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Manual del Perfecto Gay - Fanfiction Harry Potter
Perlita loves Quino's work
Perlita loves Quino's work

 

 

 

PerlaNegra - Harry Potter Slash Fanfiction

Manual del Perfecto Gay

 

Regla 6

No creas en esa cosa llamada “amor”. En lo único que debes creer es en el sexo; en los polvos sin compromisos ni ataduras porque son honestos y eficientes; y a diferencia de los noviazgos, entras y sales de ellos con el máximo de placer y el mínimo de mentiras y engaños.

 

Excepción:

Bueno… Que yo desee que Potter se quede en mi cama todo lo que resta de nuestras vidas no significa que sea una excepción; ¿o sí?

Solamente es un polvo sin compromiso que se ha alargado un poco. Nada más.

 

 

-------------------------------------

 

 

 

Harry suspiró cuando la presión que aplastaba sus pulmones cedió al fin. Abrió los ojos a una penumbra diferente y se dio cuenta que se encontraban en la recámara de Draco. Éste había utilizado de nuevo la aparición conjunta y Harry apenas sí se había enterado: aún mareado y con la respiración levemente agitada, hubiera jurado que la sensación había sido sólo parte de la emoción de saber que Draco quería pasar más tiempo a su lado.

 

La felicidad producida por lo recién ocurrido se sumó a la satisfacción de haberse podido trasladar por medio de la aparición sin haber sufrido un ataque de pánico. Y ahora que lo pensaba, era curioso recordar que apenas doce horas antes Draco ya lo había llevado hasta ahí mismo desde el jardín de Richmond y con la misma exacta intención.

 

Parecían haber pasado tantas cosas ese día que Harry juraba que desde el mediodía hasta ese momento había transcurrido toda una vida.

 

No pudo evitar reírse y apretar a Draco entre sus brazos, tan fuerte que lo escuchó jadear de la sorpresa. Ambos llevaban los pantalones abiertos y como ninguno había aplicado un hechizo de limpieza, el abrazo de Harry hizo que las esencias de los dos se mezclaran encima de sus pieles y ropas. Draco hizo un ruidito de asco.

 

—¿Qué diablos te pasa, Potter? —exclamó con voz divertida. Aunque Harry no podía verle la cara, podía apostar su varita a que Draco tenía, al igual que él, una enorme sonrisa—. Eres un meloso y un… ¡asqueroso! ¡Suéltame ya!

 

Lo liberó de su abrazo para permitirle convocar el encantamiento de limpieza que era obvio se moría por ejecutar. Entonces Harry aprovechó el prosaico pero necesario momento para guardarse su ya fláccido miembro dentro de su ropa interior, y luego se entretuvo mirando a Draco mientras éste encendía la luz de su lámpara de noche, se sacaba sus zapatos y los costosos pantalones de marca, murmurando algo que sonaba como “mis mejores ropas, claro, como tú no sabes lo que cuestan. ¡Malditos diseñadores muggles!, se creen dioses…” Harry no pudo evitar rodar los ojos y sonreír ante su actitud.

 

Sin embargo y a pesar de las evidencias, Harry no se quitó ninguna prenda ni se atrevió a realizar ningún acercamiento hacia Draco. Respirando hondo y con la mirada fija en las esbeltas pero torneadas piernas del rubio, Harry no pudo dejar de temer que todo hubiese acabado ya y que su amigo lo mandara de paseo de un momento a otro.

 

Pero entonces, Draco buscó sus ojos y le regaló la sonrisa más lasciva que Harry hubiera visto jamás en su rostro. Luego le dio la espalda y empezó a desabotonarse su camisa lentamente, mirando a Harry por encima de su hombro y arqueándole una ceja en un gesto que tenía que ser una invitación.

 

El moreno tragó saliva y no se sorprendió cuando sintió su erección volviendo a la carga. En menos de dos pasos estuvo de pie frente a Draco, quitándole las manos de los botones de su prenda y murmurando en voz baja:

 

—Espera. Quiero hacerlo yo.

 

Sintió a Draco estremecerse y casi pudo ver el finísimo vello de su piel erizarse en respuesta. Esto hizo sonreír a Harry ya que no creía posible que él pudiera causar semejante reacción en nadie y menos en Draco, quien tenía basta experiencia en el arte de la seducción. Pero ahora sabíaque lo deseaba y eso, aunque todavía no terminara de creérselo, era suficiente para ser feliz.

 

Sin dejar de ver a Draco a los ojos, Harry finalizó con la adorable tarea y deslizó la camisa por encima de sus hombros, deleitándose cuando el pálido torso quedó al descubierto. Draco sonrió y, colocándole una mano en el pecho, lo empujó suavemente hasta hacerlo recostar sobre la cama. Procedió a sacarle los zapatos y posteriormente, sus viejos vaqueros.

 

—Eres un provocador de mierda, Potter —murmuraba Draco mientras le jalaba la prenda de rugosa tela—. Mira que ponerte estos malditos pantalones… que tú sabes bien… resaltan tu jodido trasero respingado… —Harry soltó una carcajada al tiempo que Draco arrojaba lejos sus vaqueros y se sentaba a horcajadas sobre él—. Haciendo que todos en el club estuvieran babeando por ti… incluyéndome a mí.

 

Harry tuvo que cerrar los ojos un segundo cuando la entrepierna de Draco quedó justamente encima de la suya. Abrió los ojos y miró con intensidad a Draco mientras éste llevaba sus manos hasta el borde de su camiseta, acariciándole la cintura.

 

—¿Así que ahora soy yo el provocador? —preguntó Harry en un susurro—. ¿Será porque tengo al mejor maestro en casa?

 

—Buen punto —asintió Draco sonriendo. Bajó la mirada hacia el estómago y los pectorales de Harry al tiempo que le sacaba la camiseta. Los ojos de Draco, fijos en él; tenían expresión vidriosa y anhelante, y provocaron que Harry se estremeciera de deseo. Las manos del rubio recorrieron la piel del torso de Harry con experta solicitud, induciendo corrientes de cálida electricidad por la espina dorsal del moreno—. Y esta maldita camiseta muggle… —continuó quejándose Draco—. Haciéndote lucir endiabladamente sexy.

 

Harry sonrió ampliamente. No recordaba que Colin jamás le hubiera dicho algo parecido y mucho menos que era “sexy”. Draco terminó de levantársela y se la pasó por la cabeza, tumbándole los anteojos en el proceso. Draco observó la camiseta como quien mira a un viejo enemigo que acaba de derrotar.

 

—¡Qué mal gusto de ponerle esas letras enormes…! —Draco leyó el estampado de la prenda con un tonito de burla—: RUEHL No.925 —resopló—. ¿Qué demonios significa eso? ¿Manera núm. 925 de Rogar Una Eternidad Antes de Liberarte?

 

Harry se rió con ganas.

 

—Qué idiota eres, Draco, por supuesto que no… Además, “antes” no se escribe con “h”, sino…

 

Draco lo obligó a callar posando su boca sobre la suya. Y a diferencia de los besos que le había dado en el club, ahora el rubio lo hacía suavemente, deslizando las manos sobre su cuello y rostro antes de enterrar los dedos entre su negro cabello. Harry se dejó hacer sin perder la oportunidad de acariciarlo también, recorriendo la tersa espalda de su amigo desde la nuca hasta las caderas, explorando con sus dedos milímetro a milímetro de nívea piel. Draco por su parte, usó la lengua para catar cada rincón de su boca antes de tocar la suya propia, ocasionando que Harry gimiera de frustración contenida cuando Draco no le permitía usar la lengua para profundizar aquel desesperante beso.

 

Gusto a cerveza y rastros de vino tinto; saliva deliciosamente tibia y suculenta… Harry siempre se había imaginado, por Merlín bendito que síque Draco sabría así. Deslizó las manos cadenciosamente por la espalda de Draco, llegando hasta el borde de la tela de la única ropa que ambos aún portaban: su prenda interior. Escuchó a Draco gemir cuando Harry apretó sus caderas y lo empujó fuertemente hacia él mismo.

 

Sencillamente no podía creer que él fuera el causante de semejantes reacciones en Draco y la verdad de las cosas era que sus apasionadas respuestas lo estaban desquiciando.

 

—Merlín, Draco… nunca creí que tú… también…

 

No pudo seguir hablando. Lo besó con fuerza, frunciendo el ceño y temeroso de que toda la dicha que sentía en ese momento se esfumara de un momento a otro. Era tan irreal, tan maravilloso. Tan…

 

Draco separó sus bocas y sumergió su rostro en el cuello de Harry, dándole tentativos mordisquitos que lo hicieron temblar.

