliciosa relación homosexual.

“And I will give you anything you want, oh. You are all I wanted… All my dreams are fallin' down.”

Harry se inclinó contra la puerta de Draco, escuchando la rítmica y apasionada canción. De pronto había olvidado que él también iba a tomarse un baño.

”Crawling around…”

Casi se cae de lado cuando su rubio amigo abrió la puerta de repente. No se había percatado en qué momento había salido de la ducha, pues por estar prestando total atención a la melodía no se dio cuenta cuando la regadera dejó de escucharse. Se incorporó lo más rápido y digno que pudo hacerlo ante Draco, quien lo miraba inexpresivo, sosteniendo una mano sobre el picaporte de su puerta y con solo una toalla envuelta en su cuerpo. Gotas de agua le escurrían por la piel y el pelo y Harry sintió que enrojecía y su excitación crecía desmedida… ¿Cómo soportar semejante visión y no saltarle encima?

”Somebody save me...”

-Hola –dijo torpemente después de un par de segundos. Draco sólo le sonrió con descaro y le arqueó una ceja. Era un gesto tan impersonal y distante que Harry sintió como si repentinamente se hubiera quedado sin estómago. ¿Dónde estaba el Draco a punto de hacerle el amor en ese mismo cuarto? ¿Acaso todo lo que sucedió antes de irse sólo lo había soñado?

”Let your warm hands break right through. Somebody save me…”

-Potter –saludó Draco sin emoción alguna, como si Harry fuera cualquier hijo de vecino. -¿Listo para nuestra cita?

Harry tardó algunos segundos en procesar lo que Draco le preguntaba. En su cerebro rebotaba una sola información y le estaba costando la vida asimilarla: para Draco, lo sucedido en Richmond no había significado nada.

“I don't care how you do it. Just stay… stay… C’mon, I've been waiting for you.”

-¿Cita? –consiguió articular a duras penas. -¿Te refieres a…? –nervioso y sintiéndose el hombre más estúpido del mundo, señaló con una mano hacia dentro de la recámara de Draco… hacia su cama. Después de todo, ¿qué no era eso lo que habían dejado inconcluso justo antes que Harry se fuera?

Si Draco comprendió a lo Harry estaba aludiendo, simplemente se hizo el tonto o lo ignoró.

–Estoy hablando de la invitación que te hice en la mañana. –le aclaró poniendo cara de fastidio. Harry tenía la mente en blanco, en medio de tanta decepción no podía conjeturar nada más y no recordaba una mierda de nada que le hubiera dicho durante la mañana. Draco rodó los ojos. –Ya lo olvidaste, ¿verdad? Te dije que te llevaría a cenar y a bailar. –Y antes de que Harry pudiera terminar de analizar eso y decidir que si Draco no estaba interesado en él, entonces lo que menos quería era salir a cenar y bailar, Draco le dijo: -Tengo algo para ti.

Se movió hacia una de sus mesitas de noche y tomó un papel. Se lo tendió a Harry con una gran sonrisa en la cara. Harry se lo recibió sin corresponderle el gesto, sentía que en las mejillas tenía plomo y acero. ¿Cómo podía Draco sonreírle así y fingir que nada había pasado entre ellos?

“All my dreams are on the ground… Crawling around...”

-Es el cheque de tus honorarios por el trabajo de hoy –le informó Draco al ver que Harry no se decidía a mirar el papel. –Aumenté la cifra que acordamos porque la paga varía según la peligrosidad de la plaga a eliminar. Por lo menos, eso era lo que hacía con Marion. Y también te sumé una propina por haberle salvado la vida al jefe –concluyó con pedantería.

Harry observó el papel firmado por su amigo sintiendo que enrojecía de rabia e indignación. De dolor y desilusión. Ganas no le faltaron de romper ese cheque en las narices de Draco y gritarle que su puto dinero no le interesaba, que él lo salvaría una y otra vez si fuera necesario, porque lo quería tanto que la vida no significaba nada si lo perdía… Pero al final, sólo lo dobló y se lo metió en un bolsillo del pantalón.

–Está bien –le dijo en un hilo de voz. Tuvo que tragar saliva, pero ese nudo que sentía en la garganta no disminuía. –Cuando quieras.

Se dio la media vuelta con rumbo a su recámara. En el fondo de su corazón deseaba fervientemente que Draco le dijera algo, que lo detuviera, que le dijera que todo había sido una de sus tantas bromas. Que lo besara…

Escuchó el ruido de la puerta de Draco cerrarse a sus espaldas. Y el estribillo final de esa canción que le estaba desgarrando el alma.

“Just stay… stay… C’mon, I'm still waiting for you.”

 

 

 

 

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Notas del Capítulo:

  1. ¿Quieres conocer los mosaicos de la estación del metro que desquiciaron a Draco? Míralos, acá están :-)
  2. Para bajar la canción que Draco está escuchando y leer su traducción, pasa a la página de la Música del Manual. ^^
  3. Y, para finalizar, si quieres ver fotos de la casa de Richmond y de las calles del pueblo, date una vuelta por el PicSpam de la Regla 3 del Manual ;D