 

—Harry, Harry… —mascullaba Draco contra su piel haciéndole que le vibrara todo el cuerpo—. Merlín, Harry, hueles tan bien… No sabes lo mucho que he estado deseando esto. Por Júpiter, eres… no sabes lo mucho que yo… Mierda, Harry… te deseo tanto.

 

Palabras ronroneantes, cálido aliento y dientes expertos, removiendo juntos cada fibra de su ser y ocasionando que Harry deseara gritarle que él también había soñado tanto con ese encuentro que ya no recordaba cuánto. Quiso decirle que lo ocurrido ese día había sido absolutamente fantástico, que era increíble que los hechos sucedidos en sólo veinticuatro horas hubieran sobrepasado los acontecidos durante años de apatía. Quiso revelarle que no cesaba de darle gracias a todos los dioses por haber podido salvarlo en el río, que se moría del miedo al pensar qué hubiera ocurrido si aquel kelpie hubiera logrado su cometido.

 

Pero Draco estaba mordiéndole el cuello y la clavícula, robándole la capacidad de hablar y ocasionando que de su boca sólo salieran humillantes jadeos. Harry gimoteó porque sabía que jamás podría confesarle que estaba enamorado de él, que esa noche, si cabía, lo quería más que nunca. Que lo amaba por ser quien era, por corresponder su deseo, por ser el mejor amigo del mundo. Que lo adoraba por haberle quitado la venda de los ojos respecto a su trabajo en el Ministerio, que lo que había hecho en el pub contra sus compañeros había sido grandioso, que…

 

Hundió el rostro entre su sedoso cabello, perdiéndose en su suavidad y aroma. Merlín, Draco. Si no supiera que te aterrorizarías, te diría que te amo tanto que…

 

Que…

 

—OhporMerlínDraco —lloriqueó cuando el rubio empezó a mover sus caderas contra su entrepierna ocasionando que sus pollas, de nuevo completamente erectas, se acariciaran la una a la otra a través de las telas de su ropa interior. Draco le lamió las partes del cuello donde lo había estado mordiendo, trazando con su lengua un recorrido hasta las orejas de Harry y luego de regreso—. Draco —repitió Harry, presintiendo que explotaría si no le decía algo, lo que fuera—… todo lo que hiciste… hoy, por mí…. —balbuceó—. Ha sido...

 

Draco levantó la cabeza y lo miró directo a los ojos. Su mirada gris se suavizó aún más ante la vacilación de Harry, y la sonrisa que tenía en el rostro se convirtió en un adorable gesto de comprensión mientras recargaba su frente en la de él y le decía en voz baja:

 

—Lo sé, Potter. No tienes que sufrir tanto para agradecérmelo. Para eso están los amigos. ¿No te lo había mencionado ya?

 

Divertido, Harry espetó:

 

—De la misma manera que yo te mencioné a ti que mis amigos no me llaman por mi apellido, Malfoy.

 

—No es culpa mía que tus padres carecieran de imaginación y pusieran un nombre tan ordinario. —Le besó de nuevo pero con los ojos abiertos, acariciándole el rostro y meneando su cuerpo sobre él—. Y horroroso… y…

 

A Harry no le importó el juguetón desaire a su nombre. En ese momento, en lo único que podía pensar era en aquellos dientes mordiendo su labio inferior, en la manera en que le daban un jaloncito antes de liberarlo y en la lengua ardiente que se buscaba a la fuerza un lugar dentro de su boca. Ansioso, llevó su propia lengua a las profundidades de la de Draco, sintiendo cómo su miembro se sacudía cuando el rubio atrapó su lengua entre los dientes y la absorbió.

 

Gimiendo y no pudiendo dominarse más, le cedió el control a la enorme pasión que sentía por Draco desde hacía tanto, oculta, pulsante y prohibida hasta ese día y la cual no estaba dispuesta a esconderla más. Deseoso de pertenecerle, de averiguar que se sentía ser de él, le rogó:

 

—Fóllame, Draco.

La petición de Harry desconcertó tanto a Draco que tuvo que separarse unos centímetros de él, deleitándose en la cercanía de su rostro perfecto sin anteojos y apreciando sus largas y negras pestañas, prácticamente invisibles detrás de sus gafas.

 

—¿Estás seguro? —le preguntó casi sin aliento. Sabía, porque su mismo amigo se lo había contado, que Harry siempre jugó el papel dominante en su anterior relación con Creevey, y la vocecilla de sus deseos ocultos le instaban a tomarle la palabra sin cuestionarle más. La verdad de las cosas era que había deseado tirarse a Harry desde su estancia en el hospital.

 

Por toda respuesta, Harry elevó la cabeza hasta alcanzar de nuevo los labios de Draco y lo besó, sellando así su pretensión. Y sin separar sus labios, Draco comenzó de inmediato la atrevida intromisión: llevó su mano dentro de los calzoncillos de Harry, ocasionando que el chico se arqueara justo a su contacto.

 

No se sorprendió cuando rozó su miembro y lo encontró completamente duro porque él estaba igual, pero se entretuvo un momento en acariciarlo antes de pasarse a sus bolas y brindarle largas y lánguidas caricias. Sonrió cuando Harry empezó a hiperventilar, y entonces decidió a llevar sus dedos más abajo, hacia la suave piel de la entrada de Harry, y una vez ahí, recorrer con ellos la sensible zona hasta que Harry le suplicó que le quitara toda la ropa.

 

—No te impacientes, mi león, que en eso estoy —le susurró sobre la boca.

Draco le despojó de su última prenda y antes de que Harry se diera cuenta, él estaba desnudo también. Y sin decir “agua va”, dejó caer su cabeza sobre la entrepierna de Harry, devorando con ansias nada disimuladas la punzante erección del moreno. Harry se apoyó sobre sus codos para verlo, para dejarse perder en el espectáculo de la lengua de Draco, experta y conocedora, deslizándose por todo su miembro.

 

—Oooh, Draco… Sí, oh, sí-¡ah, así! —Harry cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás mientras usaba una mano para jalar a Draco de los cabellos, intentando sin mucho resultado alejar su boca de su miembro. Aquello era la gloria, pero si el rubio no dejaba de hacer eso Harry no lo soportaría mucho más

 

Draco soltó la enésima risita sardónica de la noche al entender los motivos de Harry para pedirle silenciosamente que dejara de chupar, así que después de darle unas cariñosas lameduras a sus bolas, usó ambas manos para empujar los muslos de Harry hacia arriba. Harry gimió de anticipación contenida y obedeció la muda petición del rubio.

 

Levantó las caderas al tiempo que doblaba las piernas con los pies apoyados sobre la cama, permitiendo así que Draco le pusiera una almohada debajo de su trasero. Y acto seguido, el rubio le besó entre sus dos nalgas y chupó con fuerza. Harry gritó roncamente al sentir la lengua de Draco toquetearle la sensible piel de su entrada.

 

Era un beso fuera de serie, una caricia increíblemente erótica… Harry se encontró empujando las caderas contra la cara de Draco, deseando y pidiendo, rogando por más contacto. Gimiendo sin pudor al saberse a solas con él y que nadie más podía escucharlo. Jadeando de necesidad y deseo, de maneras que antes jamás había hecho.

 

Y entonces, pudo entenderlo. Pudo vislumbrar la punta del iceberg de los secretos de amante perfecto que Draco poseía, de porqué siempre era el jodido héroe de todos los putos gays de la zona. De porqué era el amante estrella por el que todos se dejarían follar. Harry siempre se lo había preguntado por culpa de todas aquellas noches en que escuchaba los gemidos y gritos de sus amantes ocasionales y se moría por saber por qué.

 

Tembló al darse cuenta de que esa noche sería él el que gritaría por más y por fin descubriría ese anhelado porqué.

 

Draco lo besó con fuerza, aspirando la piel que rodeaba su entrada, introduciendo la punta de la lengua y dejando a Harry como agua para chocolate: listo, ansioso, pulverizado… a punto de correrse. Draco se alejó y se levantó, permitiendo que Harry aspirara fuertes bocanadas de aire con el objetivo de tratar de controlar su excitación.

 

Harry no quería derramarse así, quería llegar hasta el final y descubrir lo que era tener a Draco dentro de él. Porque, por mucho que le doliera admitirlo, esa podría ser su primera y única vez.

 

Draco se arrastró por encima de su cuerpo, serpenteando y dejando rastros de ardiente saliva que al perder contacto con su lengua se convertían en hielo. Lo besó de nuevo en la boca cuando la alcanzó, permitiéndole a Harry descubrir un sabor desconocido de una parte de su cuerpo que jamás imaginó sería besada por nadie como lo había hecho él.

 

—Harry… —suspiró Draco dentro de su boca—, ¿es tu primera vez?

 

Un poco abochornado, Harry asintió. Creyó que sería de muy mal gusto confesarle a Draco que en realidad sí lo había intentado en más de una ocasión con Colin, pero que nunca habían llegado a término porque aquello sólo le había producido dolor y sinsabor. Pero intuía —estaba casi seguro— que con Draco sería diametralmente diferente.

 

Draco le respondió con un leve movimiento de cabeza. Y de una manera en la que Harry no se enteró, resultó que ya tenía los dedos embadurnados con lubricante; si lo convocó o apareció fue algo que Harry no vio y que en realidad no le importaba. Vio a Draco llevar su mano hacia abajo y jadeando en expectativa, sintió un dedo introduciéndose dentro de él. Lentamente.

 

Gimió ante la extraña intromisión y Draco lo besó más dulcemente para consolarlo.

 

—Shhh, así Harry, así… oh, Dioses, estás tan… oh, Harry no puedo creer que me permitas…

 

Harry se peleaba con su ambivalente necesidad de besarlo y el deseo de seguir escuchando sus palabras cálidas y llenas de pasión. Intentó relajarse ante su contacto y al parecer lo logró, pues en menos tiempo de lo que se imaginó Draco ya tenía dos de sus dedos en su interior.

 

—Mmmññ —gruñó cuando, después de un rato de masajearle su entrada, los dedos de Draco lo abandonaron.

 

Draco empezó a besarlo más suave y pausado, empujándose mientras tanto en el culo de Harry, ganándose a pulso cada centímetro dentro de su cuerpo. Harry luchó por empujar pues sabía que así conseguiría dejarlo entrar. Draco se detuvo a lo que Harry consideró era medio camino, y jadeando, dejó de besarlo y abrió los ojos mirándolo con una intensidad que Harry jamás le había conocido.

 

Draco abrió la boca como si deseara decirle algo pero no emitió ningún sonido. Harry se arqueó contra él y Draco, cerrando los ojos, dio el empellón final para enterrarse finalmente por completo.

 

—¡Joder, Harry! —le gritó—. ¡Eres de fuego!

 

Vagamente Harry se preguntó que querría decirle con eso, pero no tuvo tiempo de pensarlo mucho. Draco, quien aparentemente había estado conteniéndose demasiado y ya no resistía más, comenzó a moverse por encima de él, penetrándolo con largas estocadas, deslizándose hacia fuera hasta casi sacar su miembro por completo y luego de nuevo hacia dentro, topando su cadera ruidosamente contra su trasero.

 

Las primeras penetraciones le dolieron hasta el alma, pero Harry se abstuvo muy bien de demostrarlo. A pesar de la incomodidad y la rarísima sensación, tenía su lado placentero, era un extraño sentimiento de plenitud, de sentirse lleno. De tierna conexión, de completa unión.

 

Y curiosamente, su cuerpo se adaptó con rapidez, provocando que al poco tiempo aquello fuera completamente delicioso. Y Harry de pronto se encontró jadeando ante el peso del cuerpo de Draco, luchando por respirar entre estocada y estocada. Su erección se había quedado atrapada entre los estómagos de ambos, rozándose entre piel y sudor y llevándolo al borde del orgasmo.

 

—¡Dios-Dios! —gritaba sin reparo—. ¡Oohh, Draco, Dios!

 

Repentinamente Draco se incorporó hasta quedar de rodillas sobre la cama y, tomándole los muslos con las manos, logró estabilizar a Harry y hacerlo que se abriera más para él. No perdió el tiempo, continuó golpeando el culo de Harry todavía con más fuerza que antes.

 

Gritó cuando un placer indefinible agitó su cuerpo al rozar Draco lo que Harry sabía era su próstata. Algo completamente nuevo para él y que ahora lo hacía afirmar saber por qué era todo un placer ser el pasivo de Draco Malfoy.

 

Necesitando asegurarse de que el que estaba haciéndole eso era Draco, Harry tuvo que levantar la mirada hacia él. Lo encontró mirando fijamente al punto donde Harry supuso su polla se enterraba dentro de su cuerpo. Inexplicablemente, ese acto de mirar a Draco viendo como se lo estaba follando, fue la cosa más erótica que Harry había presenciado en toda su puta existencia.

 

—¿Có-cómo… se… ve? —preguntó entre jadeos, muerto de curiosidad y casi dudando que Draco en verdad lo hubiera escuchado.

 

Lentamente, Draco levantó los ojos turbios hacia él, y su cara enrojecida con el platino cabello convertido en mechones sudorosos cayéndole sobre la frente provocó que Harry deseara decirle lo mucho que lo quería, lo bello que era, lo enamorado que estaba de él.

 

—¿Quieres ver? —le cuestionó a su vez Draco con voz ronca, con la garganta seca, arqueándole las cejas en un gesto jodidamente lascivo.

 

Harry asintió con rapidez, desesperado por mirar él también. No le importaba comportase con tan poca dignidad, tenía necesidad y haría lo que fuera por llevar ese momento hasta su máxima expresión. Ya tendría tiempo de avergonzarse después.

 

Observó a Draco levantar su varita y apuntando al techo, murmuró un encantamiento. Entonces un enorme espejo apareció justo encima de ellos y sin perder un instante, Harry miró hacia él y la visión completa de Draco arrodillado entre sus piernas, con su polla oscurecida y brillante por efecto del lubricante, entrando y saliendo de su trasero con aquel ritmo rápido y agresivo, fue el detonante.

 

Gimió y se llevó una mano hacia su propia erección, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás. Una, dos y tres caricias y ya estaba deshecho, eyaculó con la fuerza de un volcán.

 

Sintiéndose desfallecer después de derramarse de aquella manera, se dejó caer sobre su almohada y percibiendo apenas que Draco se salía de su cuerpo y que, acariciándose él mismo y justo sobre el miembro todavía erecto de Harry, terminaba también sin emitir ni un sonido. Distraídamente Harry pensó en lo injusto que era que él hubiera hecho tanto ruido cuando Draco apenas sí se le veía alterado.

 

Draco se desplomó sobre Harry, jadeando pesadamente y dándole tibios besitos entre respiro y suspiro. Sin decir una palabra más, Harry cerró los ojos y se dejó envolver por las brumas de la dicha post orgasmo, sintiéndose mareado y tembloroso pero fantásticamente satisfecho.

 

—Harry… —susurró Draco contra su piel y el calor húmedo de su aliento le causó escalofríos.

 

—¿Mmmh? —respondió Harry al no tener fuerza para formular palabras.

 

—Gracias —dijo Draco sin más. Harry tuvo que abrir los ojos. Si no se equivocaba, era la primera vez que escuchaba a Draco agradecerle algo. Tal vez Draco leyó la pregunta silenciosa en su mirada, porque completó—: Gracias por haberme dejado a mí. Quiero decir, por haberme elegido a mí por encima de cualquier otro. —Enterró el rostro en el cuello de Harry y añadió—: Aunque puedo entenderlo, después de todo yo soy Draco Malfoy y no un Popeye cualquiera.

 

Harry sonrió sin decir nada. Sin atreverse a confesar que por supuesto que te elegí a ti, imbécil... ¿no ves que te amo?

 

No, por supuesto que Draco no lo veía. Pero Harry estaba decidido a no dejarse invadir por ningún presentimiento negativo, así que optó sabiamente por vivir el instante y olvidarse de lo que sucedería por la mañana.

 

De pronto se sintió inesperadamente seco y limpio, y deduciendo que Draco había ejecutado un silencioso hechizo de limpieza sobre ellos, Harry se arropó con la manta sin dejar de sonreír. Había sido el día más largo y gratificante de su vida, y no pudiendo más, se entregó gustoso a los brazos de Morfeo.

 

A su lado pero sin atreverse a abrazarlo, Draco se recostó lo más cerca que pudo de su cuerpo.

Se despertó con la sensación de haber vivido el mejor sueño húmedo de su historia, sobre todo porque al abrir los ojos se descubrió sin compañía en la cama. Harry se había ido. ¿O tal vez sería que nunca estuvo ahí?

 

De un golpe, Draco se sentó. Abriendo a duras penas los ojos, descubrió ropa diseminada por toda la habitación y en efecto, su cama tenía el aroma del sexo. Pero…

 

En ese justo momento, como si hubiera escuchado la muda pregunta hecha por Draco, Harry entró por la puerta con una bandeja de café y tostadas, y una enorme y resplandeciente sonrisa en su guapo rostro.

 

Draco se guardó muy bien de ocultar el suspiro que escapó de sus pulmones, y recargándose contra la cabecera y sobre unas almohadas, le hizo sitio a Harry.

 

—Mucho cuidado, Potter, que no quiero manchas de café ni migas de pan sobre mi cama.

 

Harry se rió.

 

—Sí, Draco. Buenos días a ti también. ¿Azúcar?

 

Draco negó con la cabeza. Aquello era tan raro, tan irreal. Jamás había creído que Harry y él terminarían así. Y hablando de terminar…

 

—Deja la charola en la mesita y ven… —le susurró con voz ronca—. Prefiero inundarme de ti y no de cafeína. —Harry volvió a reír mientras hacía lo que Draco le pedía, y antes de que pudiera siquiera borrar la sonrisa de su cara, Draco ya estaba encima de él besándolo con renovada pasión. Sintió a Harry gemir y deshacerse entre sus brazos, un efecto que jamás había ocasionado en nadie más. Y siendo sinceros, Harry también le causaba reacciones que ninguno de sus amantes anteriores le había hecho soñar—. Mmmh, Harry. —Jamás el café había tenido mejor sabor como en la boca de él.

 

Un “plop” se dejó escuchar justo sobre sus cabezas y de repente un objeto cayó sobre ellos, golpeándolos con suavidad. Draco se separó abruptamente de Harry, completamente en alerta y estirando la mano en busca de su varita. Miró a su alrededor y notó la edición dominical de El Profeta desperdigada por toda su cama.

 

—¿Qué diablos…?

 

Harry volvió a reírse con más ganas aún y Draco lo miró, primero indignado y luego con incredulidad. Apenas estaba cayendo en la cuenta de lo risueño que Harry se encontraba aquella mañana, y con un dejo de inexplicable felicidad se sintió orgulloso de eso. Porque la alegría de su amigo se debía a lo que había pasado entre ellos; ¿no?

 

Draco no pudo evitar sonreír mientras un extraño cosquilleo le invadía el pecho.

 

—Es el periódico, Draco. —Ante la cara de “dime-algo-que-no-sepa” de Draco, Harry añadió con una enorme sonrisa—: Mi suscripción me llega por vía aparición, no por lechuza. Es una nueva modalidad, y así te evitas lidiar con las malhumoradas aves que, ya sabes, a veces hasta hacen sus gracias en tu cama o en tu desayu…

 

—Ya, Potter. No te gastes, ya entendí. Periódico vía aparición… qué ridiculez.

 

Se cruzó de brazos mientras Harry empezaba a ordenar el montón de hojas llenas de anuncios y fotografías mágicas a blanco y negro, que desde el punto de vista de Draco los estaban mirando con desaprobación desde el papel.

 

—Malditas fotos mágicas, hasta ellas son homofóbicas.

 

Pero Harry no respondió. Se había quedado mirando una de las hojas sueltas, abriendo mucho los ojos y sin dejar de sonreír. Finalmente soltó una enorme carcajada que retumbó en el ánimo de Draco como el sonido estimulante de la musa más agraciada de todas. Dioses, realmente podía acostumbrarse a eso… realmente sí.

 

Harry lo miró de repente, directo a los ojos. Parecía que se había quedado mudo por algo, ya que abría la boca pero no conseguía decir nada. Draco lo miró indulgente, hasta que recordó lo que había sucedido el día anterior y a toda prisa, le arrebató el periódico para leer.

 

“Empleados del Ministerio Inmiscuidos en Escándalo Homosexual, por Lyman Bullock” —recitó Draco con voz regocijada y mirando de reojo a Harry—. Veamos cuanta capacidad tiene el inepto aprendiz para escribir reportajes —dijo. Aclarándose la garganta, Draco comenzó a leer en voz alta—: “El Mundo Mágico y sus instituciones están en decadencia, mis estimados magos y brujas del Reino Unido. Sí, así como lo han leído en el título de éste, mi reportaje dominical, en esta ocasión no se trata tan sólo de un caso de hostigamiento sexual entre empleados de la que debería ser la institución que nos protege y sirve, sino que además se trata de uno de índole homosexual o gay (como suelen llamarles los muggles a los raritos que gustan de los de su mismo sexo).”

 

Draco soltó un resoplido. No cabía duda que la etiqueta de imbécil le quedaba a Bullock como anillo al dedo. Continuó con la lectura ante un empujoncito que le dio Harry animándolo.

 

—“La tarde de ayer, por obra de una enorme y fructífera casualidad” —Draco soltó otro bufido—, “nos hallábamos mi fotógrafo y yo en un conocido bar ubicado en el Callejuela Alcopop (en su cruce con el Callejón Diagon), de nombre Los Bates de los Hermanos Broadmoor (y cuya especialidad es, por cierto, los deliciosos cócteles hechos con whisky de fuego y hierbabuena, además de que es un lugar que goza de un estupendo y familiar ambiente deportivo)…” —Draco se interrumpió y mirando a Harry, le dijo—: Aquí está el pago por el chivatazo. ¿Ves lo que te digo, Potter?

 

Los dos se rieron ante la mala y evidente publicidad hecha por el periodista al pub, además de que la primera fotografía que acompañaba al reportaje era una del exterior del bar, precisamente. Harry lo incitó a seguir leyendo de un codazo.

 

—“… cuando se desató la hecatombe en el lugar. El primer indicio de que se avecinaban problemas fue la presencia del anteriormente reconocido héroe de guerra, Harry J. Potter acompañado de quien se presume es su actual pareja, Draco L. Malfoy, hijo de un ex mortífago millonario. Su sola aparición en un lugar tradicional y de ambiente familiar como lo es el bar anteriormente mencionado ya es de por sí una amenaza a las buenas costumbres de los magos, porque se sabe muy bien que ambos son gays. Sin embargo, la nota amarilla de la noche no la dieron ellos sino un grupo de empleados del Ministerio (del Departamento de Accidentes Mágicos y Catástrofes para ser exactos y en el que también labora Potter, por cierto) y que en ese momento se encontraban disfrutando de un rato de esparcimiento. Cierto es que, en un momento dado, el joven Malfoy les gritó insultos y algunas incoherencias, pero le suplico a los lectores que le otorguemos la dádiva del perdón ya que al parecer, se encontraba suficientemente alcoholizado como para enterarse de lo que estaba haciendo.”

 

Harry se rió a carcajadas y Draco no pudo evitar sonreírse también.

 

—Vaya con el actor de cuarta… —se burlaba Harry—. Lograste engañar hasta a los colmilludos reporteros de El Profeta.

 

Draco lo miró indignado.

 

—¿Actor de cuarta? Ya quisieras, Potter. Debiste verme cuando niño desempeñando el papel del Rey Arturo en las fiestas de la Mansión.

 

—¿El Rey Arturo? —ronroneó Harry inclinándose sobre su costado—. ¿Y no podrías hacerlo otra vez para mí? Incluso, podríamos jugar a que yo era Lancelot.

 

—¿Dónde está tu sentido de la actualidad, Potter? El juego de rol que está de moda ahora son Clark y Lex. Y mira que nos vienen como anillo al dedo; ¿no? El superhéroe y el villano.

 

—Tú no eres un villano, Draco —dijo Harry con voz suave.

 

—¿Y quién dice que yo seré Lex, gili? Recuerda que los Malfoy, a diferencia de los Potter, no nos quedamos calvos.

 

Harry bufó por toda respuesta y Draco optó por seguir leyendo para apartar de su mente la imagen de Harry vestido con las ajustadas mallas de Superman. Suspiró y siguió recitando:

 

—“Los empleados del Ministerio anteriormente mencionados se dividieron en dos grupos, atacando a Potter y a Malfoy por separado. El ataque perpetrado contra el ex héroe mágico tuvo lugar en pleno corredor del bar, justo afuera de las puertas de los baños. El joven Potter fue tirado al piso, desarmado y golpeado en el rostro, además de recibir desagradables y reiteradas amenazas contra él y su novio. Todo esto a manos de Logan Merril, Erich Mitchell y Olson Ware en lo que los muggles suelen llamar “un ataque de odio” y que sería el equivalente de un ataque mágico a un muggle por el simple hecho de serlo.” —Draco volvió a hacer una pausa mientras arqueaba las cejas, sorprendido—. Vaya… creo que Bullock no es tan estúpido como parece…

 

—A mí ya me está empezando a agradar —agregó Harry mirando a Draco de reojo—. Sobre todo porque insiste en que tú y yo somos novios cuando en ese momento ni siquiera estábamos juntos... ¿viste?

 

Draco tragó saliva, inseguro de cómo responder a lo que Harry acababa de decir. Agradeciendo que la lectura del reportaje le brindaba una salida inocente, continuó leyendo:

 

—“Aunque todos sabemos que Potter ha declarado descaradamente en más de una ocasión que prefiere establecer relaciones amorosas con hombres en vez de con mujeres, como sería lo normal; y que tal vez sería mejor para todos que estuviese bajo buen resguardo en San Mungo aliviándose de esa extraña perversión; no se puede evitar ponerse de su lado cuando se ha sido víctima de tan despiadado ataque…” —Draco bufó por tercera ocasión pensando que el tipo ya no le caía tan bien después de todo—, “Siendo justos, se debe reconocer que en esta ocasión Potter no movió un dedo para provocar que sus compañeros de oficina reaccionaran en su contra de la manera tan agresiva como lo hicieron. Fue un total agravio a su persona y a los que todavía lo admiramos y agradecemos que nos haya librado de Ya-sabéis-quién. Por lo que ahora, esos tres delincuentes están respondiendo a los cargos de agresión y uso injustificado de la magia, corriendo grave riesgo de quedarse sin empleo en caso de encontrarse culpables de los delitos.”

 

—Vaya —dijo Harry poniéndose serio y admirando la fotografía donde él aparecía despatarrado en el mugroso suelo del pub con la cara llena de sangre y rodeado de sus tres atacantes. Vista así, la agresión realmente parecía haber sido mucho más grave.

 

—“Por otra parte, la nota verdaderamente trágica, roja y vergonzosa la dieron los magos Milford Moore y Terence Fowler, quienes se vieron descubiertos in fraganti sosteniendo una ilícita y prohibida relación homosexual, además de ser acusados por el señor Draco Malfoy de hostigamiento sexual e intento de violación ahí mismo, en los baños del pub. Absteniéndome de darle abochornantes detalles, estimado lector, corroboro con el hecho de que una imagen habla más que mil palabras.”

 

Al final de ese párrafo, estaba un pequeño texto mágico que rezaba: “La siguiente fotografía contiene imágenes que podrían perturbar las almas sensibles y decentes, por lo que se recomienda discreción con los magos y brujas menores de edad. Para poder verla, favor de revelarla mágicamente.”

 

Sin pensarlo ni un poco, Draco tomó rápidamente su varita y golpeó con la punta al texto mientras decía:

 

Revelio.

 

Harry y él casi mueren de la risa al descubrir la memorable foto donde Moore y Fowler aparecían desnudos de la cintura hacia abajo, manoseándose salvajemente y cada uno luchando por poner al otro encima de un lavamanos.

 

El espectáculo era tan grotesco y asqueroso que Harry arrugó la frente ante él. Draco hizo un ruidito de asco mientras murmuraba:

 

—No sé de qué manera semejantes morsas pudieron haber pensado que un Adonis como yo, consideraría por un momento hacer un trío con ellos.

 

Volteó a ver a Harry y no le extraño mirarlo ahogar una sonrisa y con un gesto más bien preocupado.

 

—Merlín, Draco… —susurró Harry—. ¿Cómo hiciste para que éstos dos…? ¡Diablos, es que… míralos! Hasta parecen estarlo disfrutando.

 

Draco soltó un bufido altanero.

 

—Tsk, Potter. Me ofendes. ¿No recuerdas que yo era el único en nuestra generación capaz de lanzar un confundus decente? No creerás lo mucho que he mejorado en todos estos años… —Levantó su varita, apuntándole a Harry juguetonamente—. Un par de desmaius leves para que no pierdan la consciencia y sólo se queden aturdidos, más otro par de buenos cofundus para hacerles creer que cada uno es la novia del otro y que el baño del pub era su recámara, todo listo para entrar en acción. El ingrediente perfecto para nuestra ensalada de escándalo, sazonada con un reportero oportuno y acompañada de un actor de primera categoría como lo soy yo.

 

Harry empezó a reírse aunque todavía denotaba cierto temor en la voz.

 

—Dioses... ¡eres terrible como enemigo, Draco! ¡Merlín me ampare de hacerme odiar por ti!

 

—¿De qué hablas, Potter?. ¿Qué no probaste ya en Hogwarts el sabor de mi animadversión?

 

—Tienes razón —afirmó Harry asintiendo con la cabeza—. Durante seis largos y terribles años.

 

Draco retomó la lectura con voz triunfante:

 

—“El vocero oficial del Ministerio ha deslindado a la institución de cualquier acto perverso cometido por M. Moore y T. Fowler, los dos empleados que atacaron a D. Malfoy, y que en estos momentos se encuentran en calidad de detenidos por la gravedad de los delitos que se les imputa. De cualquier manera, declaró el vocero, ambos han sido despedidos de sus cargos en el Ministerio, pues a diferencia de Merril, Mitchell y Ware, los cargos que se les atañen conllevan, en caso de comprobarse, varios años en Azkaban. Por lo pronto y mientras se establece el juicio, Moore y Fowler tienen que pagar una enorme suma de galeones por la multa derivada de cometer actos prohibidos en sitios públicos y daños a la moral al intentar fornicar en el baño del bar. Intentando obtener una declaración o entrevista de las parejas sentimentales de ambos magos, este reportero acudió a los domicilios de las señoritas Saddler y Prescoli, novias de Moore y Fowler respectivamente. Aunque tal vez ex novias sea el término adecuado, ya que ambas me han informado de sus intenciones de finalizar cualquier tipo de relación con semejantes degenerados. “Tanta reunión de amigos ya me resultaba sospechosa”, declaró la señorita Prescoli. Mientras tanto, la señorita Saddler sólo se limitó a comentar que la amistad entre los dos magos siempre le había dado mala espina. Lo único bueno que Moore y Fowler podrían sacar de todo esto es que ya no tendrán que seguir ocultándose para vivir su amor a plenitud, ya que a pesar de haber perdido novias, trabajo y reputación, aún se tienen el uno al otro. Claro, siempre y cuando no se peleen por el lápiz labial y terminen rasgándose las medias.”

 

Draco no podía estar más divertido. Dejando a un lado los tintes completamente homofóbicos y racistas del artículo, era notable que en realidad Bullock los había dejado a Harry y a él muy bien parados en comparación con los otros gilipollas.

 

En cambio, Harry parecía preocupado.

 

—Pobres tipos, se han quedado sin nada —comentó en tono suave, provocando molestia en Draco.

 

—Potter... ¿no me digas que les tienes lástima? —Ante el elocuente silencio de Harry, Draco soltó un resoplido de incredulidad—. ¡Pero es lo que se merecen! Ni más ni menos. Después de todos estos años de miseria que te han hecho pasar. Y espera, que aún falta lo mejor —agregó al tiempo que su voz se tornaba más alegre—. Mientras que sus vidas van en picada directo al desastre (justicia más divina no podría ser), la tuya, en cambio, de ahora en adelante será increíble y eso, querido amigo, los pondrá tan verdes de envidia que hasta Longbottom los confundirá con su sapo.

 

Sonriendo nuevamente, Harry le quitó a Draco el periódico de las manos y lo dejó caer a un lado, justo encima de las tostadas. Eso ocasionó que la página se embadurnara de su desayuno. Draco observó a los protagonistas del escándalo gay interrumpiendo su apasionado round para tratar de limpiar su fotografía mágica de la  mantequilla.

 

—¿Puedes repetir eso, por favor? —pidió Harry con la voz repentinamente seductora y un extraño brillo en los ojos. Draco sonrió tratando de recordar qué era lo que acababa de decir que hubiera entusiasmando tanto a Harry.

 

—¿Qué cosa? ¿Qué tu vida será increíble o que Longbottom los adoptará como mascotas?

 

—Lo que sonó como querido Harry o algo así. Me gustó como se ven tus labios cuando dices palabras tiernas.

 

—Jódete, Potter —exclamó Draco mientras golpeaba la cara de Harry con una de tantas hojas del periódico.

 

Harry se rió por milésima vez en esa mañana y con los ojos resplandecientes de deseo, se montó a horcajadas sobre Draco y le preguntó:

 

—¿No quieres ser voluntario a ello, Malfoy?

 

Sin darle tiempo de responder, Harry se abalanzó sobre Draco y comenzó a besarlo como si no hubiera un mañana. Draco, que estaba desnudo, podía percibir el calor que emanaba el cuerpo de Harry a través de su pijama, y pronto pudo sentir su erección también.

 

La suya no tardó en hacer acto de presencia. Sin dejar de besar a Harry y dejando salir suspiros entrecortados, introdujo sus manos bajo la tela de la parte superior del pijama para acariciar con suavidad su dorso. Los músculos de Harry se estremecieron al contacto y Draco anheló repentinamente tener a Harry boca abajo para poder hacerle el amor mientras admiraba y acariciaba su torneada espal…

 

Harry se separó bruscamente de él interrumpiendo la línea de su pensamiento. Draco abrió los ojos y antes de que pudiera preguntarle a Harry qué coño le pasaba, éste tomó una de las tantas hojas del periódico y gritó:

 

—¡Draco! ¡Mira, aquí hablan de tu padre y de algo que sucedió en la Mansión!

 

—Ah —dijo Draco inexpresivamente mientras Harry se bajaba de él y se ponía a leer la noticia—. ¿Y qué dicen? —preguntó en el tono más inocente que pudo, esperando que Harry no notara su culpabilidad en aquel asunto.

 

—Te la resumiré —respondió Harry y procedió a hacerlo, dándole a Draco los detalles mientras leía—: Dice que anoche, en la recepción que Lucius organizó para tu madre, algunos invitados resultaron heridos debido al ataque de un animal… Esto sucedió junto al lago ya entrada la noche y el causante fue una criatura bastante peligrosa llamada kelpie… —Harry se interrumpió y levantó los ojos hacia Draco. La mirada acusadora era evidente—... ¿Draco?

 

Draco abrió mucho los ojos.

 

—¿Un kelpie? Qué casualidad, ¿verdad?

 

—¡Casualidad, mis polainas! ¡Esto fue obra tuya!

 

—¿Qué cosa?

 

—Draco…

 

—¿Harry?

 

—¡Draco!

 

—¡De acuerdo, te contaré! —Suspirando con frustración, tanto sexual como de la otra, Draco se dio por vencido. Sabía que no tenía modo de engañar a Harry, que en realidad no era tan tonto como él siempre lo había creído. ¿Pero cómo confesar lo que había hecho con el kelpie sin parecer demasiado ansioso por quedarse huérfano de padre? —¿Recuerdas que te dije que iba a reubicar al kelpie en un magnífico sitio?

 

Harry lo miró largamente y como no respondió nada, Draco continuó.

 

—Bueno, pues eso fue precisamente lo que hice. Un lago enorme en medio de un agreste terreno, con deliciosos ex Mortífagos que comer de vez en cuando… ¿qué más podría pedir un kelpie en esta vida? Además, pude recuperar mi cinturón —concluyó mientras señala su pantalón tirado en el piso y que tenía entre sus hebillas el mencionado accesorio.

 

Harry abrió la boca con tanta indignación que parecía no poder pronunciar palabra…

 

—Draco Malfoy… ¡No es posible que hicieras eso! ¿No pensaste en tu madre o en su familia o en los elfos o…? ¡Merlín, Draco! ¡Ese demonio come gente!

 

—¿Por quién me tomas, Potter? ¡Por supuesto que pensé en mi madre! —Harry soltó un bufido—. Me cercioré de que estuviera bastante enterada que durante su fiesta no debía acercarse, ni ella ni nadie que realmente le importara, al lago de la Mansión.

 

—¿Y no te preguntó por qué? —exclamó Harry escandalizado.

 

—No —respondió Draco como si tal cosa. Miró a Harry con toda intención antes de agregar—: A diferencia de otros, mi madre sí confía en mí.

 

Harry se sonrojó.

 

—No es desconfianza, Draco. Es que… ¡no entiendo porqué expusiste a la gente y a las criaturas que viven en la Mansión llevándoles ese monstruo allá! Cómo si tú mismo no hubieras estado a punto de morir entre sus garras.

 

—Sí, fue bastante escalofriante ahora que lo mencionas.

 

—Draco…

 

—¡Dioses, Potter! Tú y tu consciencia Gryffindor me sacan canas. —Suspiró otra vez—. Verás, cuando mi padre hace este tipo de recepciones, siempre sucede lo mismo. Para empezar, invita sólo a magos y brujas de la alta sociedad británica y que, en su gran mayoría, fueron partidarios del Señor Oscuro. De hecho, como Lucius, más de uno porta la marca. —Esto último lo había dicho con más amargura de lo que pretendía. Componiéndose rápidamente, prosiguió—: Y bueno, generalmente cuando la reunión alcanza el punto cumbre y mi madre está rodeada de gente agasajándola, mi padre se escabulle con sus… —hizo un mohín de desprecio—, viejos amigos para conversar temas que sólo atañen a los que odian a los muggles y sangresucias.

 

En ese punto, Harry ya no se mostraba indignado. Draco se atrevió a mirarlo de reojo y pudo ver los ojos verdes destellando compasivos, y aunque a Draco no le gustaba despertar lástima en nadie, con Harry era diferente. Le gustaba que lo mirara con cariño como en ese justo momento.

 

—Así que… ¿decidiste mandarle una sorpresita a tu padre y a esos amigos? —le preguntó Harry.

 

Draco sonrió.

 

—Es bueno que la gente vieja no cambie sus costumbres. Por lo regular, su punto de reunión es el parquecito de Talía que está junto al lago por el lado norte. —Vio a Harry fruncir el ceño y supo que estaría haciendo memoria para intentar ubicar ese lugar en su mente—. Y así, a sabiendas que ellos estarían ahí y mi madre no, pues pensé en darle al buen kelpie la oportunidad de probar la carne Malfoy después de todo.

 

Harry meneó la cabeza en un gesto negativo pero ya no le reprochó nada más. Bajó sus ojos hacia el periódico y continuó leyendo en silencio. Después de unos momentos, le comentó a Draco:

 

—También dice que nadie resultó gravemente herido pues afortunadamente todos ellos portaban sus varitas… y que debido al escándalo, se presentó una cuadrilla de Aurores y posteriormente una del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas… —se rió disimuladamente—. Y ahora, tu padre tiene que responder a la acusación de tener en su propiedad un animal mágico cuya posesión está prohibida… Vaya.

 

—Unos cuantos galeones, nada más —dijo Draco con rabia mal disimulada—. Para Lucius, será como quitarle un pelo a un gato.

 

Pasándose las manos detrás de la cabeza, se apoyó en ellas y se quedó mirando hacia su ventana. Aquel domingo era una mañana nublada y helada, y el frío de afuera ocasionaba que el cristal luciera empañado casi por completo.

 

Curiosamente, Draco pensó que jamás había sentido su recámara tan cálida como ese día que Harry lo acompañaba. Volteó hacia él y se encontró con sus ojos, los cuales lo miraban interrogantes.

 

Entonces, Draco intentó dejar atrás el recuerdo de la Mansión y de las mañanas invernales pasadas en ella; sus bellísimos e interminables jardines, su casa del árbol, el ejército de elfos domésticos a sus pies dispuestos a dejarse atormentar y sobre todo, a su madre. Hizo su mejor esfuerzo por no dejarse dominar por la nostalgia y en cambio, se dejó atrapar en la realidad que estaba viviendo en esos justos instantes.

 

Sonriéndole a Harry, le masculló mientras se acercaba a besarlo:

 

—Entonces… ¿en dónde fue que nos quedamos?

Cuando por fin Harry abandonó la recámara de Draco para ir a la propia a darse un baño, Draco aprovechó para hacer un poco de limpieza en casa, empezando, por supuesto, en su habitación.

 

Levantó la ropa sucia de ambos con ayuda de su varita, sonriendo al recordar lo potable que se veía Harry con esos jodidos vaqueros viejos. Vació los bolsillos de todas las prendas y entonces encontró un pedazo de pergamino en su propio pantalón. Apenas se preguntaba lo que era cuando recordó.

 

Contiendo la respiración, desdobló a toda prisa la maldita carta que Weasley le había mandado la tarde anterior, dispuesto a averiguar de una vez que más tenía que haberle respondido el cabeza de rábano.

 

Malfoy:

 

Como siempre, lo único que estás haciendo es demostrar mi teoría de que en vez de neuronas tienes mierda en el cerebro. Hermione y yo sabemos perfectamente que no tuviste nada que ver con que Harry haya permitido que Colin se marchara. Me supongo que haber tenido aquí a Harry hablándonos de ello durante tres horas seguidas, tiene algo que ver con eso.

 

Harry ha tenido la amabilidad de explicarnos de todas las maneras posibles que si terminó su relación con Colin fue porque se dio cuenta de que no lo amaba, que lo suyo era sólo costumbre y que a quien quiere en realidad es a ti (Merlín, no sabes el dolor que me ha provocado escribir lo anterior). Sumado a esto, hay que agregar las otras tres horas en las que se pasó alabándote y resaltando tus “muchas y hermosas” cualidades como ser humano, al grado de que tuve que excusarme en varias ocasiones para ir a vomitar al baño.

 

A lo que me refería era que ya sabemos que Harry planea llevarte a nuestra boda como su pareja oficial y que aunque yo no estoy de acuerdo, Hermione me ha amenazado con no casarse conmigo si no acepto. Así que, no habiendo más remedio…

 

Esperando haber aclarado tus dudas y confiando en no saber nada de ti hasta el día de mi boda, me despido no sin antes recordarte que Ojoloco me ha enseñado el truquito ése para convertir imbéciles en hurones y ¡oh, casualidad! Los hurones son la comida favorita de Buckbeak. Qué oportuno. ¿Verdad?

 

Saludos.

R. Weasley

 

PD. ¿Me permites utilizar tu caso para un artículo que pienso escribir acerca de la alimentación sana?

Lo anterior debido a que eres el mejor ejemplo para demostrar que una nutrición balanceada y una niñez de abundancia no tienen nada que ver con la inteligencia desarrollada en la adultez.

 

Gracias.

 

Draco estaba boquiabierto y tan impactado, que los insultos de Weasley ni siquiera dieron en el blanco. No se percató en qué momento su pantalón había resbalado de sus manos hasta el suelo. Un extraño sentimiento de calidez le envolvió el corazón de un modo tan físico que, sobresaltado, se llevó la mano al pecho para asegurarse de que no se hubiera derramado nada tibio encima.

 

Cliff ya le había dicho a Draco que creía que Harry estaba enamorado de él, pero no le había hecho mucho caso. ¿Cómo iba Harry a quererlo a él, siendo tan sólo un desgraciado Slytherin que se la pasaba follando con medio mundo sin pensar jamás en los sentimientos de los demás?

 

Levantó el papel y lo releyó. Weasley aseguraba que Harry no amaba a Creevey, sino que lo quería a él. Que Harry quería llevarlo a la boda de sus amigos como su pareja oficial. Draco tragó saliva sintiéndose mareado y repentinamente sobrecargado. Eso era demasiado.

 

Doblando con rapidez la carta como si temiera que en cualquier momento Harry fuera a entrar y lo pillara leyendo, Draco decidió que eso no estaba bien. Harry no podía quererlo a él. No, porque eso significaba que él tendría que corresponderle, y Draco no estaba seguro de tener la capacidad de querer a alguien así. Harry no podía haber estado hablando en serio cuando fue al cuchitril de los Weasley y les dijo eso.

 

Intentando convencerse de otra cosa, Draco se dirigió a la puerta con pasos débiles y rodillas temblorosas, repitiéndose una y otra vez que Harry debía haber estado exagerando. O tal vez sólo les jugó una broma a Weasley y Granger… sí, eso tenía que haber sido. Pero... ¿no había pasado el día de los Inocentes ya?

 

Abrió la puerta y empezó a andar por el corredor como un autómata, no sabiendo a ciencia cierta si estaba buscando a Harry o si al contrario, se estaba escondiendo para que Potter no lo encontrara jamás.

 

Lo quería.

 

Harry lo quería. A él. A Draco. No a Creevey ni a nadie más, sino a él.

 

Joder.

 

Enamorarse o lidiar con un enamorado no era algo que hubiera estado en su plan de vida. De hecho, tenía la firme filosofía de que el amor era una porquería que requería mucha mierda y mantenimiento para al final poder tirarse un polvo. ¿Para qué tomarse tantas molestias si se podía obtener el mismo resultado tan sólo con ligarse a un desconocido y follar?

 

Todavía con todo ese torbellino de ideas girándole en la cabeza, de repente se topó con Harry. Bueno, el lugar donde vivían era un miniaturizado apartamento en Soho y no la Mansión Malfoy, así que eso tenía que suceder más temprano que tarde.

 

Harry estaba en la sala, de pie y encorvado, dándole la espalda a Draco y con la mirada completamente fija en la chimenea extinta. Tenía las manos embutidas en los bolsillos de otro de sus tantos vaqueros, como si estuviese cavilando algo de mucha importancia.

 

Un sentimiento de pánico invadió el ánimo de Draco.

 

Seguramente en cualquier momento Harry le iba a decir que estaba enamorado de él, que deseaba formalizar su relación —lo que fuera que eso significara— y que le gustaría que por favor Draco lo acompañase a París a la boda hétero de sus dos viejos compinches de la escuela.

 

No sabiendo qué hacer con todo eso, Draco se sintió abrumado, aterrorizado y acorralado al mismo tiempo. Pero no podía negar que también se sentía muy halagado de que Harry lo hubiera preferido por encima de todos… por encima de todos los del club, por encima, incluso, de Creevey.

 

Decidido a encerrarse en su recamara hasta la siguiente primavera, Draco dio lentamente un paso hacia atrás, en silencio. Luego otro y otro más. Pero como si Harry lo hubiese sentido, de pronto se volteó y lo descubrió en fragante retirada.

 

—¡Draco! —exclamó Harry casi asustado, como si fuera algo prohibido estar ahí parado como los monigotes que los muggles tienen en sus tiendas para exhibir ropa. Manatíes, creía Draco que los llamaban.

 

—Potter —dejó salir Draco por inercia, por la costumbre estúpida que tenían ambos de saludarse con sus apellidos.

 

Harry frunció el ceño de un modo que a Draco no le agradó. Casi con dolor.

 

—Ah. ¿Ya soy Potter otra vez?

 

—Que yo sepa todavía no has decido cambiar tu vulgar apellido como siempre te he aconsejado —intentó bromear Draco, deshaciendo el camino que ya había recorrido en reversa, ahora acercándose hacia Harry—. Potter es lo más común y corriente que hay en todo el Reino Unido.

 

Para su alivio, Harry sonrió. Y aunque el gesto era genuino, Draco no pudo evitar notar en Harry cierta aprehensión detrás de la sonrisa.

 

—¿Te gustaría que yo también fuera un Malfoy? —le dijo Harry en el mismo tono guasón—. Después de todo, creo que hasta estamos emparentados.

 

Draco se aterrorizó. ¿Qué me quiere decir con eso?, pensaba frenético. ¿POR QUÉ COÑO QUIERE MI APELLIDO? Harry no podía estar hablando de matrimonio... ¿O SÍ?

 

—¿Qué dijiste? —le preguntó después de pasar saliva.

 

—Qué tú y yo casi estamos… —empezó a explicar Harry, frunciendo de nuevo el ceño ante la apariencia casi desfalleciente de Draco. Meneando la cabeza, movió la mano en un gesto que denotaba indiferencia y añadió—: Olvídalo. No es importante.

 

Draco pudo respirar de nuevo ante eso. No es importante… Si Harry decía que no era importante, entonces no podía tratarse de una declaración de amor ni de una petición de mano.

 

Suponiendo que ahora debía sentirse más tranquilo, Draco no logró entender porqué, en vez de eso, se sentía un poco… decepcionado.

 

Harry se llevó una mano a la nuca en su característico gesto de estoy-a-punto-de-confesarte-algo y Draco, irreflexivamente, se sintió de nuevo esperanzado.

 

—Yo, este… Mmmh. Digo, es que lo-lo —tartamudeó Harry—, lo que sucedió… ¡digo! Lo que ha estado sucedien… quiero decir, lo que sucede en este justo momento, eh… —Draco se cruzó de brazos al darse cuenta que eso iba para largo. Y como si fuera una estúpida colegiala, por su mente cruzó la idea de que de un momento a otro vería a Harry de rodillas ante él declarándole su amor. Y ahora que lo pensaba bien, la idea lo hizo sonreír y preguntarse si él debía quedarse parado o sería mejor que estuviera sentado. Optó por continuar de pie mientras Harry continuaba con su balbuceo—. Me ha hecho darme cuenta de que si… bueno, si barajamos la posibilidad de que… Eh, mmmh. ¡Mierda, qué difícil es esto!

 

Le dio la espalda a Draco y de nuevo clavó los ojos en la chimenea. Frustrado y ansioso, Draco le masculló más ponzoñosamente de lo que era su intención:

 

—Vaya con el Gryffindor y su valentía.

 

Eso bastó. Al instante, Harry enderezó su postura y se giró rápidamente sobre sus talones, taladrando a Draco con la mirada. Caminó a grandes zancadas hasta él, llegando mucho antes de lo que Draco hubiera creído posible y sin darle tiempo a prepararse para la declaración.

 

Harry lo tomó del brazo y lo jaló con él de vuelta a la chimenea. Draco lo miró tomar un puñado de polvos flu y de inmediato, se quejó:

 

—¡Potter, por la red flu no, por favor! Ya sabes lo mucho que la odio…

 

La mirada casi enojosa de Harry lo silenció.

 

—¿Quieres valentía de mi parte, no? Pues bien. Te demostraré que soy tan valiente como el mismísimo Godric Gryffindor. Así que deja de lado tus quejidos de niñita consentida porque adonde te voy a llevar, los domingos no te puedes aparecer.

 

—¿Adonde me vas a llevar? —Draco empezaba a sentirse intrigado y por lo mismo hizo a un lado todos los insultos que Harry le acababa de recetar—. ¿A qué lugar vamos que no podemos aparecernos los domingos?

 

—Al Ministerio, Draco. —Con eso, Harry arrojó el polvo a la chimenea y echándole una última mirada desafiante a Draco, dio un paso hacia las verdes llamas. Antes de sumergir su cuerpo por completo, le dijo—: Esta es tu única oportunidad para enterarte del motivo por el que odio usar la aparición, ya que a partir del lunes no regresaré a ese lugar. Así que, si estás interesado en saber…

 

Harry desapareció en la chimenea después de haberle indicado a la red cuál era su destino. Draco sabía que, por su calidad de empleado, Harry podía entrar al Ministerio aún los fines de semana cuando estaba cerrado para el público en general. Y él entraría porque Harry le estaba flanqueando el paso, otorgándole su permiso para acompañarlo.

 

Maldiciendo el aire de jodido misterio que Potter se cargaba y más secretamente odiando que aquello no hubiera sido la declaración de amor que esperaba, tomó también su puñado de polvos y siguió a Potter al que seguramente era su último día en el puñetero edificio de sus desdichas.

 

El joven Raymon Middleton salió del elevador y, atravesando el enorme y desierto Atrio del Ministerio, se dirigió con paso cansino hacia las chimeneas. Debido a la maldita restricción de seguridad de los fines de semana no podía utilizar las salitas de aparición, y con el montón de papeles que traía bajo el brazo le iba a resultar todavía más molesta la experiencia de trasladarse por la red flu. Como si no hubiera sido suficiente castigo tener que haber trabajado en domingo, encima tenía que lidiar con eso.

 

Se detuvo ante la primera chimenea del corredor y casi le da un infarto cuando las llamaradas verdes explotaron indicando que alguien la estaba usando para entrar. Se retiró un paso justo a tiempo, pues enseguida Harry Potter salió de ella quedando frente a frente con él.

 

Potter le obsequió una tensa sonrisa a manera de saludo.

 

—Ray —le dijo con voz amable. Potter siempre usaba su primer nombre para dirigirse a él, tal vez porque Raymon era mucho más joven—. ¿Trabajando en domingo?

 

Raymon suspiró y le mostró los papeles.

 

—No hubo más remedio. Supongo que ya estás enterado del escándalo en la Mansión Malfoy... ¿no? Creo que hasta salió en los periódicos. —Soltó un bufido de agotamiento e indignación—. Los jodidos ricos y sus excentricidades. Resulta que el imbécil de Lucius Malfoy tenía un kelpie como mascota, hizo una fiesta anoche y casi se queda sin invitados. ¿Puedes creer tanta estupidez?

 

Potter abrió mucho los ojos pero no dijo nada. De repente y tardíamente, Raymon recordó que estaba hablando justamente con quien se presumía era el novio del hijo de Lucius, Draco Malfoy. Gracias a que no tenía idea de cómo podría ser la relación entre Potter y su suegro, lamentó haber sido tan hablador.

 

Justo estaba abriendo la boca para disculparse cuando, por la misma chimenea que lo había hecho Potter, llegó la razón del incómodo silencio surgido entre ellos: Draco Malfoy.

 

El joven Malfoy pareció sorprenderse de mirar a alguien ahí con Potter, pero se recompuso rápidamente. Le echó un rápido vistazo a Potter y luego saludó a Raymon con un leve movimiento de cabeza. —Buenas tardes.

 

—Buenas tardes, Malfoy —respondió Raymon con fría amabilidad. Una cosa era Potter, cuya condición homosexual no le importaba mucho a Raymon siempre y cuando no se metiera con él. Pero los Malfoy eran otro cantar. Siendo hijo de tigre, también debía tener rayas. De eso Raymon no tenía ninguna duda.

 

—Bueno… —dijo Potter de repente—, fue un placer saludarte, Ray.

 

—Igualmente. Espero que termines pronto lo que sea que te haya traído aquí.

 

Potter y Malfoy se alejaron de Raymon con rumbo a los elevadores, y él se quedó un momento congelado en el corredor, pensando en lo extraños y diferentes que eran algunos magos.

 

Dando un paso hacia la chimenea, Raymon se palpó el bolsillo de la túnica para asegurarse de que los galeones que traía dentro estuvieran a buen resguardo; no quería arriesgarse a perderlos en el camino. Sonrió al pensar en todas las cosas bonitas que le compraría a su novia y en los lugares a los que la llevaría a cenar con la pequeña fortuna que le correspondía. No todos los días podían darse esos lujos, pues ser un empleado de tercera categoría en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas era un puesto pesado y nada bien renumerado.

 

Pero siempre se podía tener un poco de suerte y encontrarse con algún chiflado como Lucius Malfoy, quien le había ofrecido aquel oro a cambio de un curioso favor.

 

Y mientras las llamas verdes lo devoraban y lo llevaban a casa de su novia, Raymon iba agradeciendo la bendición de ser sólo un pobre mago empleado del Ministerio y no el hijo de un millonario ex Mortífago. Porque por lo menos, si de una cosa estaba seguro, era de que su padre jamás lo traicionaría a él como el padre de Draco Malfoy lo había hecho con su hijo. El padre de Raymon, un mago humilde pero valeroso, hubiera matado con sus propias manos a cualquiera que se hubiera atrevido a dañar a su muchacho.

 

En cambio, Lucius Malfoy le había pagado a Raymon para que, discretamente, regresara al día siguiente al Ministerio y cubriera la totalidad de las multas de Fowler y Moore, los supuestos atacantes de su hijo Draco. Tentado por la manera aparentemente sencilla de ganarse un buen monto de galeones, Raymon había aceptado sin hacer ninguna pregunta pero tampoco sin dejar de sentir una enorme repugnancia por ese hombre traidor que se ponía del lado de los hostigadores de su hijo.

 

Y si acaso existía alguna razón que justificara ese comportamiento vil, Raymon tenía el presentimiento que debía ser algo oscuro y retorcido y por lo tanto, él prefería no saberlo jamás. Pobre Draco Malfoy, fue su último pensamiento antes de ser recibido por los entusiastas brazos de su novia Emile al salir por la chimenea. Y eso que aún no le mencionaba lo del oro que se había ganado para él y ella.

 

 

 

 

 

 

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Nota del Capítulo:

  1. La regla de este capítulo es una frase dicha por Brian Kinney en algún episodio de QaF, y que yo le he robado porque es sencillamente genial y representa la filosofía de aquel que, como Draco, sólo quiere ser feliz teniendo sexo sin comprometerse (si todavía no has visto QaF,  ¿que esperas? Brian Kinney es uno de los personajes mejor logrados en la TV, pues es tan humano y está tan lleno de defectos y virtudes, que nadie puede evitar amarlo y odiarlo al mismo tiempo). La excepción a la regla sí es de la autoría de Draco xD